Pasaban de las diez de la noche, una lluvia bastante fuerte se dejaba caer afuera. Adentro un sacerdote terminaba de apagar los últimos cirios de su pequeña capilla. Ya tenía todo cerrado y sólo le faltaba aquello para dirigirse a sus aposentos a descansar. Sopló la vela y todo quedó a oscuras, caminó por el frío lugar, lo conocía a la perfección, no podría perderse ni chocar con algo. Hasta que llegó a una puerta, la abrió y encendió la luz del otro lado, dándole la espalda a la habitación, cerró.
—Padre. —Una voz de chica hizo
que el sacerdote diera un salto—. Necesito confesarme —sonrió con burla.
—¡¿Cómo te atreves a venir
aquí?! —gritó con furia al momento que se giró para mirar al ser que tenía al
frente.
—Con las piernas —sonrió la
chica caminando hacia él—. O con los pies, como quieras llamarlo.
—¡Malvado ser! —exclamó
frunciendo su ceño—. Irás al Infierno.
—Tengo pensado otra cosa. —Su
mirada se volvió oscura y seria—. Ya te dije, necesito confesarme, Padre.
El sacerdote golpeó su espalda
contra la puerta y se elevó unos centímetros. La chica, de frente a él, lo
miraba sonriente con el brazo derecho estirado y un poco levantado, indicando a
su mente donde debía permanecer el humano de castaños ojos.
—¿Dónde está el diario? —preguntó
sin dejar de mirarlo.
—No sé de qué hablas
—respondió sin miedo en su voz y bastante tranquilo.
—Por tu bien será mejor que coopers.
—Dejó de sonreír para fruncir su ceño, a la vez que apretaba un poco su puño.
El humano comenzó a quedarse sin aire.
—No sé de qué hablas —repitió
con dificultad, mientras batallaba por algo que sabía estaba perdido: quitar
las amarras invisibles que rodeaban su cuello.
—¡¿Dónde está el estúpido
diario?! —gritó con rabia, el cuello del sacerdote se apretó más.
—No podrás sacarlo —respondió
con un hilo de voz—. Está en una caja de hierro. —Cayó de golpe al suelo,
tosiendo con fuerza.
—Entonces aún te necesito
—suspiró de mala gana sentándose en una silla, a esperar que el humano volviera
a la normalidad.
—¿Quién te manda? —preguntó
con dolor en su garganta e incorporándose como pudo.
—No tienes derecho a hablar
—contestó mirando las paredes del recinto. Un pequeño despacho con un
escritorio, dos sillas y múltiples cuadros decorando casi en su totalidad los
muros, tanto de santos como retratos de quienes mandan en el mundo católico—.
¿No se supone que tienen prohibido adorar imágenes? —consultó con burla al
ponerse de pie y observar el cuadro de un santo.
—No tengo derecho a hablar —se
burló levantándose, se encontraba un poco mejor.
—¿Dónde está la caja? —Su
mirada de odio atravesó al sacerdote.
—En uno de los cajones
—respondió caminando al escritorio.
—No es necesario decir que una
vez abierta la caja te irás al Infierno, ¿verdad? —preguntó con burla mientras
volvía a sentarse.
—Así es —sonrió sacando la caja
y dejándola sobre la mesa—. He aquí el famoso diario de Evans Marshall.
La demonio se puso de pie
inmediatamente para inspeccionarla, tal y como había dicho el humano, estaba
cubierto de hierro, un material que no podía tocar, porque la debilitaba.
—Sácalo de allí y dámelo
—ordenó sin quitar su vista de la caja.
—Como digas —musitó el
sacerdote con una sonrisa.
Tomó un bastón de hierro, que
guardaba con precaución cerca del escritorio, y golpeó a la chica con eso en la
cabeza. Salió disparada hacia atrás, chocando con la pared y meciendo cada uno
de los cuadros.
—Nunca menosprecies a un
cazador, demonio. —Caminó al encuentro del ser en el suelo—. Y menos uno como
yo, o Evans, hemos mandando al infierno más seres como tú de los que puedas
imaginar.
Agarró a la chica del cuello y
con lentitud le enterró una daga en el estómago. Eso provocó que la demonio se
retorciera de dolor, aquel filoso cuchillo no era uno cualquiera, le hacía daño
algo tenía y no era capaz de soportarlo. Sus ojos volvieron a la normalidad.
—Ahora hablaremos. —Miró al
ser con odio en sus pupilas—. ¿Quién quiere el diario?
—No te lo diré —respondió al
sentarse en el suelo. Estaba perdiendo sangre, a pesar que eso no influía en su
estado, la daga en su estómago sí y el golpe con hierro también.
—Eres el tercer ser de tu raza
que viene desde que murió Evans. —Se sentó frente a la demonio y clavó sus ojos
en ella—. ¿Por qué tanto interés en un cuaderno que no tiene más que garabatos?
—¿Garabatos? —preguntó con
burla y sonrió de medio lado—. Bien sabes que ese diario tiene información
sobre la Profecía.
—Entonces, ¿ya falta poco? —indagó
frunciendo su ceño—. Por eso lo buscan.
—Cuando llegue el día —sonrió
fijando su mirada en el sacerdote—, ni su Dios será capaz de defenderlos.
—¿El de ustedes sí los
defenderá? —cuestionó con burla, la demonio frunció el ceño con molestia.
—Nosotros no tenemos dios
—respondió de mala gana.
—Claro que sí, ¿te atreves a
renegar de Lucifer? —Su mirada burlona seguía fija en el ser—. Él es para
ustedes, lo que Dios para nosotros.
—No son comparables —reclamó
con ira—. A nosotros no nos prohíben cosas…
—Pero los mandan a una muerte
segura —interrumpió sin dejar su tono burlesco—. Con el único fin de complacer
a otro más fuerte, ¿o me dirás que fue el propio Lucifer quien te envió? —La
demonio lo miró con respeto y en silencio—. No, claro que no. Ustedes son
incapaces de seguir su propia voluntad, y simplemente se dignan a seguir los
mandatos de uno, o sino, mueren a manos de aquel. ¿Verdad?
—¡De todas maneras estamos muertos!
—exclamó con rabia, volviendo sus negros ojos e intentando ponerse de pie.
—¿Me dirás quién te mandó? —preguntó
tomando a la chica del cuello y elevándola unos centímetros del suelo.
—No —contestó sonriente—. La
diferencia entre nosotros, los demonios, y cualquier otra raza, es que somos
fieles —se carcajeó.
—Como quieras —suspiró—. De
todas maneras vendrá otro, y así hasta que consigan lo que buscan. Dales un
mensaje a los próximos, diles que estaré esperándolos, y que ésta será su
tumba.
—El Infierno caerá sobre ti,
Richard Trump. —Lo miró con ira reflejada en sus negros ojos—. Lamentarás el no
entregarme el diario.
—Mi Dios guiará mi camino y Él
me protegerá de cualquier cosa. —Cerró sus ojos y sacó con lentitud la daga del
estómago de la chica, ésta gritó de dolor—. Padre, perdona a este ciervo
descarriado…
—¿Alguna vez lo haz visto? —indagó
con burla.
—¿Alguna vez haz visto a
Lucifer? —cuestionó la pregunta de la demonio—. Estamos en las mismas
condiciones, pero ambos tenemos fe y con eso basta. Ahora vuelve al lugar que
perteneces. —Enterró la daga en el cuello de la chica, ella abrió sus negros
ojos a más no poder, la sangre se precipitó por su pecho y su cabeza se ladeó,
indicando que había vuelto al Infierno—. Lo siento por ti —dijo al mirar el
cuerpo sin vida—. Pero,tu alma ya estaba contaminada con el demonio, si sólo
sacaba al ser de ti, morirías de todas maneras. Ve con Dios. —Con su mano
derecha le hizo la señal de la cruz y cerró los ojos de la chica que estaba
acostada en el suelo.
Suspiró al mirar a su
alrededor, su idea de ir a descansar se había perdido. Ahora tenía que limpiar
su despacho hasta quitar la última gota de sangre. Pero antes, el cuerpo debía
salir de la habitación y ser quemado.
Una vez que alguien era
poseído por un demonio, quedaba expuesto a volver a ser usado, una y otra vez,
sin importar si el envase tuviera alma o no.
Husmeó en la ropa de la chica,
buscando algún tipo de identificación. En uno de los bolsillos de la chaqueta
encontró lo que necesitaba.
Dejó la pequeña tarjeta sobre
el escritorio, tomó el cuerpo sin vida de la joven y lo llevó al patio. Allí
preparó todo para su descanso eterno. La acostó sobre una mesa de madera, bajo
del mueble colocó varios palos bañados en kerosene, por suerte, la lluvia había
cesado.
Los débiles rayos del sol
comenzaron a salir agrietando las grises nubes, anunciando el amanecer. Mientras
que con lentitud el cuerpo de la chica comenzaba a desaparecer entre las
llamas.
Cuando todo lo que tenía al
frente era ceniza, la recogió y la metió en una bolsa negra de basura. La dejó
junto al resto, a una orilla del camino, para que los encargados se la
llevaran.
Entró a su despacho, suspiró y
sonrió, agradeciendo que esa mañana no tuviera que auspiciar ninguna misa.
Comenzó a limpiar y ordenar los restos de la pequeña batalla que tuvo.
—Debiste haberme dejado esa
pistola —susurró mientras pasaba con fuerza el paño en el suelo, intentando
quitar la sangre.
Varias horas le tomó dejar
todo en perfecto estado, con tal que ninguno de sus feligreses notara algo
raro, no le importó el hecho que el sueño le ganaba. Se sentó en el sillón
junto al escritorio y agarró la pequeña tarjeta de identificación. Observó con
detenimiento el nombre.
—Ojalá no tengas mucha familia
—musitó mirando la foto de la chica.
Fijó su vista al escritorio y
pudo ver la caja de hierro que contenía el diario, se dio un golpe en la cabeza
por olvidar guardarlo y se puso de pie para ir a ocultarlo. Aprovechó y sacó de
entre los cajones un portátil, lo abrió y encendió. Una vez listo comenzó la
búsqueda de quién era la chica.
Algunos minutos le tomó
meterse en las páginas de internet, si algo sabía hacer —aparte de las misas—,
era entrometerse en lugares con amplia seguridad, como el registro de cada
persona habitante del país.
—¡Vaya! —exclamó con
sorpresa—. Por lo que sale aquí vivías sola, no tenías familia y hasta ahora no
te han buscado. De todas maneras enviaré esto a los policías. —Tomó la tarjeta
y la guardó en uno de los cajones, junto al diario.
Cerró el portátil y se puso de
pie, era hora de quitarse el olor a humo y despejar su mente con una buena
ducha matutina y, a la vez, le servía para despertar un poco. Un largo día le
esperaba, debía ir a la policía y contar una verdad con algunos cambios para
decir el porqué tenía esa identificación. Suspiró y se persignó.
—¿Me perdonarás algún día por
eso? —preguntó mirando al cielo.
Fijó su vista al frente y
salió por una de las puertas, rumbo al baño.
*
* * * *
Estaba acostado mirando el
cielo, con suavidad pasaba sus dedos por la espalda desnuda de la chica que
dormía en sus brazos. Su cabeza se encontraba apoyada en el hombro de él,
permitiéndole sentir su lento respirar chocar en su cuello. La mitad del cuerpo
de ella estaba sobre el chico, y al parecer a ninguno le importaba, mientras no
lo quemara, no se separarían.
Ladeó su cabeza y apoyó su
mejilla en la frente de la medio ángel, sonrió y cerró los ojos, sin dejar de
pasar con suavidad sus dedos por la piel desnuda de ella. Lentamente comenzó a
dormirse, hace mucho tiempo que no lo hacía y ahora tenía ganas de hacerlo.
Nada mejor que dormir junto a la chica que no pudo olvidar desde que la conoció
hace tantos años atrás. Además, ella tenía razón, y necesitaba descansar.
Los minutos pasaron, y ambos
dormían abrazados en la cama, nadie los molestaría, el campo creado por ella
impedía que cualquier ser se acercara.
*
* * * *
Los débiles rayos del sol
comenzaron a entrar por las cortinas. Un extraño dolor apareció en el vampiro,
abrió los ojos algo desorientado y se dio cuenta que la chica volvía a
quemarlo. El escozor era cada vez más intenso, ya que no era sólo una mano, o
los labios de ella, sino su cuerpo casi entero.
Se movió tratando de
despertarla, pero no obtuvo resultados. Intento moverla, aunque eso lo único
que trajo fue más dolor en sus manos.
—Hayley —dijo algo preocupado,
la chica no lo escuchó—. Hayley —volvió a decir, aún no había respuesta—.
¡Belial está aquí! —gritó, en menos de un segundo la mencionada se sentó en la
cama soltando al chico.
—¿Dónde? —preguntó sin darse
cuenta de lo que pasaba.
—Esa cicatriz es enorme
—susurró con dolor mirando la espalda de ella.
—Lindo recuerdo del demonio
—respondió girando su cabeza y clavando sus ojos en el vampiro—. Que al parecer
no está.
—Intenté despertaste. —Se defendió
con un claro gesto de dolor en su cara—. Pero no hubo caso, así que se me
ocurrió esa idea.
—¿Para qué me querías
despierta? —indagó frunciendo su ceño.
—Ya se fue el efecto de tu
sangre —contestó mirándola con una pequeña sonrisa—. Me estabas quemando, el
dolor que dejaron quienes me atacaron había desaparecido. Pero ahora tengo los
ocasionados por ti. Aunque…
—No, ya no hay más sangre —lo
interrumpió poniéndose de pie y tapándose con una de las sábanas—. Tienes que
descansar y yo debo darle una explicación a Rachel.
—Un poquito —suplicó haciendo
pucheros.
La chica lo ignoró y tomó su
ropa del suelo.
—No saldrás de aquí hasta que
yo lo diga —ordenó clavando su mirada seria en él.
—¿Quién dice que debo hacerte
caso? —preguntó arqueando una ceja.
—Lo dice mi sangre —sonrió al
caminar hacia el chico y colocó su mano derecha sobre el desnudo pecho del
vampiro, ejerciendo un poco de fuerza.
—¡Hayley! —gritó con dolor, la
chica sonrió y quitó su mano.
—Eso me gusto. —Los ojos de él
se habían vuelto negros y de su boca asomaban sus colmillos, su respiración se
agitó—. Escuchar como gritas mi nombre con dolor.
—A mí me gustó más como decías
mi nombre anoche —sonrió a pesar del dolor que sentía.
—Como digas —contestó
avergonzada dándole la espalda—. De todas maneras no saldrás de aquí.
—Está bien —respondió con
resignación, no podía ganar esa batalla, la chica haría lo posible porque
obedeciera.
Quitó el seguro de la puerta y
el campo que mantenía la presencia oculta del vampire. Salió de la habitación
dejando al chico solo. Se encaminó con rapidez al baño, no quería que Rachel o
Noah la vieran envuelta en apenas una sábana, sería bastante vergonzoso, y no
podría mirarlos a la cara por unos días, aunque también estaba la posibilidad
de jugar con la mente de ellos. Sonrió, jamás jugaría con los pensamientos de
aquella mujer.
Sus ojos brillaron dorados al
recordar que no había puesto seguro a la puerta de su habitación y, a la vez,
para crear nuevamente el campo de protección para el chico. Entró al baño y se
dio una rápida ducha matutina, se puso su ropa y se dirigió al bar.
—Tienes muchas cosas que
explicar, jovencita. —Fue lo primero que escuchó apenas giró la manilla de la
puerta que daba al bar.
—Lo sé —contestó mirando a la
mujer que limpiaba unos vasos—. Por eso estoy aquí.
—Ya preparé desayuno —le
sonrió mientras dejaba lo que hacía—. ¿Tu amigo comerá?
—No —se apresuró en responder
al llegar a la orilla del bar y sentarse—. Pero necesita ropa, no sé si Noah
tiene algo…
—No le servirá —interrumpió
girándose a servir un café—. Mejor te doy ropa de Quentin, Noah es más bajo.
—Tienes razón —sonrió de medio
lado—. Tu sobrino es de mi altura.
—Luego te la doy. —Dejó sobre
la mesa el café junto a unas tostadas—. Ahora soy toda oídos. —Puso sus codos
sobre la madera y apoyó su mentón en las manos.
—Es Bastian —dijo antes de
mascar, la mayor la miró con asombro y volvió a su posición original, parada
frente a la chica—. Es un vampire. —Clavó sus ojos en ella.
El silencio reinó por varios
minutos, la chica continuaba comiendo como si nada pasara, pero la mayor no
lograba salir del asombro, poco le faltaba para que la mandíbula se le cayera.
—¿Vas a salir del trance o te
quedarás estática para siempre? —preguntó con burla una vez que terminó de
comer.
—¡No puede ser! —exclamó dando
un golpe a la mesa con el puño—. ¡Trajiste un vampiro a mi casa!
—Estoy en el centro de una
profecía en la que según lidero a los demonios —se carcajeó frente a la
reacción de Rachel—. ¿Y a ti te preocupa un vampiro en la casa?
—¿Cómo esperas que reaccione?
—consultó arqueando una ceja—. Toda la vida acostumbrada a ver esas criaturas
morir, y ahora me traes uno, que además está en tu habitación.
—No podía dejar que lo mataran
—respondió sonriendo.
—Estoy calmada —suspiró algo
confundida—. Cuenta todo desde el principio.
—Él fue quien me contó algo de
la profecía. —Su mirada se volvió seria—. Según debo enfrentarlo, él ayudará a
los ángeles y yo a los demonios. Curioso, ¿verdad?
—No encontré nada sobre
aquello —susurró mirando a la chica a los ojos—. Y eso que con Noah hemos
estado trabajando mucho.
—Préstame ropa de Quentin. —Se
puso de pie con rapidez—. Bastian debe saber más acerca del tema.
—¿Qué pasó con el diario? —preguntó
antes de girarse para ir por la ropa.
—No fui con Richard —contestó
mirando el suelo—. Me detuve a medio camino por ir a salvar a Bastian.
—Tanto fue que dejaste tu ángel abandonado —musitó con algo de
burla en su voz, antes de desaparecer por una puerta que llevaba a la bodega.
—Espero que no se moleste
—suspiró pensando en su auto.
En pocos instantes, Rachel
apareció trayendo unas cuantas ropas para el chico. Se las entregó a la medio
ángel.
—Gracias —sonrió al
recibirlas—. Se las doy y vuelvo.
—Está bien —respondió a la
espalda de la chica que desaparecía por la puerta.
Al llegar frente a lo que la
separaba de Bastian, con su mente quitó los seguros que estaban por dentro y el
campo de energía. Giró la manilla con suavidad y entró, el chico no se
encontraba en la cama. Frunció su ceño y cerró la puerta tras de sí.
—Te dije que te quedarás en la
cama. —Se giró para mirar al vampiro tras ella, dispuesto a lanzarse sobre la
chica.
—Te quería sorprender. —Frunció
su ceño al verse descubierto.
—Y de paso beber un poco de mi
sangre, ¿no? —preguntó con burla al ver los colmillos y ojos negros del chico.
—Un poquito —musitó con una
sonrisa.
—Te traje esto. —Lo escudriñó
con la mirada de pies a cabeza, se había puesto algo de las ropas rasgadas—. Te
cubrirán más que eso —sonrió.
—Gracias —respondió tomando lo
que la medio ángel le ofrecía—. ¿Qué pusiste en la puerta? —indagó mientras
comenzaba a quitarse y ponerse ropa.
—Los seguros —sonrió de medio
lado señalando los pequeños picaportes en la puerta.
—¿De quién es la ropa? —consultó
mirando el pantalón negro que le quedaba a la medida.
—Del dueño de casa —contestó
sentándose en la cama que una vez perteneció a su padre, dándole la espalda al
chico—. A Quentin, el esposo de Rachel que ya falleció.
—¿Qué pusiste en la puerta?
—Volvió a preguntar mientras seguía vistiéndose.
—Protección para ocultar tu
presencia —respondió mirando al suelo.
—No te preocupes. —Frunció su
ceño al recordar lo pasado—. No me pueden matar.
—Lo sé —susurró fijando su
vista en la manilla de la puerta—. Los ellos
me han revelado su identidad.
—¿Cómo? —preguntó llegando con
rapidez frente a la chica, arrodillándose y clavando sus ojos miel en ella.
—Cuando sentí tu presencia
desaparecer —comenzó con el relato con la vista perdida en el chico—, salí lo
más rápido que pude de mi ángel,
saqué mi alas y volé, sin importarme nada —suspiró pensando en lo descuidada
que había sido—. En un campo, tres esencias me hicieron detener mi camino, eran
ángeles, soldados de Dios que sirven a los humanos. Su misión es protegerte.
—¿Eran los mismos? —indagó con
asombro y en un hilo de voz.
—¿La presencia que detectamos
a la salida de aquel bar? —Frunció su ceño y habló con seriedad—. Sí, era la
misma.
—Entonces Belial le teme a los
ángeles. —Se puso de pie y caminó a donde estaba el resto de la ropa.
—Así parece —musitó volviendo
sus ojos al suelo, recordando que tal vez tendría que enfrentarse al chico.
—¿Qué dijeron? —consultó
terminando de vestirse.
—No mucho. —Detectó que algo
se acercaba—. Lo que ya sabes y…
Se puso de pie con rapidez y
corrió al bar, apenas abrió la puerta que dividía las habitaciones con la
cantina, distinguió la figura de la presencia que había detectado. El chico
gritaba su nombre por atrás, pero lo ignoró.
Ella levantó su mano y la
presencia se elevó a los cielos, arrastrando su espalda contra la pared,
intentando soltarse de las amarras invisibles en su cuello que lo
estrangulaban, aunque le resultará imposible.
En el bar, Rachel miraba
sorprendida, para que la chica hiciera eso quien entró no debía ser humano,
sino una criatura sobrenatural.
*
* * * *
La lluvia caía con fuerza,
empapando al ser que avanzaba con rapidez buscando al chico herido. Con su ceño
fruncido esperaba que no estuviera en malas manos, no sabía con exactitud a
quien pertenecían esas presencias, pero sí estaba seguro que eran las mismas
que años atrás llegaron cuando el demonio golpeaba a Bastian.
Apretó sus puños y detuvo su
paso. El camino que debía seguir estaba trazado, pero la lluvia le molestaba
bastante, no le gustaba, le traía malos recuerdos.
Se desvió unos metros al sur y
encontró una cueva, entró en ella y buscó algunas ramas. Encendió una pequeña
fogata y esperó a que el cielo dejara de llorar, aprovechando de secarse un
poco la ropa. Cerró sus ojos y descansó, hasta que los débiles rayos del sol
golpearon con suavidad su cara.
Se puso de pie, olfateó el
aire y se concentró. No encontró rastro alguno de quien buscaba, quien lo
tuviera, lo había escondido bien. Suspiró, salió de la cueva y dio un salto en
la dirección que había fijado la noche anterior, corriendo lo más rápido que pudo.
Paró de pronto, por un momento
la presencia fuerte del chico se hizo presente, abrió sus ojos mostrando
asombro, algo no andaba bien.
—Por lo menos estoy cerca
—susurró frunciendo su ceño—. Tendrás que explicar muchas cosas, niño.
Sonrió y continuó con paso
acelerado hasta llegar frente a una posada, caminó con calma los últimos metros
que le quedaban para la puerta. Dentro del lugar había un humano y cerca de
allí se sentía otro. Pero no había rastro del vampiro, aunque sí se percibía un
poco de su olor.
Giró la manilla con suavidad,
abrió la puerta y entró. Sólo eso le bastó para ser tomado con fuerza del
cuello, a la vez que su espalda se arrastraba por la pared, elevándolo varios
centímetros del suelo.
*
* * * *
Lentamente comenzó a abrir sus
ojos, un fuerte dolor de cabeza le recordó el golpe propinado por el vampiro de
ojos grises. Apretó sus puños y soltó un grito lleno de rabia. La lluvia había
empapado por completo su ropa.
Se puso de pie con dificultad,
se encontraba desorientada y Perdida. No tenía idea cuanto tiempo había
permanecido inconsciente. Husmeó el aire, intentando buscar el aroma de su
agresor, pero no obtuvo resultados positivos. Volvió a gritar con rabia,
mostrando sus negros ojos de vampiro.
Con su puño golpeó con todas
sus fuerzas el tronco del árbol donde había golpeado su cabeza, provocando que
se remeciera por completo para luego caer dejando a la vista algo de su raíz.
Volvió a olfatear el aire y percibió a lo lejos el olor de la chica a quien
debía buscar, sonrió, por lo menos sí tendría con quien divertirse.
Los rayos del sol aparecieron,
dejando de lado la lluvia. Mientras la vampiro daba un salto y corría a toda
velocidad rumbo a donde su olfato le indicaba. Pero, un olor conocido y la
curiosidad la hicieron desviarse, llegó en pocos minutos frente a dos figuras
que dormían en una casa deshabitada.
—¿Y el otro de ustedes? —preguntó
con burla al verlos acostados en el suelo.
—¿Y la chica? —cuestionó el de
ojos azules incorporándose y mirándola con desprecio.
—Estoy en eso —contestó con
furia—. No me digas que les ganó, nuevamente —se carcajeó.
—No estoy para burlas de
alguien como tú. —La de ojos violetas se puso de pie y elevó del cuello a la
vampiro con el poder de su mente.
—¡Basta! —gritó Seth—. Estamos
trabajando juntos. —Su hermana dejó caer a la de cabellos negros.
—¿Dónde está Bastian? —preguntó
con dificultad, aún no se recuperaba bien del golpe en la cabeza y ya le
intentaban quitar el aire.
—No sabemos —respondió el
mayor—. Desapareció.
—No creo que se fuera así como
así —se burló mirando a la que había intentado hacerle daño—. ¿Los golpeó
mucho?
—No —contestó con una media
sonrisa la mujer—. Lo dejamos casi muerto, pero lo han salvado.
—¿Quiénes? —Consultó asombrada
pensando en Ethan.
—Eso es algo que no te revelaremos
—la voz autoritaria de Seth resonó en el lugar vacío—. Si quieres saber,
pregúntaselo a Belial.
Janice les dio la espalda y se
dispuso a marcharse del lugar, pero se detuvo.
—¿Qué día es hoy? —preguntó
mirando a Seth.
—El cuarto desde que Belial se
marchó —contestó mirándola con seriedad.
La vampiro abrió sus ojos con
asombro, sólo le quedaba un día para encontrar a la chica. Salió
apresuradamente del recinto, en dirección a donde su olfato le había indicado
antes de desviarse a hablar con los primos de Bastian.
Rápidamente avanzó a campo
abierto, hasta que llegó frente a un árbol y varias ramas que ocultaban algo. Las
movió y vio un auto clásico. Suspiró y golpeó con fuerza el suelo de una patada.
Respiró profundo y husmeó en el aire, el carro pertenecía a quien buscaba, su
olor estaba impregnado por todas partes. Y no solo el de ella, sino que también
el de Bastian.
Allí se quedó, haciendo
guardia. Si lo había dejado de esa manera, volvería por él. Tarde o temprano lo
haría, esperando que fuera más temprano que tarde.
No se dio cuenta que dos
demonios la siguieron, pensando en que iría con Bastian. Una gran decepción se
llevaron al ver que la vampiro se sentó en el suelo frente a un auto. El mayor
frunció su ceñ, y comenzó a caminar en dirección a la casa donde se encontraban
antes.
—Extraño mi olfato de vampiro
—susurró la mujer caminando junto a él.
—Yo igual —respondió apurando
el paso.
*
* * * *
Terminó de vestirse con
rapidez, tenía curiosidad de saber que había pasado con esos ellos, y la chica debía explicarle
aquello. Una presencia conocida y agradable sintió que se acercaba. Sonrió para
si, por suerte él venía, así aclararían las dudas todos juntos.
—¡Hayley! —gritó al notar que
la chica salía corriendo en dirección a la entrada de la posada—. ¡Hayley!
—Volvió a gritar, pero la mencionada lo ignoró.
Cuando llegó junto a ella,
tenía a su amigo sujetado del cuello y colgando con su poder mental. Lo miró y
le sonrió, él no se merecía eso.
—¡Ethan! —exclamó con asombro
caminando hacia él—. ¿Lo bajas?, es mi amigo. —Miró de reojo a Hayley.
—Pensé que era uno de los que
te habían golpeado —respondió soltando el cuello del mayor y bajándolo con
suavidad hasta dejarlo de pie apoyado en el suelo—. No fue mi intención hacerte
daño. —Miró al de ojos grises con el ceño fruncido.
—Para mí también es un gusto
conocerte al fin, Hayley —le sonrió acariciando su adolorido cuello—. Creí que
debería rescatarte de Belial, esta vez. —Abrazó al vampiro con fuerza.
—¿Esta vez? —preguntó
respondiendo el saludo—. ¿Cuándo me has rescatado?
—No me hagas dejarte en
vergüenza frente a tu chica —susurró alejándose un poco de él—. Linda
guardaespaldas te conseguiste —le guiñó un ojo.
—¡Hayley! —La voz autoritaria
de Rachel interrumpió todo, y las miradas se clavaron en ella—. Estás en
problemas, jovencita.
—No se preocupe —habló con
respeto caminando hacia el bar para sentarse—. Le aseguro que toda la culpa la
tiene él —señaló con la mirada a Bastian—. No tiene que regañarla a ella.
—Yo pensaba que eras mi amigo
—suspiró el mencionado frunciendo su ceño—. Soy Bastian O’Ryan, un vampire. —Hizo
una seña en forma de saludo a la cantinera que los miraba extrañada—. Y él es
Ethan Fellon, otro de la misma raza.
—Es un placer —dijo clavando
sus ojos en Rachel y sonriéndole, para luego voltear a ver a la chica—. De ti
he oído mucho, durante varios años, me alegra al fin conocerte. ¿Me puedes
decir en dónde encontraste la cadena que está en tu bolsillo?
—¿Qué cosa? —consultó
confundida metiendo su mano en los bolsillos, hasta encontrar lo que mencionaba
el vampiro—. ¿Esto? —Caminó hasta el de ojos grises y se lo pasó—. ¿Cómo sabías
que lo tenía?
—Tengo buen olfato —sonrió
mirando a Bastian—. Pertenece a Owen. —Le lanzó la cadena al chico, este la
recibió sin problemas y la olfateó—. Eso fue lo que no te alcancé a decir,
desaparecieron la otra noche, una de las vampiros llegó a preguntarme si los
había visto, ya que Owen había quedado de salir con ella, pero no los sentí
cerca. Pocas horas después una gran energía maligna llenó el ambiente, ¿la
sentiste?
—No, nada —contestó mirando el
objeto.
—¿Estaban juntos aquella
noche? —preguntó Rachel mirando a ambos chicos, Hayley asintió con la cabeza—.
¡Vaya, qué pareja hacen! —Frunció su ceño mientras sacaba la carpeta con el
mapa—. La energía se centró en este lugar. —Señaló, Ethan fijó su mirada con
atención y Bastian llegó rápidamente a observar, la chica se sentó un lugar
apartado del vampiro de grises ojos, mirando al frente.
—Lo que hicieron allí fue un
ritual —dijo mirando al suelo—. No sé para qué, pero uno de los cuerpos que
usaron fue el que nombran, porque en esa casa encontré la cadena. El culpable
fue Belial.
—¡Odio buscar información en
libros! —La voz de Noah resonó en el recinto luego de abrir la puerta—. ¡Y más
cuando la que lo necesita no lo agradece! —Continuó reclamando sin darse cuanta
de los presentes.
—Gracias, Noah. Pero yo no te
pedí ese favor —respondió con algo de enojo y mirando al chico.
—No quiero peleas. —Rachel
golpeó con la palma de la mano la mesa.
—Así que tú eres Noah —se
burló Bastian sentándose junto a Hayley y abrazándola por el cuello, cuidando
de no tocar su piel.
—¿Tú debes ser Bastian? —indagó
con burla caminando hacia donde todos estaban reunidos—. El que desapareció de
la faz de la tierra mientras ella te buscaba incansablemente.
—No quiero peleas infantiles
en este momento. —Ethan se puso de pie mostrando su autoridad frente a todos,
las miradas se clavaron en él—. Estoy tratando de salvar tu pellejo. —Miró al
vampiro—. Así que ¿me ayudas o te vas con Belial? No tienes otras opciones.
—Bastian dejó de abrazar a la chica y bajó la mirada—. Soy Ethan. —Extendió su
mano al recién llegado—. Supongo que eres un cazador, amigo de Hayley, si es
así espero que nos ayudes. —El chico respondió el saludo—. Si no te molesta
trabajar con vampiros. —Dejó a la vista sus colmillos y sus ojos negros, Noah
lo miró con sorpresa no se esperaba algo así.
—Podrían ser un poco más
suaves para las presentaciones —musitó Hayley meneando la cabeza en forma de
desapruebo—. ¿Qué dicen si vamos a hablar a la habitación de atrás?
—¿Por qué? —preguntó Bastian
confundido—. ¿Qué no son lo mismo todas las habitaciones?
—No lo son —contestó la chica
poniéndose de pie—. Esa habitación no permite la entrada de demonios, está
construida por completo con hierro.
—Creo que es el mejor lugar
para que hablemos. —Rachel salió del bar y se paró junto a Hayley—. Así podemos
compartir la información que tenemos.
—Entonces vamos a ese lugar
—sonrió Ethan caminando a la salida—. Después de usted. —Hizo una reverencia a
la dueña de casa.
Rachel salió seguida por
Ethan, Bastian se puso de pie y caminó tras ellos. Hayley se quedó atrás con
Noah.
—Prometo que todas tus dudas
se explicarán ahora. —Lo miró con seriedad.
—Está bien —contestó
frunciendo el ceño y caminando hacia la habitación.
La medio ángel suspiró y los
siguió, cerró la puerta del local tras de sí y puso el cartel de cerrado.
Caminaron seriamente hasta
llegar al galpón, Rachel giró la manilla y entró. Ethan la siguió y luego
Bastian, para continuar con Noah y finalizar con Hayley, quien volvió a cerrar
tras de sí, creando un campo igual al que protegía al vampiro en su habitación.
—Esto no es de hierro —suspiró
el vampiro de ojos grises, la medio ángel pasó por delante de él y le dio un
pequeño pero fuerte empujón.
—No la hagas enojar —musitó
Bastian atrayendo la mirada de su amigo que se había perdido en la chica
después del golpe—. ¡Cuántos libros! —exclamó observando todo a su alrededor—.
De seguro aquí encontramos algo.
—Ya lo hicimos. —La voz de Noah
interrumpió la observación del vampiro—. Lo poco y nada que encontramos, no sé
si les servirá de algo.
—¿Entran? —preguntó de manera
molesta Hayley abriendo la compuerta que los guiaba al sótano.
—Eso si es de hierro —sonrió
Ethan al ponerse en camino al lugar donde indicaba la chica.
La medio ángel fue la primera
en entrar, encendiendo las luces del oscuro lugar a medida que avanzaba. Una
vez que todos estuvieron adentro, Noah cerró la puerta y el silencio reinó en
el lugar. El de grises ojos se apoyó en la mesa. La dueña de casa se sentó en
una de las sillas. Su sobrino, frente a ella, se quedó de pie cerca de la
escalera. Bastian se acercó a Hayley, quien se había quedado apoyada en la
pared, quedaron de tal forma, que todas sus miradas se encontraban en el centro
de la habitación.
Eran tantas las interrogantes,
que ninguno se atrevía a abrir la boca para comenzar a salir de las dudas,
todos miraban el suelo, con excepción de Noah, que había clavado su vista en
los dos chicos apoyados en la pared.
—Tengo una pregunta. —Su voz
ronca se escuchó con fuerza en el lugar, las miradas lo atravesaron—. ¿Cómo fue
que te libraste de mí en la cabaña el día que volviste?
El chico de mirada miel
frunció su ceño, se cruzó de brazos y piernas. Bajó su vista a un punto perdido
en el suelo. La chica a su lado suspiró y lo observó por unos segundos, para
luego mirar a Noah.
—Ya es hora que sepas la
verdad —musitó frunciendo su ceño y dando unos pasos al frente, las miradas se
clavaron en ella—. Será mejor que cierren un momento sus ojos —les recomendó a
cada uno de los presentes.
Se detuvo en el centro de la
habitación, donde todas las miradas chocaban, y sacó sus alas, que brillaron
cubriendo todo el lugar. El resto de los presentes tuvieron que taparse la cara
con sus manos, ya que el resplandor había sido demasiado intenso. Lentamente la
luz que provenía de las lámparas colgando del cielo fueron las únicas que
iluminaban, invitando a que los demás quitaran sus manos de la cara y abrieran
los ojos, aunque un poco encandilados.
—Esto es lo que soy —dijo
mirando a un aturdido Noah con la boca abierta—. Un ser que no tiene raza,
mitad ángel, mitad humana, con las alas manchadas con negro por todas las vidas
que he quitado.
—¡No vuelvas a decir eso,
Hayley! —La voz autoritaria de Rachel sonó en el recinto—. Bien sabes que el
motivo por el que tus alas están así, no es el que dijiste.
—Son de ese color porque es la
forma en que te reconocerían —musitó Bastian mirando la espalda de la chica.
—De todas las cosas que he
oído —suspiró con asombro Noah, poniéndose de pie y caminando hacia ella—.
Nunca pensé que vería a un ángel. —La tomó de las manos, provocando un extraño
sentimiento en el vampiro—. Te ayudaré en lo que sea. —La abrazó, la chica
guardó sus alas y respondió la muestra de cariño del chico.
—Gracias —susurró, nunca pensó
que él reaccionaría de esa manera. Era uno de los motivos por los cuales nunca
le había revelado ese secreto, imaginaba que saldría enfurecido del local,
vociferando lo que era—. Creo que tendrás que seguir leyendo libros —sonrió al
momento de soltarlo.
—¿Dónde están? —preguntó Ethan
con curiosidad, la chica volteó a mirarlo—. Son bastante grandes para tu
espalda y no rompen tu ropa.
—¿Por qué siempre te fijas en
cosas tan pequeñas? —cuestionó Bastian con el ceño fruncido sin moverse del
lugar donde se encontraba.
—Para ser un buen investigador
—sonrió mirándolo—, debo observar hasta el detalle más pequeño.
—Siguen en el mismo lugar que
las viste por última vez —respondió Hayley un tanto sorprendida por la actitud
del vampiro de ojos grises—. No las guardo, ni nada, simplemente dejan de estar
visibles y de ser un peso para mí.
—Aun así —habló el menor de
los vampiros arqueando una ceja—, ¿tu ropa debería estar rota?
—No necesariamente —contestó
Rachel poniéndose de pie y señalando la espalda de la chica—. Sus alas no están
pegadas a su cuerpo. Son parte de ella, pero como un complemento. Es por eso
que le molesta el simple contacto con su espalda. —Puso sus manos en el lugar
mencionado y la chica se estremeció.
—Me siento como un objeto de
experimentos —reclamó alejándose un poco de Rachel y caminando hacia Bastian.
—Ahora, otro punto importante.
—Ethan frunció su ceño y dejó a la vista su autoridad—. ¿Qué fue lo que
encontraste en esa casa?
—Se encontraba en llamas
cuando llegué. —Su mirada seria se clavó en el vampiro mayor, una vez que se
apoyó al lado de Bastian—. Pero cuando me dejaron entrar a inspeccionar, pude
ver que en una de las habitaciones el suelo no se había quemado por completo.
Me acerqué a mirar y vi los rastros de un ritual. Al salir de allí encontré la
cadena. —Observó la mano del vampiro de ojos miel que apretaba con fuerza el
objeto—. Los bomberos me dijeron que encontraron tres cuerpos, pero todos se
hicieron polvo y no por estar muy quemados.
—Alan, Chase y Owen —susurró
el chico clavando su mirada en el suelo—. Janice tiene que haberlos llevado,
por eso tenía el aroma de ellos en su cuerpo.
—¿Quién es Janice? —indagó
clavando su mirada en el chico.
—Su hembra alpha —se burló Ethan, Bastian le regaló una mirada de
desapruebo, Hayley se fue a sentar a la otra orilla de la sala, con el ceño
fruncido y los brazos cruzados.
—¿Esta Janice que tiene que
ver con Belial? —preguntó mirando al de ojos grises.
—Lo ayuda —respondió cortante
y mirando a la chica—. Hace unas noches lo comprobé, ella misma me lo afirmó. —Clavó
su vista en Bastian, éste lo miraba algo asombrado—. Cuando te salvó aquel día
sólo fue para acercarse a ti y ganarse tu confianza.
—Debí imaginarlo —contestó
apretando sus puños con fuerza.
—Belial le prometió el Cielo.
—Su voz burlesca llamó la atención de todos—. Eso sí, y por lo que pude
deducir, ella debía obedecer al demonio en todo lo que pedía. Intuyo que su
principal trabajo era convencerte para que te le unieras.
—Por eso también volvieron mis
primos —susurró buscando la mirada de la medio ángel, esta miró hacia otro
lado.
—No estoy entendiendo. —Noah
interrumpió la conversación moviendo sus manos en señal de negación—. ¿De qué
hablan?
—Será mejor que busques en tus
libros —se burló Bastian clavando su mirada en él—. No creo que sirvas mucho en
una batalla.
—¡¿Quieres probar mis puños,
estúpido vampiro?! —gritó enojado a la vez que caminaba hacia el chico.
—¡Eso sería un placer! —respondió
avanzando hasta tener al humano frente a él, era un poco más bajo, casi de la
estatura de Hayley, no le resultaría difícil golpearlo.
—¡Basta! —gritó la medio ángel
poniéndose de pie, a la vez que ambos chicos salían disparados hacia atrás, en
dirección contraria uno del otro, chocando sus espaldas con las paredes—. Les
recuerdo que la puerta está allí —señaló con la mano la compuerta—. Si no van a
cooperar, pueden irse. —Su ceño fruncido se clavó en el humano—. Supongo que no
les costará abrirla con su súper fuerza. —Miró al vampiro—. Te aviso que aún
estás débil, si quieres salir y que te lleve Belial nadie lo impedirá.
—Yo no pude haberlo hecho
mejor —dijo con burla Ethan a la vez que la chica se sentaba en el lugar de
antes—. Respondiendo a tu pregunta. —Clavó su mirada en Noah, que seguía
apoyado en la pared sin moverse—. Todo se basa en una profecía, de la cual no
sabemos mucho, pero tenemos una pista fundamental. —Sus ojos se posaron sobre
la chica—. ¿Dónde está el diario de tu padre?
—¿Qué sabes de eso? —cuestionó
poniéndose de pie, si bien el vampiro era amigo de Bastian, eso no significaba
que le tomaría confianza tan rápido.
—Sólo sé que existe y tiene
información importante —sonrió, notó la desconfianza de ella en su mirada.
—Siempre lo vi escribiendo
—respondió frunciendo su ceño—. Nunca me lo enseñó, no sabía nada de la
profecía hasta que Bastian me lo comentó —suspiró pensando en lo sobreprotegida
que la tenía su padre—. Y los ángeles lo respaldaron. —Las miradas de asombro,
tanto de los humanos como la del vampiro de ojos grises, se posaron en ella—.
Del diario no sabía nada, desapareció días antes de la muerte de mi padre, pero
gracias a Rachel sé su localización exacta. Iba por él, aunque tuve que
desviarme al sentir la presencia de Bastian desaparecer.
—¿Ángeles? —musitó Rachel.
—¿Cómo que ángeles? —preguntó
Ethan en conjunto con Rachel.
—Los que espantaron a Belial
ese día —respondió el vampiro menor, pegado a la pared intentando soltarse.
—Tres de esas creaturas se
aparecieron en mi camino —habló Hayley mirando al vampiro de ojos miel—. Me
dijeron que son los encargados de protegerte y a la vez de vigilarme. Te
dejaron a mi cargo. —Quitó su vista de él y miró a Ethan—. También mencionaron
el diario, los demonios lo buscan y no descansarán hasta encontrarlo…
—Richard —suspiró la mujer
interrumpiendo el relato de la chica.
—Quédate tranquila, él es un
buen cazador —le sonrió la medio ángel.
—Un momento. —Ethan hizo la
señal de tiempo con sus manos—. Por lo que averigüé el diario está en una
iglesia.
—Nadie ha dicho lo contrario
—contestó Rachel—. Está en una iglesia y Richard es su custodio.
—Entonces creo que sólo
tenemos una opción… —susurró Hayley antes de ser interrumpida.
—Ir por el diario —terminó la
frase el de ojos grises, la chica asintió—. Creo que los tres. —Miró a ambas mujeres—,
haremos un buen equipo.
—Ahora que está decidido lo
que sigue. —Bastian interrumpió las miradas de la medio ángel, el vampiro y la
humana—. ¿Nos sueltas?
—Si vuelven a pelear. —Lo miró
amenazante a ambos, que se encontraban en cada una de las esquinas opuestas de
la habitación—. Les juro que no seré tan suave —sonrió con malicia—. Usaré
todas y cada una de las cosas que están allí arrinconadas. —Señaló con la mano
el montón de armas y objetos de torturas que guardaba Rachel—. Que por suerte
para ustedes, estaban amontonadas al momento que los empujé a las paredes. —Los
chicos cayeron con lentitud al suelo, se miraron con odio y se acercaron al
centro de la conversación.
—¡Qué bellas cosas tienen
aquí! —exclamó Ethan al ponerse de pie y caminar hacia las armas.
—Una pequeña colección
—respondió Rachel desde donde estaba—. Básicamente para hacer armas en defensa
para los demonios, que son los más difíciles de matar.
—Será mejor que vaya por el
diario. —La voz seria de la chica detuvo el paso del vampiro de grises ojos.
—¿No pretenderás ir sola? —preguntó
con algo de enfado en su voz, girándose para mirarla.
—Desde que murió mi padre,
trabajo sola —contestó mirándolo con el ceño fruncido.
—Pero ahora es distinto, niña
—dijo con sarcasmo—. Estamos juntos en esto, y juntos iremos por el diario.
—¿No confías en mí? —cuestionó
arqueando una ceja.
—¿Por qué he de hacerlo? —Su
mirada gris se clavó en la verde de la chica, que por unos momentos brillaron
doradas—. No, niña, eso no funciona conmigo.
—¡Genial! —exclamó con algo de
enfado—. Más vampiros raros.
—Si piden mi opinión
—interrumpió Bastian, ganándose las miradas de ambos—. Creo que Ethan tiene
razón, no es bueno que vayas sola, sabiendo que los demonios van por lo mismo.
—Está vez le daré la razón al
estúpido vampiro —añadió Noah de mala gana.
—Juntos trabajaremos major. —El
de ojos miel clavó su mirada de enfado en el humano.
—Tú no irás a ningún lado. —La
mirada seria de la chica lo distrajo de su pelea con Noah—. Estás débil y te
quedarás aquí.
—Sí iré y no me lo impedirás.
—Su mirada se posó en la chica.
—Dije que no… —alcanzó a decir
antes de ser interrumpida.
—Si siguen peleando, el diario
se lo llevarán los demonios, y no quiero ni pensar en cómo quedará Richard. —La
voz de Rachel los hizo mirarla, sonaba con poder—. ¡Será mejor que se preparen
y vayan por el maldito cuaderno de una vez!
—Está bien, tía —sonrió de
medio lado Noah—. Pero no te enojes, que te hace mal.
—Noah, ve y saca alguna de las
armas para demonios —le ordenó a su sobrino aniquilándolo con la mirada, el
chico asintió con algo de miedo y se dirigió al montón de armas arrinconadas—.
Hayley, será mejor que aceptes la ayuda y trabajes junto con ellos…
—Pero… —interrumpió a Rachel
haciendo pucheros.
—Esta vez no, jovencita. —La
miró con reproche sin dejar que terminara de hablar—. He dicho que trabajarás
en conjunto y así lo harás.
La chica se sentó junto a la
cantinera, bajo las miradas de asombro de los vampiros, que no sabían qué hacer
frente a la situación. La mayor de las mujeres había puesto orden en sólo unos
minutos, tenía al chico buscando armas y a la medio ángel en silencio junto a
ella.
—Mi turno de los regaños
—sonrió Ethan clavando su mirada en el chico—. ¿Qué te pasa con el humano? —preguntó
en susurró tomándole del brazo.
—¿No viste como miraba a
Hayley? —cuestionó frunciendo el ceño sin dejar de mirar a su tutor.
—Serás… —suspiró con algo de
risa—. No es hora para ponerte celoso —sonrió—. Además por lo que noté, ya la
marcaste.
—Sí lo hice. —Se le iluminó la
cara con la sonrisa que se le dibujó.
Continuaron hablando en
susurrus, mientras Rachel le enseñaba un calendario a Hayley, ésta con el ceño
fruncido, miraba hacia el suelo.
—Desde mañana en la noche
—dijo la mayor—. Hasta dos días más.
—Bien, bien —contestó de mala
gana—. Es lo que tengo que pagar por ser lo que soy.
—¡Hayley! —exclamó a modo de
regaño—. Ya basta con ese asunto, es algo que te sucede todos los años…
—Pero si no tuviera esas cosas
sobre mi espalda —interrumpió clavando su mirada seria en la mayor—. Nada pasaría.
—¿Pasar de qué? —preguntó con
curiosidad Bastian que se había puesto en alerta cuando escuchó gritar el
nombre la chica.
—Nada importante —contestó la
medio ángel cruzándose de brazos.
—No están —interfirió Noah
caminando hacia ellos—. No hay ninguna daga, cuchillo o espada que sirva para
atacar a los demonios.
—¿Cómo que no? —indagó
preocupada su tía—. Pero si estaban allí la última…
—Esa vez mi padre sacó una
daga, ¿recuerdas? —Hayley interrumpió a la mayor—. Fue cuando desapareció el
diario, era la penúltima que quedaba. La otra la tengo yo.
—Genial —reclamó el humano
dejándose caer sentado en el suelo—. Ahora estamos indefensos.
—Habla sólo por ti. —El menor
de los vampiros dio su opinión—. Nosotros podemos enfrentarnos a los demonios
sin problemas y sin armas.
—Yo aún tengo la pistola
—añadió la chica—. No es culpa de nosotros que nunca te aprendieras el párrafo
en latín.
—¡Vaya! —exclamó con burla
Ethan—. Y yo que pensaba que Bastian era el único que no recordaba aquel verso.
—Mi ángel se quedó escondido —suspiró con cansancio, esperando detener
una posible pelea—. Tendremos que ir en tu camioneta. —Miró a Noah.
—¿Iremos con el humano? —preguntó
enojado el vampiro menor.
—¡Bastian! —gritó Ethan en
forma de regaño—. ¿De qué hablábamos recién?
—Está bien. —Cruzó sus brazos
y se mantuvo callado.
—Yo paso mi camioneta —sonrió
de medio lado—. Pero el vampiro estúpido viaja atrás, en la parte de la carga.
—¡Noah! —Esta vez el regaño
vino por parte de Rachel. El chico se puso serio y se mantuvo en silencio, al
igual que el vampiro.
—¿Dónde queda la iglesia? —preguntó
Ethan acercándose a la dueña de casa.
—Varios kilómetros al noreste
de aquí —contestó buscando un mapa que se encontraba sobre la mesa, junto a los
libros—. Precisamente en este lugar —señaló con el dedo.
—Tardaremos como un día en
llegar —musitó Hayley poniéndose de pie—. Si partimos ya.
—Esto llega caído del cielo
—murmuró Ethan caminado tras la chica—. Necesito un poco de acción.
Salieron del sótano y
caminaron fuera de la habitación con rapidez. Entraron en la posada. Los
vampiros esperaron sentados en el bar, junto con Noah, mientras Hayley iba por
algunas de sus cosas y Rachel guardaba municiones y comidas.
Los chicos en la posada se
mantenían en silencio, Ethan sonreía al ver las miradas de odio entre el
vampiro y el humano.
—¿Qué pasó con Janice? —preguntó
al recordar que la vampiro se había quedado con su tutor.
—La dejé durmiendo —le sonrió
recordando el golpe que le dio en la cabeza—. Aunque ya debe haber despertado y
con dolor de cabeza.
—¿La golpeaste? —indagó sin
mostrar sentimientos hacia el ser.
—No quería que fuera a
contarle a Belial que ya sabemos que ella lo ayuda —contestó guiñándole un
ojo—. Además, hace tiempo que se buscaba un golpecito.
—En eso tienes razón. —Lo miró
a los ojos—. Debí imaginar sus intenciones. —Golpeó con fuerza la mesa.
—No te martirices —le sonrió
mirándolo a los ojos—. Que aún no aprendes a leer la mente —se burló.
—Así como dices —suspiró a la
vez que miraba hacia el pasillo por donde venía Hayley—. Todo pasa por algo.
—¿Están listos? —cuestionó la
chica al llegar al centro del lugar.
—Lo estamos —contestó Ethan.
—Entonces, vamos —suspiró
caminando a la salida.
—¿Se irán sin comida y
municiones? —La voz de Rachel los detuvo.
—Si todo regresa tal cual como
lo preparaste —dijo al recibir el pequeño bolso—, no me culpes, bien sabes que
no vamos de picnic.
—Ten cuidado —susurró
seriamente mirando a la chica—. Trata que todo sea antes de mañana por la
noche.
—No exageres. —Frunció su
ceño—. Soy buena con los golpes.
—Ya vete. —La mayor le dio un
abrazo y la chica se giró para salir de la posada.
Al llegar afuera, vio que Noah
estaba sentado en el piloto y junto a él iba Ethan. Atrás, y mirando por la
ventana se encontraba Bastian, suspiró y se subió al vehículo.
—Acelera hasta el fondo Noah
—le ordenó al chico—. Necesitamos llegar pronto, y no te preocupes por los
policías.
El humano obedeció al instante
y en pocos segundos se encontraban recorriendo la carretera a toda velocidad.
Pasaba de medio día cuando salieron de la posada. El silencio dentro de la
camioneta se volvió incómodo, tanto así que los dos chicos sentados atrás, lo
único que hacían era mirar por las ventanas.
Ninguno se atrevía a mirarse,
ella se sentía dolida porque él no le había dicho nada sobre su hembra alpha, y él no sabía cómo empezar
a explicarle que Janice no era nadie en su vida.
El camino continuó lentamente
para ambos, y los que iban sentados adelante los miraban de vez en cuando de
reojo. El vampiro mayor sonreía a causa de los dos chicos tan infantiles que
viajaban atrás, y el piloto no entendía que le veía la chica a aquel estúpido
vampiro.
*
* * * *
Acababa de llegar de la
comisaría, hace poco sus ayudantes de la iglesia se habían marchado, les dio la
tarde libre. Algo le decía que otro de los seres volvería.
Un día pasó desde que la chica
demonio fue en busca del diario, y esperaba que en cualquier momento se
aparecieran unos cuanto. No temía, pero sí pensaba en qué pasaría si ellos
lograran vencerlo. Suspiró y cerró la puerta de entrada principal.
—Richard Trump —escuchó tras
él—. Tanto tiempo sin vernos. —Una voz burlona resonó en la fría iglesia.
—No pensé volver a verte —giró
para mirar la figura que hablaba.
—Para que veas las vueltas que
da la vida, hermanito —susurró mostrando el cambio que sufrían sus ojos
castaños, convirtiéndose por completo en un azul oscuro.
—Vaya, veo que te han
ascendido. —Se burló al ver su nuevo color de ojos—. Ya no eres un simple peón
de negros ojos.
—Las cosas han cambiado mucho
desde que hice mi pacto. —Frunció su ceño—. Cuando tú y Evans me mandaron al Infierno,
juré venganza. Y el momento ha llegado.
—¿Vienes por el diario? —preguntó
ignorando el comentario de su hermano.
—No, yo vengo por la venganza
—sonrió—. Ellos vienen por el diario. —Tres demonios de negros ojos se hicieron
presentes en el acto—. Vayan por lo que necesitan —les ordenó sin dejar de
mirar al sacerdote.
Los tres seres obedecieron,
caminaron con prisa por toda la iglesia, buscando el cuaderno del cazador. Se
separaron para rastrear con más facilidad.
—De todas maneras no podrán
sacarlo —se burló Richard mirando a su confiado hermano.
—Es hora de escuchar tus
suplicas y lamentos. —Frunció su ceño a la vez que el sacerdote se elevaba
varios metros, hasta casi llegar al cielo de la iglesia.
—Insisto —susurró intentando
quitarse las amarras invisibles de su cuello—. Debiste dejarme el arma.
Su cuerpo cayó con fuerza,
rompiendo el pequeño altar decorado con múltiples flores. Se puso de pie con
dificultad, lamentablemente para él los años estaban en su contra. Ya no tenía
la resistencia a los golpes de antaño, y en lo único que podía pensar, era en
el perdón de Dios, sentía que su hora se aproximaba.
Volvió a elevarse, esta vez el
demonio lo lanzó contra una de las columnas, agrietándola por completo. Una
línea de sangre apareció en la cabeza del cazador, no se puso de pie, esperó
que su hermano llegara junto a él.
—¡Me convertí en esto por ti!
—gritó con furia al darle una patada al cuerpo del sacerdote—. ¡Ibas a morir y
yo di mi alma a un demonio para que te salvara¡ ¡¿Es así como me pagas?! —Lo
tomó del cuello y lo levantó con su mano—. ¡¿Mandándome al Infierno?!
—No fue por el demonio que
seguí con vida —musitó en un hilo de voz—. Ese ser te engañó para que vendieras
tu alma. —Tosió con fuerza—. Cuando hiciste el pacto yo estaba bien. —Sintió
que sus fuerzas abandonaban su cuerpo.
—¡No te lo perdonaré nunca! —exclamó
con ira lanzando a su hermano contra otra columna.
Un fuerte golpe se escuchó
desde la parte trasera de la iglesia, el demonio de azules ojos observó en
dirección al ruido. Otro sonido más fuerte apareció al momento que una de las
paredes se rompía y dejaban a la vista el cuerpo de uno de los demonios,
bastante malherido. Y una capa de polvo cubrió el ambiente.
—Lo siento por la tardanza. —La
voz de chica irrumpió en el lugar, el demonio intentó verla, pero no le era
posible entre tanto polvo.
—Vamos a divertirnos. —Una voz
ronca de hombre fue la que habló esta vez.
La nube de polvo se disipó,
dejando a la vista del demonio cuatro seres con apariencias humanas. Tres
hombres y una mujer. Todos con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro, se
notaba que buscaban un poco de diversión a costa de ellos.
—¿Quiénes son ustedes? —pregunto
el de azules ojos.
—Los que te mandaremos al Infierno.
—Sonrió el de mirada gris, que en un rápido movimiento se volvió negra y unos
colmillos asomaron en sus labios.
—¡Vampiros! —exclamó con
burla—. Ustedes no podrán hacerme nada.
—Déjenme este a mí —sonrió la
chica—. Ustedes vayan por los otros tres. Más bien dos y medio. —Miró al que
estaba en el suelo.
—Como quieras —contestó el que
se había transformado.
—Dos vampiros y una mitad
ángel —susurró mirando al demonio a la vez que sus ojos se volvían dorados y el
ser salía volando hacia atrás chocando con la puerta de entrada.
—¡Hayley! —La voz de Richard
sonó apagada—. Que gusto que estés aquí.
—Quédate tranquilo —susurró
sentándolo apoyado en la columna—. Nosotros nos encargaremos de estas
molestias.
—Él tiene los ojos azules
—dijo con dificultad.
—Puedo sentir que su presencia
es diferente al resto —le sonrió—. Por eso no te preocupes.
—Así que tú eres la medio
ángel. —Se puso de pie quitándose un poco de la tierra esparcida en sus ropas—.
No puedo hacerte daño de muerte, pero me divertiré contigo hasta dejarte
moribunda.
—Error —sonrió mirando al ser
acercase—. No puedes matarme y no podrás tocarme un cabello.
Pasó por delante del sacerdote
hacia el demonio que sonreía, su ceño fruncido indicaba que quería acabar con
eso pronto. Si aquel ser tuviera los ojos negros, normales de un demonio, todo
sería distinto, con unos cuantos golpes acabaría con él. Pero no era así, ese
los tenía azules, demostrando que su rango había subido un poco.
Levantó su mano y arrojó al
demonio golpeándolo con la puerta de entrada, nuevamente. Logrando, esta vez,
abrirla, volvió a elevarlo y lo lanzó afuera del recinto. Tenían la ventaja que
la iglesia se encontraba alejada de las personas y la pelea se desarrollaría
más tranquila.
Un fuerte disparo se escuchó
en el interior del lugar, atrayendo todas las miradas de quienes se encontraban
adentro. El demonio que había sido empujado por Hayley cuando llegaron, fue el
que recibió el impacto.
—Uno menos —susurró Noah
guardando la pistola.
—Linda arma —sonrió Ethan
olfateando—. Uno en la puerta de la izquierda y el otro a la derecha.
—Me quedo el de la izquierda
—se apuró en decir Bastian.
—Yo el de la derecha —musitó
Ethan—. Chico, tú ve por el diario.
—Está bien —contestó
resignado—. ¿Las usarán? —preguntó mostrando el arma y la daga de Hayley.
—Creo que te serán de más
ayuda a ti —dijo el de ojos grises antes de perderse en la iglesia.
Avanzó hasta una de las
puertas de la izquierda, donde se encontraba uno de los demonios. De una patada
la derribó y entró directo a golpear al ser que lanzaba todo lejos tratando de
encontrar el cuaderno.
A pesar de aún no tener la
totalidad de sus fuerzas, no le costó darle un golpe al ser mandándolo contra
la pared, pero este se defendió elevándolo con su poder mental y arrojándolo a
la puerta, rompiendo todo a su paso, hasta llegar al salón principal, donde se
encontraba antes.
Se puso de pie y sacó sus
colmillos a la vez que sus ojos se volvieron negros, rápidamente se abalanzó
contra el demonio, que caminaba a su encuentro, hasta golpearlo en el pecho y
enviarlo hacia atrás, de vuelta a la habitación.
*
* * * *
Al abrir la puerta de la
derecha, se encontró con un fuerte golpe en la cara. El demonio que se
encontraba en su interior lo estaba esperando y lo recibió de la mejor manera.
El de ojos grises se enfureció, tomó al otro ser del cuello y lo elevó varios
pies, con todas sus fuerzas lo arrojó contra el suelo, rompiéndole varios
huesos. Aun así se levantó.
—Eso es lo mejor que puedes
dar —se burló mirándolo con sus negros ojos.
—¡Claro que no! —exclamó con
una sonrisa—. Eso apenas era el calentamiento.
Con un rápido movimiento, el
vampiro se lanzó al ataque del demonio. Lo tomó del cuello de la chaqueta y
corrió hasta golpear la espalda del ser con una de las columnas. Le mostró sus
colmillos y golpeó con su rodilla el pecho de su contrincante. Éste cayó de
rodillas al suelo, aprovechándose de eso, Ethan lo agarró del cabello, le dio
una vuelta en el aire y lo arrojó contra otra de las columnas, provocando que
esta se trisara.
De un salto llegó junto a su
oponente, que sangraba por varias partes de su cuerpo. Controlando su deseo por
aquel líquido, azotó con fuerza la cabeza del ser contra el suelo de cemento,
que lentamente comenzó a teñirse de rojo.
—¡Oye! —gritó Richard que se
encontraba cerca del vampiro—. ¡Usa esto! —Le hizo llegar por el suelo una
pequeña daga.
Ethan la recogió y se la
enterró en el corazón al demonio, éste dejó de respirar instantáneamente.
—Gracias —dijo volviendo sus
ojos a la normalidad, al igual que sus colmillos—. Aquí tienes. —Le entregó la
daga en la mano—. ¿Necesitas ayuda?
—¿No beberás mi sangre? —preguntó
al recibir el cuchillo.
—No bebo católicos —sonrió de
medio lado dándole su mano como apoyo.
—Seguramente antes de beberlos
les preguntas de qué religión son —se burló al recibir la ayuda y ponerse de
pie con esfuerzo.
—No lo hago —suspiró—. Me
alimento de vacas.
*
* * * *
El chico miró como los dos
vampiros desaparecían en las direcciones que habían dicho. Suspiró y observó a
su alrededor, la iglesia estaba casi en ruinas, ya no quedaba altar, los
asientos por todos lados, las columnas cayéndose en pequeños pedazo y algo se
movía en una de ellas.
—¡Richard! —gritó al recordar
al sacerdote. Corrió hasta llegar junto a él.
—¡Qué gusto verte, muchacho!
—exclamó al ver la cara de Noah.
—Hemos venido por el diario de
Evans —susurró encuclillándose frente al cazador apoyado en la columna.
—No son los únicos —suspiró
intentando sonreír—. Está en mi despacho, dentro de un cajón, envuelto en una
caja de hierro. Los demonios no pueden tocarla.
—En tu despacho —repitió al
ponerse de pie—. Voy por él.
Se apresuró en dirección a lo
señalado por el sacerdote, olvidándose por completo de él. Abrió la puerta con
una patada, ya que se encontraba con llave, y entró. Por suerte para él los
demonios estaban ocupados con los vampiros así que con total tranquilidad fue
al cajón y sacó el envase de hierro que cubría lo que buscaban.
—Con llave, genial —suspiró
buscando por todos lados el objeto que lograra abrirla.
Husmeó por varios minutos
hasta que encontró lo que necesitaba, abrió la caja y sacó el diario. Salió del
recinto.
—¡Lo encontré! —gritó una vez
que llegó a la habitación principal.
—¡Serás idiota! —La voz de
Ethan sonó a enfado—. ¡No podías decirlo más fuerte!
Un demonio se apareció por
atrás, lanzando a Noah unos metros lejos. Aun así no soltó el diario.
—¡Disculpa! —Se escuchó un
grito de parte de Bastian—. ¡No pude detenerlo!
—¡Y tú, ¿no puedes acabar con
un simple demonio?! —El mayor cada vez estaba más enojado—. ¡¿Acaso todo tengo
que hacerlo yo?!
—Calma —sonrió Bastian mirando
a su tutor—. Ahora lo mato.
El vampiro se lanzó contra el
demonio que se encontraba encima de Noah intentando quitarle el diario que el
chico aferraba con fuerza contra su pecho. Lo agarró y lo lanzó lejos del
humano, cerca de la puerta principal.
—¡Usa el agua bendita! —sugirió
Ethan al ver que el vampiro estaba al lado del recipiente.
Bastian volteó la mirada y a
su izquierda logró ver la pequeña pileta con agua, la tomó de la columna y le arrojó
el agua al demonio que se aproximaba, esperando que lo quemara, pero nada pasó.
El mayor miró al sacerdote con furia.
—No tuve tiempo de bendecirla
—susurró con algo de burla y pidiendo perdón.
—Estoy rodeado de inútiles
—musitó mirando por la puerta, esperando que la chica que peleaba afuera no le
diera los problemas que le daban los de adentro.
El de mirada miel al ver que
el agua no funcionó, le lanzó la pileta por la cabeza al demonio, este no
alcanzó a esquivarla y le provocó un corte en la frente. Con su poder mental
elevó al vampiro y lo remeció un poco. Éste intento hacer lo mismo, pero un
disparo resonó con fuerza. El cuerpo del demonio cayó sin vida, al mismo
momento que Bastian tocaba con sus pies el suelo del recinto.
—Yo podía con él. —Su mirada
furiosa se clavó en Noah, quien guardó el arma en su bolsillo.
—No lo parecía —sonrió de
medio lado para molestar al vampiro.
—Maldito humano —musitó al
momento que corría hacia él.
—¡Detente! —La voz de
autoridad proveniente de su tutor lo hizo obedecer en el instante—. El chico
encontró el diario, ya podemos volver a la posada e investigar con calma la
situación.
—¿Hayley aún no acaba con el
demonio? —preguntó el sacerdote con preocupación haciendo que todas las miradas
de odio y furia se disiparan.
—¡Maldición! —exclamó Bastian
saliendo del recinto a toda prisa.
*
* * * *
El sonido del arma fue la
señal que esperaba la medio ángel para empezar el ataque, en un abrir y cerrar
de ojos ya tenía al demonio volando por el golpe lanzado a su estómago. Antes
que este cayera, lo recibió con una patada en la espalda, provocando que el ser
de azules ojos diera un grito y se estrellara contra el suelo con fuerza.
Dio un salto y llegó junto a
él, lo tomó de los cabellos y lo obligó a mirarla.
—¿Fue Belial quien te mandó? —preguntó
con enfado, que se demostraba en sus ojos dorados.
—No tengo por qué responderte
—se burló el demonio intentando soltarse.
—Con eso sólo lo confirmas. —Soltó
el cabello del ser y le propinó una patada en la cara, rompiéndole la nariz y
gran parte de la boca, algunos dientes cayeron al suelo.
—Sí, fue aquel demonio —sonrió
levantándose con dificultad—. Pero yo vine porque tengo un asunto pendiente con
mi hermano.
—Tus problemas familiares no
me interesan —respondió frunciendo su ceño.
—Tal vez te interese saber que
tanto Richard, mi hermano, y Evans, tu padre. Sabían todo acerca de ti y el vampire.
—Clavó su mirada seria en la chica.
—Si mi padre hubiera sabido
algo, yo ya lo sabría. —Frunció más su ceño, intentando ocultar la curiosidad
que sentía.
—No lo hizo —suspiró con
confianza—. Tu padre te ocultó todo, ¿no me recuerdas? —El asombro se reflejó
en la cara de la medio ángel—. No, claro que no. Eras apenas una niña cuando me
viste —sonrió sin dejar de mirarla—. Yo al igual que mi hermano y tu padre, era
un cazador. Juntos acabamos con varios demonios, ¿qué ironía, no crees? —Su
sonrisa se hizo más grandes—. Ayudamos a tu padre a recolectar gran cantidad de
los datos que guarda en el tan preciado diario que tanto los demonios como
ustedes quieren…
—Si sabes tanto sobre eso —lo
interrumpió en forma de burla—. ¿Por qué no te preguntan a ti?
—A veces eres tan ingenua como
tu padre, que cayó en las redes de la ángel —se carcajeó—. No queremos el
diario por la información, sino para destruirlo y que seres como ustedes no
obtengan nada de él.
Varios ruidos se escuchaban al
interior de la iglesia mientras ellos hablaban afuera, parecía que el recinto
se caería de un momento a otro.
—Lamentablemente por ustedes
—sonrió la chica—. No dejaré que se lleven el diario.
—Eso ya lo veremos —se
carcajeó quitando sus azules ojos para dejar unos castaños a la vista—. ¿Qué se
siente ser engañada por tu padre? Yo lo sentí, pero por parte de mi hermano.
Duele, ¿verdad?
—Él no me ha engañado
—defendió la chica volviendo a fruncir su ceño—. Él no sabía nada de esto…
—detuvo su hablar, el diario indicaba lo contrario, el demonio se carcajeó—. No
sabía que esto tuviera que ver conmigo —corrigió.
—Claro que sí sabía —sonrió
con burla—. Pero siempre confió demasiado en los ángeles, ellos le indicaron
que no debía decirte nada y, que por sobre todo, los demonios y humanos debían
creer que él no sabía nada —suspiró recordando el pasado—. A veces pienso que
hizo bien su trabajo, sólo mi hermano y yo sabemos de eso.
—¡Mientes!
—gritó con furia—. Mi padre me lo hubiera dicho.
—Prometió
ayudarte con el chico, ¿verdad? —preguntó con burla.
—Sí lo
hizo —respondió con seguridad, sabía que se conocían, pero que su padre no
tenía idea que él era quien ella buscaba.
—¿Y
por qué no te comentó que fue en su ayuda cuando lo convirtieron en vampiro?
—Su burlesca voz logró hacer que la chica dejara sus dorados ojos para mostrar
los verdes que la acompañaban siempre.
—Él no
sabía que era quien buscaba —susurró algo desconcertada.
—Si lo
sabía y muy bien —se carcajeó, estaba logrando que la chica lo escuchara—. Los
ángeles le dijeron que debía ir a verlo, y también mencionaron su nombre.
—¡No
es verdad! —gritó volviendo sus ojos dorados nuevamente—. ¡Todo lo que dices es
mentira, para que yo forme parte de la estúpida guerra que pretenden hacer!
—Si no
me crees busca en el diario —sonrió de medio lado—. Tu padre cometió el error
de anotar todo. Él estaba enterado de toda la profecía, sabía muy bien que tú
liderarías a los demonios y que el chico a quien buscabas con tanto afán, es el
vampiro destinado a detenernos.
—Dile
a Belial… —Apretó sus puños a los costados de su cuerpo—, cuando vuelvas al Infierno…
—Clavó su mirada de odio en el demonio que volvía sus ojos completamente
azules—, que lo mataré. —Sus alas salieron al mismo momento en que el segundo
disparo sonaba en el interior de la iglesia.
Caminó
con lentitud hacia el demonio que le sonreía, sus alas brillaban con toda la
intensidad. Llegó frente al ser y lo elevó con su poder mental, éste se
limitaba a reír a carcajadas.
—¡No
te fíes de los ángeles! —gritó al momento en que Bastian aparecía por la puerta
destrozada de la iglesia—. ¡A ellos lo único que le interesa son los humanos,
ni tú ni el vampiro son de su prioridad!
—No me
interesa. —Una voz seca y sin vida salió de la boca de la chica—. ¡Vuelve al Infierno!
—exclamó con furia, clavando sus ojos en el demonio que la miró con miedo.
Una
luz cubrió aún más el lugar, provocando que todo resplandeciera. La noche se
hizo día. Los que se encontraban en la iglesia se cubrieron los ojos con sus
brazos, aun así el resplandor era tal que les molestaba en las pupilas. Luego
de unos minutos la oscuridad volvió.
Lentamente
abrieron sus ojos con dificultad, estaban demasiado encandilados para poder
mirar bien. El menor de los vampiros dio un paso al frente, a pesar que su
vista seguía nublada, pero logró divisar a la chica arrodillada unos metros
adelante.
—Hayley
—la llamó con suavidad, aunque no obtuvo respuesta.
Continuó
caminando, a los pocos segundos sus ojos percibían de lo mejor y notó que las
alas de la chica no estaban, y que el demonio por completo había desaparecido.
La medio ángel lentamente se levantó con su cabeza mirando al suelo.
—Hayley
—susurró mirándole la espalda.
—¿Encontraron
el diario? —preguntó con su voz normal, sin voltearse a mirarlo.
—Sí,
el humano lo tiene —contestó con algo de burla.
—Necesito
ver algo. —Fijó su vista al frente, sus ojos ya no eran dorados, sino naranjas.
Sintió al vampiro acercase más, cerró los parpados con fuerza y sus iris verdes
volvieron a aparecer.
—No
creo que te impida mirarlo —respondió arqueando una ceja.
La
chica dio la media vuelta y saltó hasta llegar frente a los que se encontraban
en la iglesia.
—El
diario por favor —dijo mirando al chico que reflejaba miedo y asombro.
—Aquí
tienes —logró decir sin poder quitarle la vista de encima.
—Gracias
—intentó sonreírle, pero no pudo.
—Hayley…
—susurró Richard, aunque la mirada de enfado de la chica lo hizo guardarse las
palabras.
Se dio
la media vuelta y se alejó unos pasos de aquellos tres seres. Excepto por
Bastian, quien llegó a su lado sin importarle la reacción de la chica.
—¡Vaya
qué mirada te regaló! —se burló Ethan dándole un golpe en la espalda al
sacerdote—. Algo muy feo has hecho.
Richard
lo miró pidiéndole perdón y se sentó en uno de los escalones de la entrada. Los
otros dos hicieron lo mismo mientras esperaban que la chica volviera junto a
ellos. Sólo el mayor de los vampiros lograba escuchar los pocos murmullos que
eran pronunciados por los dos seres que se habían alejado.
—Mi
padre sabía… —musitó con dolor al momento que el chico llegó junto a ella—.
Según el demonio, sabía todo.
—Esos
seres no son de confianza —intentó calmarla, mientras la miraba ojear con
desesperación el cuaderno. Se detuvo en una página.
—Me
mandaron a ver al vampiro, al fin lo conocí —leyó con calma lo que salía en el
cuaderno de su padre—. Lamentablemente no le podré decir a mi hija que ya
encontré a su amigo, ya que él es quien deberá pelear contra ella… —Cerró el
diario con fuerza, no necesitaba leer más.
—Yo…
—musitó intentando abrazarla, cuidando de tocar sólo su ropa—. Esto… —La medio
ángel le entregó lo que tenía en sus manos, a la vez que se alejaba unos pasos
de él y evitaba mirarlo—. No me lo esperaba. —Terminó de decir aferrando el
cuaderno.
—Necesito
estar sola —susurró sin mirarlo—. Vuelvan a la posada, los alcanzó en unas
horas. —Dio un salto adelante y sacó sus alas, desapareció rápidamente.
—Déjala.
—La voz de Ethan tomándolo del hombro detuvo a Bastian de salir tras ella—.
Tiene que aclarar muchas cosas en su mente, además de ir por su auto. —Hizo un
gesto con la cabeza para indicarle al chico la dirección que había tomado la
medio ángel—. Hagamos lo que nos dijo y volvamos a la posada, o tendremos que
enterrar al sacerdote —sonrió con algo de malicia—. Está débil.
—Bien.
—Fue lo único que salió de su boca. Caminaron en silencio hasta llegar junto a
los demás.
—¿Qué
pasó con Hayley? —preguntó con preocupación Noah que se encontraba de pie.
—Descubrió
lo que ocultaba su padre —respondió Richard, mirando al suelo, la culpabilidad
lo golpeó de pronto.
—Ella
irá a la posada. —Bastian miró al chico con indiferencia—. Fue por su auto.
Pidió que nos juntáramos allá.
—Entonces
vámonos. —Ayudó al sacerdote a ponerse de pie—. Tendremos mucho por hacer.
—Bastian.
—La voz de Ethan volvió a sonar autoritaria—. Iré a ver si Janice fue con el
cuento al demonio, me interesa saber qué piensan de tu estado.
—Voy
contigo —contestó clavando su mirada seria en el mayor.
—No
—dijo cortante—. No estás recuperado por completo, además debes llevar el
diario a la posada. Ya sabemos que los demonios lo buscan y el chico junto al
sacerdote moribundo —sonrió al mirarlo—. No podrán hacerle frente.
—Está
bien —susurró de mala gana—. Pero ¿por qué me tengo que ir con ese humano?
—Hay
cosas más importantes de qué preocuparse —sonrió de medio lado—. Vayan lo más
rápido que puedan.
Ethan
les dio la espalda y, dando saltos se alejó del lugar para luego empezar a
correr a toda velocidad rumbo a donde había dejado a la vampiro inconsciente.
Los
dos humanos y el vampiro montaron la camioneta. Esta vez el chico de mirada
miel iba de copiloto, de mala gana y con molestia miraba por la ventana, con el
cuaderno aferrado a sus manos. El sacerdote se acostó en el asiento trasero y
cerró los ojos.
* * * * *
Guardó
sus alas cuando una presencia se le apareció en la mente, estaba junto a su
auto. Avanzó con lentitud y precaución, la luna brillaba en todo su esplendor
cuando las nubes se lo permitían. Un fuerte dolor en la espalda la hizo caer de
rodillas con sus manos apoyadas en el suelo y su cabeza agachada, su cabello
caía tocando con las puntas la tierra. Ahogó un grito de dolor y las
maldiciones que su cabeza generaba al ser mitad ángel y mitad humana. A los
pocos minutos todo desapareció. Se puso de pie y continuó caminando hacia su
vehículo.
Se
levantó con rapidez, la chica dueña del auto se acercaba. Sonrió, ya le
quedaban pocos minutos para completar el quinto día de plazo que le dio Belial
y no debía seguir buscando, ya que tenía a su presa a punto de llegar. Clavó su
negra vista en la penumbra y, a lo lejos la divisó, caminando rápidamente.
Quitó
las ramas que cubrían la parte trasera del carro y se sentó allí a esperar.
—¿Así
que tú eres la chica con quien estuvo Bastian? —preguntó burlona mostrando sus
colmillos y negros ojos.
—Quítate
de ahí —ordenó con el ceño fruncido, no tenía ganas de entablar conversación
con una vampiro.
—Déjame
decirte que yo soy la única que tiene derechos sobre él —sonrió mirando a la
medio ángel caminar hasta ella, al parecer no era más que una chica común y
corriente.
—Dije
que te quitaras de ahí. —Elevó un poco su voz al llegar frente a la mayor.
—¿Qué
harás si no quiero? —indagó soltando una sonora carcajada.
La
chica la tomó del cabello y la lanzó lejos de su ángel, si había algo que le molestara, era que tocaran su preciado
tesoro.
—¡Maldita!
—gritó con furia la vampiro—. ¡Te atreves a golpearme!
—Y no
sólo eso —respondió con burla—. Para que sepas, Bastian es mío.
—No
eres más que una humana —sonrió con burla—. ¿Qué puede ver él en ti?
—No lo
sé —se carcajeó, si la vampiro quería jugar, ella también—. ¿Te falla tu olfato
de vampiro? —consultó con burla—. ¿No lo detectas en todo mi cuerpo? —Sonrió.
Janice
se lanzó con furia y la tomó del cuello de la chaqueta, la chica la agarró de
los brazos.
—Te
mataré —susurró con ira la mayor.
—Inténtalo
—contestó frunciendo su ceño la medio ángel.
La
vampiro hizo el intento de lanzarla contra unas ramas, pero la chica fue más
hábil y se aferró con fuerza a los brazos de la mayor. La observó a los ojos
con detenimiento y le propinó un fuerte cabezazo, si algo siempre le había
dicho Noah, era que su cabeza parecía de piedra por lo dura.
La de
ojos negros se tambaleó por unos instantes, hasta que Hayley le dio un fuerte
golpe con el puño en el estómago, lanzándola contra unas ramas y provocando
algunos cortes en la cara de la vampiro. Ésta tocó los rasguños con la punta de
sus dedos, se enfureció poniéndose de pie.
La
medio ángel fue más rápida y antes que
lograra levantarse por completo, le dio una patada en el pecho, tomó sus
cabellos y tanteó su cinturón en busca de su daga. Tenía el cuello de la
vampiro listo para ser cortado, cuando recordó que le había entregado el
cuchillo junto con la pistola a Noah, para que pudiera defenderse de los
demonios. Maldijo por lo bajo, antes de ser golpeada por la mayor en la
espalda.
La
chica quedó de boca en el suelo, la vampiro aprovechó el momento y la tomó del
cabello, provocando un gesto de dolor en la medio ángel. Lentamente la levantó
y con todas sus fuerzas la lanzó contra un tronco cercano. La chica alcanzó a
poner sus manos en la cara para no golpearla de frente, eso sería una
quebradura de nariz segura. Su cuerpo cayó con lentitud, rasgando su ropa con
la rugosa superficie del árbol.
Cuando
logró incorporarse, ya tenía a Janice a su derecha, esta le propinó un fuerte
golpe en un costado con ambos puños, enviándola unos metros lejos. Al caer lo
primero en golpear fue su espalda, pero esta vez no le provocó dolor esa parte
de su cuerpo.
—Ya
veremos quién se queda con Bastian —sonrió al llegar junto a la chica que aún
no se ponía de pie.
Lo
tomó de la chaqueta, la levantó y la arrojó con fuerza hacia el campo. Hayley
flotó en el aire, dándose unas vueltas hasta comenzar a caer lentamente. Intentó
girar para apoyar sus pies, pero lo que recibió fue una fuerte patada en el
estómago de parte de la vampiro que la esperaba con una sonrisa en su rostro.
Azotó
su cuerpo con fuerza contra el suelo, golpeando en primer lugar su costado
derecho. Apretó el lugar golpeado con sus brazos, a la vez que tosía con
dificultad y un hilo de sangre se dejaba ver en su boca. Intentó ponerse de
pie, pero la vampiro ya estaba sobre ella, con la rodilla golpeó el pecho de la
chica que aguantó un grito de dolor y se tambaleó de un lado a otro aferrando
su estómago en sus brazos. Una de sus rodillas cayó al suelo, y una mancha de
sangre proveniente de su boca tiñó el suelo.
—Necesito
saber tu nombre —dijo la vampiro tomando del cabello a la medio ángel,
obligándola a mirarla.
La
chica sólo sonrió con dificultad. Janice, enfurecida porque el olor de ella se
filtró por su nariz, demostrándole que él la había mordido. Dio un grito
soltando gran parte de su ira y golpeó con el puño a Hayley en la cara,
provocando un corte en el labio inferior.
—Cuídate
—musitó en un hilo de voz—. Porque en unos días morirás —sonrió antes que la
vampiro la tomara con sus brazos y la lanzará contra otro de los árboles.
Su
malherido cuerpo chocó por completo contra el grueso tronco, para caer con
lentitud hasta tocar el suelo, la vampiro ya estaba sobre ella. Si bien su
cuerpo resistía muchos golpes y era buena para las batallas, en ese momento se
encontraba débil, siempre pasaba el primer día.
Varias
patadas comenzó a recibir de parte de la mayor, y cada vez le preguntaba su
nombre. A lo que la chica respondía con una simple sonrisa, que a duras penas
lograba dibujar en su rostro.
* * * * *
Olfateó
el aire buscando el rastro de la vampiro, presentía que ya había despertado y
no se encontraba en donde la había dejado. Y, en efecto, logró detectarla
varios kilómetros lejos del lugar donde la hizo dormir. Abrió sus ojos con
asombro, el olor de Janice se mezclaba con el de la medio ángel. Apresuró su
paso al máximo, la sangre de la chica estaba siendo esparcida.
—¡Detente!
—gritó con histeria.
—¿Qué?
—preguntó asustado por el grito deteniendo la camioneta con fuerza, haciendo
que el sacerdote cayera del asiento.
—Hayley
está en problemas. —Frunció su ceño mirando al humano—. Lleva el cuaderno con
tu tía. —Abrió la puerta y bajó con rapidez.
—Pero…
—La mirada del chico reflejada una gran preocupación.
—Encárgate
de llevar sano y salvo el diario —dijo al cerrar la puerta—. Y de paso al
sacerdote.
El
vampiro se perdió en el bosque, a la vez que el chico apretaba a fondo el
acelerador.
En
pocos minutos llegó frente a la morena que golpeaba a patadas a la medio ángel,
y al parecer no lo había detectado.
—¡Janice!
—gritó con furia al momento que llegaba junto a ella y con un fuerte golpe en
el estómago la separaba de Hayley.
La
vampiro salió volando por unos metros, hasta caer rodando por la tierra,
golpeándose un poco la cara.
—¡Ethan!
—exclamó con asombro poniéndose de pie—. ¿Qué haces aquí?
—Vine
por ella —contestó acercándose a la medio ángel—. ¿No sabes quién es?
—Por
más que intenté, no me quiso decir su nombre. —Sonrió triunfante, como si
pensara que todo lo que había hecho, merecía un premio.
—¿Belial
te mandó por ella? —preguntó clavando su mirada en la vampiro.
—Sí
—contestó con seriedad—. Me prohibió golpearla, pero no pude aguantar que
tuviera el olor de Bastian en todo su cuerpo.
—¿Por
qué te prohibió golpearla? —indagó tomándola del cuello y apretándoselo con
fuerza.
—Porque
quería usarla para atraer a Bastian —contestó en un hilo de voz, temiendo que
el vampiro la matara.
—Yo te
diré su nombre. —La soltó con fuerza, la vampiro cayó sentada al suelo—. Ve y
dile a Belial, que la chica que acompaña a Bastian es Hayley, Hayley Marshall
—sonrió tomando a la chica media inconsciente—. Recuerda bien como se llama —se
dispuso a marcharse—. Y algo muy importante, dile que la dejaste en este
estado, eso hará que el demonio te premie, porque aunque no lo creas, ella es
una gran amenaza para él.
Janice
lo observó con una sonrisa mientras se alejaba, después de todo, él no era
capaz de matarla y además le brindaba información necesaria. Se puso de pie y
se marchó rápidamente del lugar.
—¿Por
qué dejaste que te golpeara de esta manera? —preguntó Ethan a la chica que
apenas respiraba.
—Lo
siento —logró articular con esfuerzo.
—No
hables —musitó—. Tu sangre es demasiado fuerte.
Luchando
contra sus instintos de vampiro, transportó a la chica por varios kilómetros,
pero el olor que emanaba de su cuerpo se estaba volviendo imposible resistir.
Una presencia se acercaba, sonrió y fue en su busca.
—¡Bastian!
—gritó al verlo.
El
mencionado detuvo su paso y fijó su vista en su tutor, de un salto llegó junto
a él.
—¿Qué
pasó? —preguntó con preocupación al ver el estado de la chica.
—No
preguntes y llévatela a la posada —ordenó sin mirarlo mientras le entregaba el
cuerpo de Hayley.
—Pero…
—Se acercó para recibirla.
—¡Hazlo!
—ordenó con enfado mostrándole sus ojos negros y sus colmillos—. O no podré
controlarme. Iré por su auto —dijo con calma una vez que la chica estuvo en los
brazos de Bastian.
El de
ojos grises retrocedió con rapidez en dirección al carro. Mientras que el menor
salió a toda velocidad hasta llegar, unas horas después, a la posada. De una
patada abrió la puerta, dejando desconcertado al único que se encontraba en el
local.
—La
llevaré a su habitación —susurró sin mirar al chico—. Supongo que en unas horas
estará mejor.
—Mi
tía está curando las heridas de Richard —musitó preocupado—. Apenas termine le
diré que vaya a verla.
—Está
bien —contestó perdiéndose en el pasillo hasta llegar al lugar donde él
guardaba reposo.
La
acostó en la cama con suavidad, todo el trayecto había estado batallando con
sus instintos, pero la sangre de la chica lo atraía sin poder controlarse. No
lo dudó, se acercó a ella y la mordió, comenzó a beber su sangre. La medio
ángel desconcertada abrió sus ojos verdes.
—Detente
—susurró en un hilo de voz apenas perceptible. Pero el chico la ignoró y
continuó bebiendo—. Soy humana —terminó de decir al momento que sus ojos se
cerraron y su mano cayó por un costado.
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