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15 de febrero de 2017

[Mi veneno] Capítulo X: «Mitad humana».

Pasaban de las diez de la noche, una lluvia bastante fuerte se dejaba caer afuera. Adentro un sacerdote terminaba de apagar los últimos cirios de su pequeña capilla. Ya tenía todo cerrado y sólo le faltaba aquello para dirigirse a sus aposentos a descansar. Sopló la vela y todo quedó a oscuras, caminó por el frío lugar, lo conocía a la perfección, no podría perderse ni chocar con algo. Hasta que llegó a una puerta, la abrió y encendió la luz del otro lado, dándole la espalda a la habitación, cerró.

—Padre. —Una voz de chica hizo que el sacerdote diera un salto—. Necesito confesarme —sonrió con burla.
—¡¿Cómo te atreves a venir aquí?! —gritó con furia al momento que se giró para mirar al ser que tenía al frente.
—Con las piernas —sonrió la chica caminando hacia él—. O con los pies, como quieras llamarlo.
—¡Malvado ser! —exclamó frunciendo su ceño—. Irás al Infierno.
—Tengo pensado otra cosa. —Su mirada se volvió oscura y seria—. Ya te dije, necesito confesarme, Padre.
El sacerdote golpeó su espalda contra la puerta y se elevó unos centímetros. La chica, de frente a él, lo miraba sonriente con el brazo derecho estirado y un poco levantado, indicando a su mente donde debía permanecer el humano de castaños ojos.
—¿Dónde está el diario? —preguntó sin dejar de mirarlo.
—No sé de qué hablas —respondió sin miedo en su voz y bastante tranquilo.
—Por tu bien será mejor que coopers. —Dejó de sonreír para fruncir su ceño, a la vez que apretaba un poco su puño. El humano comenzó a quedarse sin aire.
—No sé de qué hablas —repitió con dificultad, mientras batallaba por algo que sabía estaba perdido: quitar las amarras invisibles que rodeaban su cuello.
—¡¿Dónde está el estúpido diario?! —gritó con rabia, el cuello del sacerdote se apretó más.
—No podrás sacarlo —respondió con un hilo de voz—. Está en una caja de hierro. —Cayó de golpe al suelo, tosiendo con fuerza.
—Entonces aún te necesito —suspiró de mala gana sentándose en una silla, a esperar que el humano volviera a la normalidad.
—¿Quién te manda? —preguntó con dolor en su garganta e incorporándose como pudo.
—No tienes derecho a hablar —contestó mirando las paredes del recinto. Un pequeño despacho con un escritorio, dos sillas y múltiples cuadros decorando casi en su totalidad los muros, tanto de santos como retratos de quienes mandan en el mundo católico—. ¿No se supone que tienen prohibido adorar imágenes? —consultó con burla al ponerse de pie y observar el cuadro de un santo.
—No tengo derecho a hablar —se burló levantándose, se encontraba un poco mejor.
—¿Dónde está la caja? —Su mirada de odio atravesó al sacerdote.
—En uno de los cajones —respondió caminando al escritorio.
—No es necesario decir que una vez abierta la caja te irás al Infierno, ¿verdad? —preguntó con burla mientras volvía a sentarse.
—Así es —sonrió sacando la caja y dejándola sobre la mesa—. He aquí el famoso diario de Evans Marshall.
La demonio se puso de pie inmediatamente para inspeccionarla, tal y como había dicho el humano, estaba cubierto de hierro, un material que no podía tocar, porque la debilitaba.
—Sácalo de allí y dámelo —ordenó sin quitar su vista de la caja.
—Como digas —musitó el sacerdote con una sonrisa.
Tomó un bastón de hierro, que guardaba con precaución cerca del escritorio, y golpeó a la chica con eso en la cabeza. Salió disparada hacia atrás, chocando con la pared y meciendo cada uno de los cuadros.
—Nunca menosprecies a un cazador, demonio. —Caminó al encuentro del ser en el suelo—. Y menos uno como yo, o Evans, hemos mandando al infierno más seres como tú de los que puedas imaginar.
Agarró a la chica del cuello y con lentitud le enterró una daga en el estómago. Eso provocó que la demonio se retorciera de dolor, aquel filoso cuchillo no era uno cualquiera, le hacía daño algo tenía y no era capaz de soportarlo. Sus ojos volvieron a la normalidad.
—Ahora hablaremos. —Miró al ser con odio en sus pupilas—. ¿Quién quiere el diario?
—No te lo diré —respondió al sentarse en el suelo. Estaba perdiendo sangre, a pesar que eso no influía en su estado, la daga en su estómago sí y el golpe con hierro también.
—Eres el tercer ser de tu raza que viene desde que murió Evans. —Se sentó frente a la demonio y clavó sus ojos en ella—. ¿Por qué tanto interés en un cuaderno que no tiene más que garabatos?
—¿Garabatos? —preguntó con burla y sonrió de medio lado—. Bien sabes que ese diario tiene información sobre la Profecía.
—Entonces, ¿ya falta poco? —indagó frunciendo su ceño—. Por eso lo buscan.
—Cuando llegue el día —sonrió fijando su mirada en el sacerdote—, ni su Dios será capaz de defenderlos.
—¿El de ustedes sí los defenderá? —cuestionó con burla, la demonio frunció el ceño con molestia.
—Nosotros no tenemos dios —respondió de mala gana.
—Claro que sí, ¿te atreves a renegar de Lucifer? —Su mirada burlona seguía fija en el ser—. Él es para ustedes, lo que Dios para nosotros.
—No son comparables —reclamó con ira—. A nosotros no nos prohíben cosas…
—Pero los mandan a una muerte segura —interrumpió sin dejar su tono burlesco—. Con el único fin de complacer a otro más fuerte, ¿o me dirás que fue el propio Lucifer quien te envió? —La demonio lo miró con respeto y en silencio—. No, claro que no. Ustedes son incapaces de seguir su propia voluntad, y simplemente se dignan a seguir los mandatos de uno, o sino, mueren a manos de aquel. ¿Verdad?
—¡De todas maneras estamos muertos! —exclamó con rabia, volviendo sus negros ojos e intentando ponerse de pie.
—¿Me dirás quién te mandó? —preguntó tomando a la chica del cuello y elevándola unos centímetros del suelo.
—No —contestó sonriente—. La diferencia entre nosotros, los demonios, y cualquier otra raza, es que somos fieles —se carcajeó.
—Como quieras —suspiró—. De todas maneras vendrá otro, y así hasta que consigan lo que buscan. Dales un mensaje a los próximos, diles que estaré esperándolos, y que ésta será su tumba.
—El Infierno caerá sobre ti, Richard Trump. —Lo miró con ira reflejada en sus negros ojos—. Lamentarás el no entregarme el diario.
—Mi Dios guiará mi camino y Él me protegerá de cualquier cosa. —Cerró sus ojos y sacó con lentitud la daga del estómago de la chica, ésta gritó de dolor—. Padre, perdona a este ciervo descarriado…
—¿Alguna vez lo haz visto? —indagó con burla.
—¿Alguna vez haz visto a Lucifer? —cuestionó la pregunta de la demonio—. Estamos en las mismas condiciones, pero ambos tenemos fe y con eso basta. Ahora vuelve al lugar que perteneces. —Enterró la daga en el cuello de la chica, ella abrió sus negros ojos a más no poder, la sangre se precipitó por su pecho y su cabeza se ladeó, indicando que había vuelto al Infierno—. Lo siento por ti —dijo al mirar el cuerpo sin vida—. Pero,tu alma ya estaba contaminada con el demonio, si sólo sacaba al ser de ti, morirías de todas maneras. Ve con Dios. —Con su mano derecha le hizo la señal de la cruz y cerró los ojos de la chica que estaba acostada en el suelo.
Suspiró al mirar a su alrededor, su idea de ir a descansar se había perdido. Ahora tenía que limpiar su despacho hasta quitar la última gota de sangre. Pero antes, el cuerpo debía salir de la habitación y ser quemado.
Una vez que alguien era poseído por un demonio, quedaba expuesto a volver a ser usado, una y otra vez, sin importar si el envase tuviera alma o no.
Husmeó en la ropa de la chica, buscando algún tipo de identificación. En uno de los bolsillos de la chaqueta encontró lo que necesitaba.
Dejó la pequeña tarjeta sobre el escritorio, tomó el cuerpo sin vida de la joven y lo llevó al patio. Allí preparó todo para su descanso eterno. La acostó sobre una mesa de madera, bajo del mueble colocó varios palos bañados en kerosene, por suerte, la lluvia había cesado.
Los débiles rayos del sol comenzaron a salir agrietando las grises nubes, anunciando el amanecer. Mientras que con lentitud el cuerpo de la chica comenzaba a desaparecer entre las llamas.
Cuando todo lo que tenía al frente era ceniza, la recogió y la metió en una bolsa negra de basura. La dejó junto al resto, a una orilla del camino, para que los encargados se la llevaran.
Entró a su despacho, suspiró y sonrió, agradeciendo que esa mañana no tuviera que auspiciar ninguna misa. Comenzó a limpiar y ordenar los restos de la pequeña batalla que tuvo.
—Debiste haberme dejado esa pistola —susurró mientras pasaba con fuerza el paño en el suelo, intentando quitar la sangre.
Varias horas le tomó dejar todo en perfecto estado, con tal que ninguno de sus feligreses notara algo raro, no le importó el hecho que el sueño le ganaba. Se sentó en el sillón junto al escritorio y agarró la pequeña tarjeta de identificación. Observó con detenimiento el nombre.
—Ojalá no tengas mucha familia —musitó mirando la foto de la chica.
Fijó su vista al escritorio y pudo ver la caja de hierro que contenía el diario, se dio un golpe en la cabeza por olvidar guardarlo y se puso de pie para ir a ocultarlo. Aprovechó y sacó de entre los cajones un portátil, lo abrió y encendió. Una vez listo comenzó la búsqueda de quién era la chica.
Algunos minutos le tomó meterse en las páginas de internet, si algo sabía hacer —aparte de las misas—, era entrometerse en lugares con amplia seguridad, como el registro de cada persona habitante del país.
—¡Vaya! —exclamó con sorpresa—. Por lo que sale aquí vivías sola, no tenías familia y hasta ahora no te han buscado. De todas maneras enviaré esto a los policías. —Tomó la tarjeta y la guardó en uno de los cajones, junto al diario.
Cerró el portátil y se puso de pie, era hora de quitarse el olor a humo y despejar su mente con una buena ducha matutina y, a la vez, le servía para despertar un poco. Un largo día le esperaba, debía ir a la policía y contar una verdad con algunos cambios para decir el porqué tenía esa identificación. Suspiró y se persignó.
—¿Me perdonarás algún día por eso? —preguntó mirando al cielo.
Fijó su vista al frente y salió por una de las puertas, rumbo al baño.

* * * * *

Estaba acostado mirando el cielo, con suavidad pasaba sus dedos por la espalda desnuda de la chica que dormía en sus brazos. Su cabeza se encontraba apoyada en el hombro de él, permitiéndole sentir su lento respirar chocar en su cuello. La mitad del cuerpo de ella estaba sobre el chico, y al parecer a ninguno le importaba, mientras no lo quemara, no se separarían.
Ladeó su cabeza y apoyó su mejilla en la frente de la medio ángel, sonrió y cerró los ojos, sin dejar de pasar con suavidad sus dedos por la piel desnuda de ella. Lentamente comenzó a dormirse, hace mucho tiempo que no lo hacía y ahora tenía ganas de hacerlo. Nada mejor que dormir junto a la chica que no pudo olvidar desde que la conoció hace tantos años atrás. Además, ella tenía razón, y necesitaba descansar.
Los minutos pasaron, y ambos dormían abrazados en la cama, nadie los molestaría, el campo creado por ella impedía que cualquier ser se acercara.

* * * * *

Los débiles rayos del sol comenzaron a entrar por las cortinas. Un extraño dolor apareció en el vampiro, abrió los ojos algo desorientado y se dio cuenta que la chica volvía a quemarlo. El escozor era cada vez más intenso, ya que no era sólo una mano, o los labios de ella, sino su cuerpo casi entero.
Se movió tratando de despertarla, pero no obtuvo resultados. Intento moverla, aunque eso lo único que trajo fue más dolor en sus manos.
—Hayley —dijo algo preocupado, la chica no lo escuchó—. Hayley —volvió a decir, aún no había respuesta—. ¡Belial está aquí! —gritó, en menos de un segundo la mencionada se sentó en la cama soltando al chico.
—¿Dónde? —preguntó sin darse cuenta de lo que pasaba.
—Esa cicatriz es enorme —susurró con dolor mirando la espalda de ella.
—Lindo recuerdo del demonio —respondió girando su cabeza y clavando sus ojos en el vampiro—. Que al parecer no está.
—Intenté despertaste. —Se defendió con un claro gesto de dolor en su cara—. Pero no hubo caso, así que se me ocurrió esa idea.
—¿Para qué me querías despierta? —indagó frunciendo su ceño.
—Ya se fue el efecto de tu sangre —contestó mirándola con una pequeña sonrisa—. Me estabas quemando, el dolor que dejaron quienes me atacaron había desaparecido. Pero ahora tengo los ocasionados por ti. Aunque…
—No, ya no hay más sangre —lo interrumpió poniéndose de pie y tapándose con una de las sábanas—. Tienes que descansar y yo debo darle una explicación a Rachel.
—Un poquito —suplicó haciendo pucheros.
La chica lo ignoró y tomó su ropa del suelo.
—No saldrás de aquí hasta que yo lo diga —ordenó clavando su mirada seria en él.
—¿Quién dice que debo hacerte caso? —preguntó arqueando una ceja.
—Lo dice mi sangre —sonrió al caminar hacia el chico y colocó su mano derecha sobre el desnudo pecho del vampiro, ejerciendo un poco de fuerza.
—¡Hayley! —gritó con dolor, la chica sonrió y quitó su mano.
—Eso me gusto. —Los ojos de él se habían vuelto negros y de su boca asomaban sus colmillos, su respiración se agitó—. Escuchar como gritas mi nombre con dolor.
—A mí me gustó más como decías mi nombre anoche —sonrió a pesar del dolor que sentía.
—Como digas —contestó avergonzada dándole la espalda—. De todas maneras no saldrás de aquí.
—Está bien —respondió con resignación, no podía ganar esa batalla, la chica haría lo posible porque obedeciera.
Quitó el seguro de la puerta y el campo que mantenía la presencia oculta del vampire. Salió de la habitación dejando al chico solo. Se encaminó con rapidez al baño, no quería que Rachel o Noah la vieran envuelta en apenas una sábana, sería bastante vergonzoso, y no podría mirarlos a la cara por unos días, aunque también estaba la posibilidad de jugar con la mente de ellos. Sonrió, jamás jugaría con los pensamientos de aquella mujer.
Sus ojos brillaron dorados al recordar que no había puesto seguro a la puerta de su habitación y, a la vez, para crear nuevamente el campo de protección para el chico. Entró al baño y se dio una rápida ducha matutina, se puso su ropa y se dirigió al bar.
—Tienes muchas cosas que explicar, jovencita. —Fue lo primero que escuchó apenas giró la manilla de la puerta que daba al bar.
—Lo sé —contestó mirando a la mujer que limpiaba unos vasos—. Por eso estoy aquí.
—Ya preparé desayuno —le sonrió mientras dejaba lo que hacía—. ¿Tu amigo comerá?
—No —se apresuró en responder al llegar a la orilla del bar y sentarse—. Pero necesita ropa, no sé si Noah tiene algo…
—No le servirá —interrumpió girándose a servir un café—. Mejor te doy ropa de Quentin, Noah es más bajo.
—Tienes razón —sonrió de medio lado—. Tu sobrino es de mi altura.
—Luego te la doy. —Dejó sobre la mesa el café junto a unas tostadas—. Ahora soy toda oídos. —Puso sus codos sobre la madera y apoyó su mentón en las manos.
—Es Bastian —dijo antes de mascar, la mayor la miró con asombro y volvió a su posición original, parada frente a la chica—. Es un vampire. —Clavó sus ojos en ella.
El silencio reinó por varios minutos, la chica continuaba comiendo como si nada pasara, pero la mayor no lograba salir del asombro, poco le faltaba para que la mandíbula se le cayera.
—¿Vas a salir del trance o te quedarás estática para siempre? —preguntó con burla una vez que terminó de comer.
—¡No puede ser! —exclamó dando un golpe a la mesa con el puño—. ¡Trajiste un vampiro a mi casa!
—Estoy en el centro de una profecía en la que según lidero a los demonios —se carcajeó frente a la reacción de Rachel—. ¿Y a ti te preocupa un vampiro en la casa?
—¿Cómo esperas que reaccione? —consultó arqueando una ceja—. Toda la vida acostumbrada a ver esas criaturas morir, y ahora me traes uno, que además está en tu habitación.
—No podía dejar que lo mataran —respondió sonriendo.
—Estoy calmada —suspiró algo confundida—. Cuenta todo desde el principio.
—Él fue quien me contó algo de la profecía. —Su mirada se volvió seria—. Según debo enfrentarlo, él ayudará a los ángeles y yo a los demonios. Curioso, ¿verdad?
—No encontré nada sobre aquello —susurró mirando a la chica a los ojos—. Y eso que con Noah hemos estado trabajando mucho.
—Préstame ropa de Quentin. —Se puso de pie con rapidez—. Bastian debe saber más acerca del tema.
—¿Qué pasó con el diario? —preguntó antes de girarse para ir por la ropa.
—No fui con Richard —contestó mirando el suelo—. Me detuve a medio camino por ir a salvar a Bastian.
—Tanto fue que dejaste tu ángel abandonado —musitó con algo de burla en su voz, antes de desaparecer por una puerta que llevaba a la bodega.
—Espero que no se moleste —suspiró pensando en su auto.
En pocos instantes, Rachel apareció trayendo unas cuantas ropas para el chico. Se las entregó a la medio ángel.
—Gracias —sonrió al recibirlas—. Se las doy y vuelvo.
—Está bien —respondió a la espalda de la chica que desaparecía por la puerta.
Al llegar frente a lo que la separaba de Bastian, con su mente quitó los seguros que estaban por dentro y el campo de energía. Giró la manilla con suavidad y entró, el chico no se encontraba en la cama. Frunció su ceño y cerró la puerta tras de sí.
—Te dije que te quedarás en la cama. —Se giró para mirar al vampiro tras ella, dispuesto a lanzarse sobre la chica.
—Te quería sorprender. —Frunció su ceño al verse descubierto.
—Y de paso beber un poco de mi sangre, ¿no? —preguntó con burla al ver los colmillos y ojos negros del chico.
—Un poquito —musitó con una sonrisa.
—Te traje esto. —Lo escudriñó con la mirada de pies a cabeza, se había puesto algo de las ropas rasgadas—. Te cubrirán más que eso —sonrió.
—Gracias —respondió tomando lo que la medio ángel le ofrecía—. ¿Qué pusiste en la puerta? —indagó mientras comenzaba a quitarse y ponerse ropa.
—Los seguros —sonrió de medio lado señalando los pequeños picaportes en la puerta.
—¿De quién es la ropa? —consultó mirando el pantalón negro que le quedaba a la medida.
—Del dueño de casa —contestó sentándose en la cama que una vez perteneció a su padre, dándole la espalda al chico—. A Quentin, el esposo de Rachel que ya falleció.
—¿Qué pusiste en la puerta? —Volvió a preguntar mientras seguía vistiéndose.
—Protección para ocultar tu presencia —respondió mirando al suelo.
—No te preocupes. —Frunció su ceño al recordar lo pasado—. No me pueden matar.
—Lo sé —susurró fijando su vista en la manilla de la puerta—. Los ellos me han revelado su identidad.
—¿Cómo? —preguntó llegando con rapidez frente a la chica, arrodillándose y clavando sus ojos miel en ella.
—Cuando sentí tu presencia desaparecer —comenzó con el relato con la vista perdida en el chico—, salí lo más rápido que pude de mi ángel, saqué mi alas y volé, sin importarme nada —suspiró pensando en lo descuidada que había sido—. En un campo, tres esencias me hicieron detener mi camino, eran ángeles, soldados de Dios que sirven a los humanos. Su misión es protegerte.
—¿Eran los mismos? —indagó con asombro y en un hilo de voz.
—¿La presencia que detectamos a la salida de aquel bar? —Frunció su ceño y habló con seriedad—. Sí, era la misma.
—Entonces Belial le teme a los ángeles. —Se puso de pie y caminó a donde estaba el resto de la ropa.
—Así parece —musitó volviendo sus ojos al suelo, recordando que tal vez tendría que enfrentarse al chico.
—¿Qué dijeron? —consultó terminando de vestirse.
—No mucho. —Detectó que algo se acercaba—. Lo que ya sabes y…
Se puso de pie con rapidez y corrió al bar, apenas abrió la puerta que dividía las habitaciones con la cantina, distinguió la figura de la presencia que había detectado. El chico gritaba su nombre por atrás, pero lo ignoró.
Ella levantó su mano y la presencia se elevó a los cielos, arrastrando su espalda contra la pared, intentando soltarse de las amarras invisibles en su cuello que lo estrangulaban, aunque le resultará imposible.
En el bar, Rachel miraba sorprendida, para que la chica hiciera eso quien entró no debía ser humano, sino una criatura sobrenatural.


* * * * *

La lluvia caía con fuerza, empapando al ser que avanzaba con rapidez buscando al chico herido. Con su ceño fruncido esperaba que no estuviera en malas manos, no sabía con exactitud a quien pertenecían esas presencias, pero sí estaba seguro que eran las mismas que años atrás llegaron cuando el demonio golpeaba a Bastian.
Apretó sus puños y detuvo su paso. El camino que debía seguir estaba trazado, pero la lluvia le molestaba bastante, no le gustaba, le traía malos recuerdos.
Se desvió unos metros al sur y encontró una cueva, entró en ella y buscó algunas ramas. Encendió una pequeña fogata y esperó a que el cielo dejara de llorar, aprovechando de secarse un poco la ropa. Cerró sus ojos y descansó, hasta que los débiles rayos del sol golpearon con suavidad su cara.
Se puso de pie, olfateó el aire y se concentró. No encontró rastro alguno de quien buscaba, quien lo tuviera, lo había escondido bien. Suspiró, salió de la cueva y dio un salto en la dirección que había fijado la noche anterior, corriendo lo más rápido que pudo.
Paró de pronto, por un momento la presencia fuerte del chico se hizo presente, abrió sus ojos mostrando asombro, algo no andaba bien.
—Por lo menos estoy cerca —susurró frunciendo su ceño—. Tendrás que explicar muchas cosas, niño.
Sonrió y continuó con paso acelerado hasta llegar frente a una posada, caminó con calma los últimos metros que le quedaban para la puerta. Dentro del lugar había un humano y cerca de allí se sentía otro. Pero no había rastro del vampiro, aunque sí se percibía un poco de su olor.
Giró la manilla con suavidad, abrió la puerta y entró. Sólo eso le bastó para ser tomado con fuerza del cuello, a la vez que su espalda se arrastraba por la pared, elevándolo varios centímetros del suelo.

* * * * *

Lentamente comenzó a abrir sus ojos, un fuerte dolor de cabeza le recordó el golpe propinado por el vampiro de ojos grises. Apretó sus puños y soltó un grito lleno de rabia. La lluvia había empapado por completo su ropa.
Se puso de pie con dificultad, se encontraba desorientada y Perdida. No tenía idea cuanto tiempo había permanecido inconsciente. Husmeó el aire, intentando buscar el aroma de su agresor, pero no obtuvo resultados positivos. Volvió a gritar con rabia, mostrando sus negros ojos de vampiro.
Con su puño golpeó con todas sus fuerzas el tronco del árbol donde había golpeado su cabeza, provocando que se remeciera por completo para luego caer dejando a la vista algo de su raíz. Volvió a olfatear el aire y percibió a lo lejos el olor de la chica a quien debía buscar, sonrió, por lo menos sí tendría con quien divertirse.
Los rayos del sol aparecieron, dejando de lado la lluvia. Mientras la vampiro daba un salto y corría a toda velocidad rumbo a donde su olfato le indicaba. Pero, un olor conocido y la curiosidad la hicieron desviarse, llegó en pocos minutos frente a dos figuras que dormían en una casa deshabitada.
—¿Y el otro de ustedes? —preguntó con burla al verlos acostados en el suelo.
—¿Y la chica? —cuestionó el de ojos azules incorporándose y mirándola con desprecio.
—Estoy en eso —contestó con furia—. No me digas que les ganó, nuevamente —se carcajeó.
—No estoy para burlas de alguien como tú. —La de ojos violetas se puso de pie y elevó del cuello a la vampiro con el poder de su mente.
—¡Basta! —gritó Seth—. Estamos trabajando juntos. —Su hermana dejó caer a la de cabellos negros.
—¿Dónde está Bastian? —preguntó con dificultad, aún no se recuperaba bien del golpe en la cabeza y ya le intentaban quitar el aire.
—No sabemos —respondió el mayor—. Desapareció.
—No creo que se fuera así como así —se burló mirando a la que había intentado hacerle daño—. ¿Los golpeó mucho?
—No —contestó con una media sonrisa la mujer—. Lo dejamos casi muerto, pero lo han salvado.
—¿Quiénes? —Consultó asombrada pensando en Ethan.
—Eso es algo que no te revelaremos —la voz autoritaria de Seth resonó en el lugar vacío—. Si quieres saber, pregúntaselo a Belial.
Janice les dio la espalda y se dispuso a marcharse del lugar, pero se detuvo.
—¿Qué día es hoy? —preguntó mirando a Seth.
—El cuarto desde que Belial se marchó —contestó mirándola con seriedad.
La vampiro abrió sus ojos con asombro, sólo le quedaba un día para encontrar a la chica. Salió apresuradamente del recinto, en dirección a donde su olfato le había indicado antes de desviarse a hablar con los primos de Bastian.
Rápidamente avanzó a campo abierto, hasta que llegó frente a un árbol y varias ramas que ocultaban algo. Las movió y vio un auto clásico. Suspiró y golpeó con fuerza el suelo de una patada. Respiró profundo y husmeó en el aire, el carro pertenecía a quien buscaba, su olor estaba impregnado por todas partes. Y no solo el de ella, sino que también el de Bastian.
Allí se quedó, haciendo guardia. Si lo había dejado de esa manera, volvería por él. Tarde o temprano lo haría, esperando que fuera más temprano que tarde.
No se dio cuenta que dos demonios la siguieron, pensando en que iría con Bastian. Una gran decepción se llevaron al ver que la vampiro se sentó en el suelo frente a un auto. El mayor frunció su ceñ, y comenzó a caminar en dirección a la casa donde se encontraban antes.
—Extraño mi olfato de vampiro —susurró la mujer caminando junto a él.
—Yo igual —respondió apurando el paso.

* * * * *

Terminó de vestirse con rapidez, tenía curiosidad de saber que había pasado con esos ellos, y la chica debía explicarle aquello. Una presencia conocida y agradable sintió que se acercaba. Sonrió para si, por suerte él venía, así aclararían las dudas todos juntos.
—¡Hayley! —gritó al notar que la chica salía corriendo en dirección a la entrada de la posada—. ¡Hayley! —Volvió a gritar, pero la mencionada lo ignoró.
Cuando llegó junto a ella, tenía a su amigo sujetado del cuello y colgando con su poder mental. Lo miró y le sonrió, él no se merecía eso.
—¡Ethan! —exclamó con asombro caminando hacia él—. ¿Lo bajas?, es mi amigo. —Miró de reojo a Hayley.
—Pensé que era uno de los que te habían golpeado —respondió soltando el cuello del mayor y bajándolo con suavidad hasta dejarlo de pie apoyado en el suelo—. No fue mi intención hacerte daño. —Miró al de ojos grises con el ceño fruncido.
—Para mí también es un gusto conocerte al fin, Hayley —le sonrió acariciando su adolorido cuello—. Creí que debería rescatarte de Belial, esta vez. —Abrazó al vampiro con fuerza.
—¿Esta vez? —preguntó respondiendo el saludo—. ¿Cuándo me has rescatado?
—No me hagas dejarte en vergüenza frente a tu chica —susurró alejándose un poco de él—. Linda guardaespaldas te conseguiste —le guiñó un ojo.
—¡Hayley! —La voz autoritaria de Rachel interrumpió todo, y las miradas se clavaron en ella—. Estás en problemas, jovencita.
—No se preocupe —habló con respeto caminando hacia el bar para sentarse—. Le aseguro que toda la culpa la tiene él —señaló con la mirada a Bastian—. No tiene que regañarla a ella.
—Yo pensaba que eras mi amigo —suspiró el mencionado frunciendo su ceño—. Soy Bastian O’Ryan, un vampire. —Hizo una seña en forma de saludo a la cantinera que los miraba extrañada—. Y él es Ethan Fellon, otro de la misma raza.
—Es un placer —dijo clavando sus ojos en Rachel y sonriéndole, para luego voltear a ver a la chica—. De ti he oído mucho, durante varios años, me alegra al fin conocerte. ¿Me puedes decir en dónde encontraste la cadena que está en tu bolsillo?
—¿Qué cosa? —consultó confundida metiendo su mano en los bolsillos, hasta encontrar lo que mencionaba el vampiro—. ¿Esto? —Caminó hasta el de ojos grises y se lo pasó—. ¿Cómo sabías que lo tenía?
—Tengo buen olfato —sonrió mirando a Bastian—. Pertenece a Owen. —Le lanzó la cadena al chico, este la recibió sin problemas y la olfateó—. Eso fue lo que no te alcancé a decir, desaparecieron la otra noche, una de las vampiros llegó a preguntarme si los había visto, ya que Owen había quedado de salir con ella, pero no los sentí cerca. Pocas horas después una gran energía maligna llenó el ambiente, ¿la sentiste?
—No, nada —contestó mirando el objeto.
—¿Estaban juntos aquella noche? —preguntó Rachel mirando a ambos chicos, Hayley asintió con la cabeza—. ¡Vaya, qué pareja hacen! —Frunció su ceño mientras sacaba la carpeta con el mapa—. La energía se centró en este lugar. —Señaló, Ethan fijó su mirada con atención y Bastian llegó rápidamente a observar, la chica se sentó un lugar apartado del vampiro de grises ojos, mirando al frente.
—Lo que hicieron allí fue un ritual —dijo mirando al suelo—. No sé para qué, pero uno de los cuerpos que usaron fue el que nombran, porque en esa casa encontré la cadena. El culpable fue Belial.
—¡Odio buscar información en libros! —La voz de Noah resonó en el recinto luego de abrir la puerta—. ¡Y más cuando la que lo necesita no lo agradece! —Continuó reclamando sin darse cuanta de los presentes.
—Gracias, Noah. Pero yo no te pedí ese favor —respondió con algo de enojo y mirando al chico.
—No quiero peleas. —Rachel golpeó con la palma de la mano la mesa.
—Así que tú eres Noah —se burló Bastian sentándose junto a Hayley y abrazándola por el cuello, cuidando de no tocar su piel.
—¿Tú debes ser Bastian? —indagó con burla caminando hacia donde todos estaban reunidos—. El que desapareció de la faz de la tierra mientras ella te buscaba incansablemente.
—No quiero peleas infantiles en este momento. —Ethan se puso de pie mostrando su autoridad frente a todos, las miradas se clavaron en él—. Estoy tratando de salvar tu pellejo. —Miró al vampiro—. Así que ¿me ayudas o te vas con Belial? No tienes otras opciones. —Bastian dejó de abrazar a la chica y bajó la mirada—. Soy Ethan. —Extendió su mano al recién llegado—. Supongo que eres un cazador, amigo de Hayley, si es así espero que nos ayudes. —El chico respondió el saludo—. Si no te molesta trabajar con vampiros. —Dejó a la vista sus colmillos y sus ojos negros, Noah lo miró con sorpresa no se esperaba algo así.
—Podrían ser un poco más suaves para las presentaciones —musitó Hayley meneando la cabeza en forma de desapruebo—. ¿Qué dicen si vamos a hablar a la habitación de atrás?
—¿Por qué? —preguntó Bastian confundido—. ¿Qué no son lo mismo todas las habitaciones?
—No lo son —contestó la chica poniéndose de pie—. Esa habitación no permite la entrada de demonios, está construida por completo con hierro.
—Creo que es el mejor lugar para que hablemos. —Rachel salió del bar y se paró junto a Hayley—. Así podemos compartir la información que tenemos.
—Entonces vamos a ese lugar —sonrió Ethan caminando a la salida—. Después de usted. —Hizo una reverencia a la dueña de casa.
Rachel salió seguida por Ethan, Bastian se puso de pie y caminó tras ellos. Hayley se quedó atrás con Noah.
—Prometo que todas tus dudas se explicarán ahora. —Lo miró con seriedad.
—Está bien —contestó frunciendo el ceño y caminando hacia la habitación.
La medio ángel suspiró y los siguió, cerró la puerta del local tras de sí y puso el cartel de cerrado.
Caminaron seriamente hasta llegar al galpón, Rachel giró la manilla y entró. Ethan la siguió y luego Bastian, para continuar con Noah y finalizar con Hayley, quien volvió a cerrar tras de sí, creando un campo igual al que protegía al vampiro en su habitación.
—Esto no es de hierro —suspiró el vampiro de ojos grises, la medio ángel pasó por delante de él y le dio un pequeño pero fuerte empujón.
—No la hagas enojar —musitó Bastian atrayendo la mirada de su amigo que se había perdido en la chica después del golpe—. ¡Cuántos libros! —exclamó observando todo a su alrededor—. De seguro aquí encontramos algo.
—Ya lo hicimos. —La voz de Noah interrumpió la observación del vampiro—. Lo poco y nada que encontramos, no sé si les servirá de algo.
—¿Entran? —preguntó de manera molesta Hayley abriendo la compuerta que los guiaba al sótano.
—Eso si es de hierro —sonrió Ethan al ponerse en camino al lugar donde indicaba la chica.
La medio ángel fue la primera en entrar, encendiendo las luces del oscuro lugar a medida que avanzaba. Una vez que todos estuvieron adentro, Noah cerró la puerta y el silencio reinó en el lugar. El de grises ojos se apoyó en la mesa. La dueña de casa se sentó en una de las sillas. Su sobrino, frente a ella, se quedó de pie cerca de la escalera. Bastian se acercó a Hayley, quien se había quedado apoyada en la pared, quedaron de tal forma, que todas sus miradas se encontraban en el centro de la habitación.
Eran tantas las interrogantes, que ninguno se atrevía a abrir la boca para comenzar a salir de las dudas, todos miraban el suelo, con excepción de Noah, que había clavado su vista en los dos chicos apoyados en la pared.
—Tengo una pregunta. —Su voz ronca se escuchó con fuerza en el lugar, las miradas lo atravesaron—. ¿Cómo fue que te libraste de mí en la cabaña el día que volviste?
El chico de mirada miel frunció su ceño, se cruzó de brazos y piernas. Bajó su vista a un punto perdido en el suelo. La chica a su lado suspiró y lo observó por unos segundos, para luego mirar a Noah.
—Ya es hora que sepas la verdad —musitó frunciendo su ceño y dando unos pasos al frente, las miradas se clavaron en ella—. Será mejor que cierren un momento sus ojos —les recomendó a cada uno de los presentes.
Se detuvo en el centro de la habitación, donde todas las miradas chocaban, y sacó sus alas, que brillaron cubriendo todo el lugar. El resto de los presentes tuvieron que taparse la cara con sus manos, ya que el resplandor había sido demasiado intenso. Lentamente la luz que provenía de las lámparas colgando del cielo fueron las únicas que iluminaban, invitando a que los demás quitaran sus manos de la cara y abrieran los ojos, aunque un poco encandilados.
—Esto es lo que soy —dijo mirando a un aturdido Noah con la boca abierta—. Un ser que no tiene raza, mitad ángel, mitad humana, con las alas manchadas con negro por todas las vidas que he quitado.
—¡No vuelvas a decir eso, Hayley! —La voz autoritaria de Rachel sonó en el recinto—. Bien sabes que el motivo por el que tus alas están así, no es el que dijiste.
—Son de ese color porque es la forma en que te reconocerían —musitó Bastian mirando la espalda de la chica.
—De todas las cosas que he oído —suspiró con asombro Noah, poniéndose de pie y caminando hacia ella—. Nunca pensé que vería a un ángel. —La tomó de las manos, provocando un extraño sentimiento en el vampiro—. Te ayudaré en lo que sea. —La abrazó, la chica guardó sus alas y respondió la muestra de cariño del chico.
—Gracias —susurró, nunca pensó que él reaccionaría de esa manera. Era uno de los motivos por los cuales nunca le había revelado ese secreto, imaginaba que saldría enfurecido del local, vociferando lo que era—. Creo que tendrás que seguir leyendo libros —sonrió al momento de soltarlo.
—¿Dónde están? —preguntó Ethan con curiosidad, la chica volteó a mirarlo—. Son bastante grandes para tu espalda y no rompen tu ropa.
—¿Por qué siempre te fijas en cosas tan pequeñas? —cuestionó Bastian con el ceño fruncido sin moverse del lugar donde se encontraba.
—Para ser un buen investigador —sonrió mirándolo—, debo observar hasta el detalle más pequeño.
—Siguen en el mismo lugar que las viste por última vez —respondió Hayley un tanto sorprendida por la actitud del vampiro de ojos grises—. No las guardo, ni nada, simplemente dejan de estar visibles y de ser un peso para mí.
—Aun así —habló el menor de los vampiros arqueando una ceja—, ¿tu ropa debería estar rota?
—No necesariamente —contestó Rachel poniéndose de pie y señalando la espalda de la chica—. Sus alas no están pegadas a su cuerpo. Son parte de ella, pero como un complemento. Es por eso que le molesta el simple contacto con su espalda. —Puso sus manos en el lugar mencionado y la chica se estremeció.
—Me siento como un objeto de experimentos —reclamó alejándose un poco de Rachel y caminando hacia Bastian.
—Ahora, otro punto importante. —Ethan frunció su ceño y dejó a la vista su autoridad—. ¿Qué fue lo que encontraste en esa casa?
—Se encontraba en llamas cuando llegué. —Su mirada seria se clavó en el vampiro mayor, una vez que se apoyó al lado de Bastian—. Pero cuando me dejaron entrar a inspeccionar, pude ver que en una de las habitaciones el suelo no se había quemado por completo. Me acerqué a mirar y vi los rastros de un ritual. Al salir de allí encontré la cadena. —Observó la mano del vampiro de ojos miel que apretaba con fuerza el objeto—. Los bomberos me dijeron que encontraron tres cuerpos, pero todos se hicieron polvo y no por estar muy quemados.
—Alan, Chase y Owen —susurró el chico clavando su mirada en el suelo—. Janice tiene que haberlos llevado, por eso tenía el aroma de ellos en su cuerpo.
—¿Quién es Janice? —indagó clavando su mirada en el chico.
—Su hembra alpha —se burló Ethan, Bastian le regaló una mirada de desapruebo, Hayley se fue a sentar a la otra orilla de la sala, con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
—¿Esta Janice que tiene que ver con Belial? —preguntó mirando al de ojos grises.
—Lo ayuda —respondió cortante y mirando a la chica—. Hace unas noches lo comprobé, ella misma me lo afirmó. —Clavó su vista en Bastian, éste lo miraba algo asombrado—. Cuando te salvó aquel día sólo fue para acercarse a ti y ganarse tu confianza.
—Debí imaginarlo —contestó apretando sus puños con fuerza.
—Belial le prometió el Cielo. —Su voz burlesca llamó la atención de todos—. Eso sí, y por lo que pude deducir, ella debía obedecer al demonio en todo lo que pedía. Intuyo que su principal trabajo era convencerte para que te le unieras.
—Por eso también volvieron mis primos —susurró buscando la mirada de la medio ángel, esta miró hacia otro lado.
—No estoy entendiendo. —Noah interrumpió la conversación moviendo sus manos en señal de negación—. ¿De qué hablan?
—Será mejor que busques en tus libros —se burló Bastian clavando su mirada en él—. No creo que sirvas mucho en una batalla.
—¡¿Quieres probar mis puños, estúpido vampiro?! —gritó enojado a la vez que caminaba hacia el chico.
—¡Eso sería un placer! —respondió avanzando hasta tener al humano frente a él, era un poco más bajo, casi de la estatura de Hayley, no le resultaría difícil golpearlo.
—¡Basta! —gritó la medio ángel poniéndose de pie, a la vez que ambos chicos salían disparados hacia atrás, en dirección contraria uno del otro, chocando sus espaldas con las paredes—. Les recuerdo que la puerta está allí —señaló con la mano la compuerta—. Si no van a cooperar, pueden irse. —Su ceño fruncido se clavó en el humano—. Supongo que no les costará abrirla con su súper fuerza. —Miró al vampiro—. Te aviso que aún estás débil, si quieres salir y que te lleve Belial nadie lo impedirá.
—Yo no pude haberlo hecho mejor —dijo con burla Ethan a la vez que la chica se sentaba en el lugar de antes—. Respondiendo a tu pregunta. —Clavó su mirada en Noah, que seguía apoyado en la pared sin moverse—. Todo se basa en una profecía, de la cual no sabemos mucho, pero tenemos una pista fundamental. —Sus ojos se posaron sobre la chica—. ¿Dónde está el diario de tu padre?
—¿Qué sabes de eso? —cuestionó poniéndose de pie, si bien el vampiro era amigo de Bastian, eso no significaba que le tomaría confianza tan rápido.
—Sólo sé que existe y tiene información importante —sonrió, notó la desconfianza de ella en su mirada.
—Siempre lo vi escribiendo —respondió frunciendo su ceño—. Nunca me lo enseñó, no sabía nada de la profecía hasta que Bastian me lo comentó —suspiró pensando en lo sobreprotegida que la tenía su padre—. Y los ángeles lo respaldaron. —Las miradas de asombro, tanto de los humanos como la del vampiro de ojos grises, se posaron en ella—. Del diario no sabía nada, desapareció días antes de la muerte de mi padre, pero gracias a Rachel sé su localización exacta. Iba por él, aunque tuve que desviarme al sentir la presencia de Bastian desaparecer.
—¿Ángeles? —musitó Rachel.
—¿Cómo que ángeles? —preguntó Ethan en conjunto con Rachel.
—Los que espantaron a Belial ese día —respondió el vampiro menor, pegado a la pared intentando soltarse.
—Tres de esas creaturas se aparecieron en mi camino —habló Hayley mirando al vampiro de ojos miel—. Me dijeron que son los encargados de protegerte y a la vez de vigilarme. Te dejaron a mi cargo. —Quitó su vista de él y miró a Ethan—. También mencionaron el diario, los demonios lo buscan y no descansarán hasta encontrarlo…
—Richard —suspiró la mujer interrumpiendo el relato de la chica.
—Quédate tranquila, él es un buen cazador —le sonrió la medio ángel.
—Un momento. —Ethan hizo la señal de tiempo con sus manos—. Por lo que averigüé el diario está en una iglesia.
—Nadie ha dicho lo contrario —contestó Rachel—. Está en una iglesia y Richard es su custodio.
—Entonces creo que sólo tenemos una opción… —susurró Hayley antes de ser interrumpida.
—Ir por el diario —terminó la frase el de ojos grises, la chica asintió—. Creo que los tres. —Miró a ambas mujeres—, haremos un buen equipo.
—Ahora que está decidido lo que sigue. —Bastian interrumpió las miradas de la medio ángel, el vampiro y la humana—. ¿Nos sueltas?
—Si vuelven a pelear. —Lo miró amenazante a ambos, que se encontraban en cada una de las esquinas opuestas de la habitación—. Les juro que no seré tan suave —sonrió con malicia—. Usaré todas y cada una de las cosas que están allí arrinconadas. —Señaló con la mano el montón de armas y objetos de torturas que guardaba Rachel—. Que por suerte para ustedes, estaban amontonadas al momento que los empujé a las paredes. —Los chicos cayeron con lentitud al suelo, se miraron con odio y se acercaron al centro de la conversación.
—¡Qué bellas cosas tienen aquí! —exclamó Ethan al ponerse de pie y caminar hacia las armas.
—Una pequeña colección —respondió Rachel desde donde estaba—. Básicamente para hacer armas en defensa para los demonios, que son los más difíciles de matar.
—Será mejor que vaya por el diario. —La voz seria de la chica detuvo el paso del vampiro de grises ojos.
—¿No pretenderás ir sola? —preguntó con algo de enfado en su voz, girándose para mirarla.
—Desde que murió mi padre, trabajo sola —contestó mirándolo con el ceño fruncido.
—Pero ahora es distinto, niña —dijo con sarcasmo—. Estamos juntos en esto, y juntos iremos por el diario.
—¿No confías en mí? —cuestionó arqueando una ceja.
—¿Por qué he de hacerlo? —Su mirada gris se clavó en la verde de la chica, que por unos momentos brillaron doradas—. No, niña, eso no funciona conmigo.
—¡Genial! —exclamó con algo de enfado—. Más vampiros raros.
—Si piden mi opinión —interrumpió Bastian, ganándose las miradas de ambos—. Creo que Ethan tiene razón, no es bueno que vayas sola, sabiendo que los demonios van por lo mismo.
—Está vez le daré la razón al estúpido vampiro —añadió Noah de mala gana.
—Juntos trabajaremos major. —El de ojos miel clavó su mirada de enfado en el humano.
—Tú no irás a ningún lado. —La mirada seria de la chica lo distrajo de su pelea con Noah—. Estás débil y te quedarás aquí.
—Sí iré y no me lo impedirás. —Su mirada se posó en la chica.
—Dije que no… —alcanzó a decir antes de ser interrumpida.
—Si siguen peleando, el diario se lo llevarán los demonios, y no quiero ni pensar en cómo quedará Richard. —La voz de Rachel los hizo mirarla, sonaba con poder—. ¡Será mejor que se preparen y vayan por el maldito cuaderno de una vez!
—Está bien, tía —sonrió de medio lado Noah—. Pero no te enojes, que te hace mal.
—Noah, ve y saca alguna de las armas para demonios —le ordenó a su sobrino aniquilándolo con la mirada, el chico asintió con algo de miedo y se dirigió al montón de armas arrinconadas—. Hayley, será mejor que aceptes la ayuda y trabajes junto con ellos…
—Pero… —interrumpió a Rachel haciendo pucheros.
—Esta vez no, jovencita. —La miró con reproche sin dejar que terminara de hablar—. He dicho que trabajarás en conjunto y así lo harás.
La chica se sentó junto a la cantinera, bajo las miradas de asombro de los vampiros, que no sabían qué hacer frente a la situación. La mayor de las mujeres había puesto orden en sólo unos minutos, tenía al chico buscando armas y a la medio ángel en silencio junto a ella.
—Mi turno de los regaños —sonrió Ethan clavando su mirada en el chico—. ¿Qué te pasa con el humano? —preguntó en susurró tomándole del brazo.
—¿No viste como miraba a Hayley? —cuestionó frunciendo el ceño sin dejar de mirar a su tutor.
—Serás… —suspiró con algo de risa—. No es hora para ponerte celoso —sonrió—. Además por lo que noté, ya la marcaste.
—Sí lo hice. —Se le iluminó la cara con la sonrisa que se le dibujó.
Continuaron hablando en susurrus, mientras Rachel le enseñaba un calendario a Hayley, ésta con el ceño fruncido, miraba hacia el suelo.
—Desde mañana en la noche —dijo la mayor—. Hasta dos días más.
—Bien, bien —contestó de mala gana—. Es lo que tengo que pagar por ser lo que soy.
—¡Hayley! —exclamó a modo de regaño—. Ya basta con ese asunto, es algo que te sucede todos los años…
—Pero si no tuviera esas cosas sobre mi espalda —interrumpió clavando su mirada seria en la mayor—. Nada pasaría.
—¿Pasar de qué? —preguntó con curiosidad Bastian que se había puesto en alerta cuando escuchó gritar el nombre la chica.
—Nada importante —contestó la medio ángel cruzándose de brazos.
—No están —interfirió Noah caminando hacia ellos—. No hay ninguna daga, cuchillo o espada que sirva para atacar a los demonios.
—¿Cómo que no? —indagó preocupada su tía—. Pero si estaban allí la última…
—Esa vez mi padre sacó una daga, ¿recuerdas? —Hayley interrumpió a la mayor—. Fue cuando desapareció el diario, era la penúltima que quedaba. La otra la tengo yo.
—Genial —reclamó el humano dejándose caer sentado en el suelo—. Ahora estamos indefensos.
—Habla sólo por ti. —El menor de los vampiros dio su opinión—. Nosotros podemos enfrentarnos a los demonios sin problemas y sin armas.
—Yo aún tengo la pistola —añadió la chica—. No es culpa de nosotros que nunca te aprendieras el párrafo en latín.
—¡Vaya! —exclamó con burla Ethan—. Y yo que pensaba que Bastian era el único que no recordaba aquel verso.
—Mi ángel se quedó escondido —suspiró con cansancio, esperando detener una posible pelea—. Tendremos que ir en tu camioneta. —Miró a Noah.
—¿Iremos con el humano? —preguntó enojado el vampiro menor.
—¡Bastian! —gritó Ethan en forma de regaño—. ¿De qué hablábamos recién?
—Está bien. —Cruzó sus brazos y se mantuvo callado.
—Yo paso mi camioneta —sonrió de medio lado—. Pero el vampiro estúpido viaja atrás, en la parte de la carga.
—¡Noah! —Esta vez el regaño vino por parte de Rachel. El chico se puso serio y se mantuvo en silencio, al igual que el vampiro.
—¿Dónde queda la iglesia? —preguntó Ethan acercándose a la dueña de casa.
—Varios kilómetros al noreste de aquí —contestó buscando un mapa que se encontraba sobre la mesa, junto a los libros—. Precisamente en este lugar —señaló con el dedo.
—Tardaremos como un día en llegar —musitó Hayley poniéndose de pie—. Si partimos ya.
—Esto llega caído del cielo —murmuró Ethan caminado tras la chica—. Necesito un poco de acción.
Salieron del sótano y caminaron fuera de la habitación con rapidez. Entraron en la posada. Los vampiros esperaron sentados en el bar, junto con Noah, mientras Hayley iba por algunas de sus cosas y Rachel guardaba municiones y comidas.
Los chicos en la posada se mantenían en silencio, Ethan sonreía al ver las miradas de odio entre el vampiro y el humano.
—¿Qué pasó con Janice? —preguntó al recordar que la vampiro se había quedado con su tutor.
—La dejé durmiendo —le sonrió recordando el golpe que le dio en la cabeza—. Aunque ya debe haber despertado y con dolor de cabeza.
—¿La golpeaste? —indagó sin mostrar sentimientos hacia el ser.
—No quería que fuera a contarle a Belial que ya sabemos que ella lo ayuda —contestó guiñándole un ojo—. Además, hace tiempo que se buscaba un golpecito.
—En eso tienes razón. —Lo miró a los ojos—. Debí imaginar sus intenciones. —Golpeó con fuerza la mesa.
—No te martirices —le sonrió mirándolo a los ojos—. Que aún no aprendes a leer la mente —se burló.
—Así como dices —suspiró a la vez que miraba hacia el pasillo por donde venía Hayley—. Todo pasa por algo.
—¿Están listos? —cuestionó la chica al llegar al centro del lugar.
—Lo estamos —contestó Ethan.
—Entonces, vamos —suspiró caminando a la salida.
—¿Se irán sin comida y municiones? —La voz de Rachel los detuvo.
—Si todo regresa tal cual como lo preparaste —dijo al recibir el pequeño bolso—, no me culpes, bien sabes que no vamos de picnic.
—Ten cuidado —susurró seriamente mirando a la chica—. Trata que todo sea antes de mañana por la noche.
—No exageres. —Frunció su ceño—. Soy buena con los golpes.
—Ya vete. —La mayor le dio un abrazo y la chica se giró para salir de la posada.
Al llegar afuera, vio que Noah estaba sentado en el piloto y junto a él iba Ethan. Atrás, y mirando por la ventana se encontraba Bastian, suspiró y se subió al vehículo.
—Acelera hasta el fondo Noah —le ordenó al chico—. Necesitamos llegar pronto, y no te preocupes por los policías.
El humano obedeció al instante y en pocos segundos se encontraban recorriendo la carretera a toda velocidad. Pasaba de medio día cuando salieron de la posada. El silencio dentro de la camioneta se volvió incómodo, tanto así que los dos chicos sentados atrás, lo único que hacían era mirar por las ventanas.
Ninguno se atrevía a mirarse, ella se sentía dolida porque él no le había dicho nada sobre su hembra alpha, y él no sabía cómo empezar a explicarle que Janice no era nadie en su vida.
El camino continuó lentamente para ambos, y los que iban sentados adelante los miraban de vez en cuando de reojo. El vampiro mayor sonreía a causa de los dos chicos tan infantiles que viajaban atrás, y el piloto no entendía que le veía la chica a aquel estúpido vampiro.

* * * * *

Acababa de llegar de la comisaría, hace poco sus ayudantes de la iglesia se habían marchado, les dio la tarde libre. Algo le decía que otro de los seres volvería.
Un día pasó desde que la chica demonio fue en busca del diario, y esperaba que en cualquier momento se aparecieran unos cuanto. No temía, pero sí pensaba en qué pasaría si ellos lograran vencerlo. Suspiró y cerró la puerta de entrada principal.
—Richard Trump —escuchó tras él—. Tanto tiempo sin vernos. —Una voz burlona resonó en la fría iglesia.
—No pensé volver a verte —giró para mirar la figura que hablaba.
—Para que veas las vueltas que da la vida, hermanito —susurró mostrando el cambio que sufrían sus ojos castaños, convirtiéndose por completo en un azul oscuro.
—Vaya, veo que te han ascendido. —Se burló al ver su nuevo color de ojos—. Ya no eres un simple peón de negros ojos.
—Las cosas han cambiado mucho desde que hice mi pacto. —Frunció su ceño—. Cuando tú y Evans me mandaron al Infierno, juré venganza. Y el momento ha llegado.
—¿Vienes por el diario? —preguntó ignorando el comentario de su hermano.
—No, yo vengo por la venganza —sonrió—. Ellos vienen por el diario. —Tres demonios de negros ojos se hicieron presentes en el acto—. Vayan por lo que necesitan —les ordenó sin dejar de mirar al sacerdote.
Los tres seres obedecieron, caminaron con prisa por toda la iglesia, buscando el cuaderno del cazador. Se separaron para rastrear con más facilidad.
—De todas maneras no podrán sacarlo —se burló Richard mirando a su confiado hermano.
—Es hora de escuchar tus suplicas y lamentos. —Frunció su ceño a la vez que el sacerdote se elevaba varios metros, hasta casi llegar al cielo de la iglesia.
—Insisto —susurró intentando quitarse las amarras invisibles de su cuello—. Debiste dejarme el arma.
Su cuerpo cayó con fuerza, rompiendo el pequeño altar decorado con múltiples flores. Se puso de pie con dificultad, lamentablemente para él los años estaban en su contra. Ya no tenía la resistencia a los golpes de antaño, y en lo único que podía pensar, era en el perdón de Dios, sentía que su hora se aproximaba.
Volvió a elevarse, esta vez el demonio lo lanzó contra una de las columnas, agrietándola por completo. Una línea de sangre apareció en la cabeza del cazador, no se puso de pie, esperó que su hermano llegara junto a él.
—¡Me convertí en esto por ti! —gritó con furia al darle una patada al cuerpo del sacerdote—. ¡Ibas a morir y yo di mi alma a un demonio para que te salvara¡ ¡¿Es así como me pagas?! —Lo tomó del cuello y lo levantó con su mano—. ¡¿Mandándome al Infierno?!
—No fue por el demonio que seguí con vida —musitó en un hilo de voz—. Ese ser te engañó para que vendieras tu alma. —Tosió con fuerza—. Cuando hiciste el pacto yo estaba bien. —Sintió que sus fuerzas abandonaban su cuerpo.
—¡No te lo perdonaré nunca! —exclamó con ira lanzando a su hermano contra otra columna.
Un fuerte golpe se escuchó desde la parte trasera de la iglesia, el demonio de azules ojos observó en dirección al ruido. Otro sonido más fuerte apareció al momento que una de las paredes se rompía y dejaban a la vista el cuerpo de uno de los demonios, bastante malherido. Y una capa de polvo cubrió el ambiente.
—Lo siento por la tardanza. —La voz de chica irrumpió en el lugar, el demonio intentó verla, pero no le era posible entre tanto polvo.
—Vamos a divertirnos. —Una voz ronca de hombre fue la que habló esta vez.
La nube de polvo se disipó, dejando a la vista del demonio cuatro seres con apariencias humanas. Tres hombres y una mujer. Todos con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro, se notaba que buscaban un poco de diversión a costa de ellos.
—¿Quiénes son ustedes? —pregunto el de azules ojos.
—Los que te mandaremos al Infierno. —Sonrió el de mirada gris, que en un rápido movimiento se volvió negra y unos colmillos asomaron en sus labios.
—¡Vampiros! —exclamó con burla—. Ustedes no podrán hacerme nada.
—Déjenme este a mí —sonrió la chica—. Ustedes vayan por los otros tres. Más bien dos y medio. —Miró al que estaba en el suelo.
—Como quieras —contestó el que se había transformado.
—Dos vampiros y una mitad ángel —susurró mirando al demonio a la vez que sus ojos se volvían dorados y el ser salía volando hacia atrás chocando con la puerta de entrada.
—¡Hayley! —La voz de Richard sonó apagada—. Que gusto que estés aquí.
—Quédate tranquilo —susurró sentándolo apoyado en la columna—. Nosotros nos encargaremos de estas molestias.
—Él tiene los ojos azules —dijo con dificultad.
—Puedo sentir que su presencia es diferente al resto —le sonrió—. Por eso no te preocupes.
—Así que tú eres la medio ángel. —Se puso de pie quitándose un poco de la tierra esparcida en sus ropas—. No puedo hacerte daño de muerte, pero me divertiré contigo hasta dejarte moribunda.
—Error —sonrió mirando al ser acercase—. No puedes matarme y no podrás tocarme un cabello.
Pasó por delante del sacerdote hacia el demonio que sonreía, su ceño fruncido indicaba que quería acabar con eso pronto. Si aquel ser tuviera los ojos negros, normales de un demonio, todo sería distinto, con unos cuantos golpes acabaría con él. Pero no era así, ese los tenía azules, demostrando que su rango había subido un poco.
Levantó su mano y arrojó al demonio golpeándolo con la puerta de entrada, nuevamente. Logrando, esta vez, abrirla, volvió a elevarlo y lo lanzó afuera del recinto. Tenían la ventaja que la iglesia se encontraba alejada de las personas y la pelea se desarrollaría más tranquila.
Un fuerte disparo se escuchó en el interior del lugar, atrayendo todas las miradas de quienes se encontraban adentro. El demonio que había sido empujado por Hayley cuando llegaron, fue el que recibió el impacto.
—Uno menos —susurró Noah guardando la pistola.
—Linda arma —sonrió Ethan olfateando—. Uno en la puerta de la izquierda y el otro a la derecha.
—Me quedo el de la izquierda —se apuró en decir Bastian.
—Yo el de la derecha —musitó Ethan—. Chico, tú ve por el diario.
—Está bien —contestó resignado—. ¿Las usarán? —preguntó mostrando el arma y la daga de Hayley.
—Creo que te serán de más ayuda a ti —dijo el de ojos grises antes de perderse en la iglesia.
Avanzó hasta una de las puertas de la izquierda, donde se encontraba uno de los demonios. De una patada la derribó y entró directo a golpear al ser que lanzaba todo lejos tratando de encontrar el cuaderno.
A pesar de aún no tener la totalidad de sus fuerzas, no le costó darle un golpe al ser mandándolo contra la pared, pero este se defendió elevándolo con su poder mental y arrojándolo a la puerta, rompiendo todo a su paso, hasta llegar al salón principal, donde se encontraba antes.
Se puso de pie y sacó sus colmillos a la vez que sus ojos se volvieron negros, rápidamente se abalanzó contra el demonio, que caminaba a su encuentro, hasta golpearlo en el pecho y enviarlo hacia atrás, de vuelta a la habitación.

* * * * *

Al abrir la puerta de la derecha, se encontró con un fuerte golpe en la cara. El demonio que se encontraba en su interior lo estaba esperando y lo recibió de la mejor manera. El de ojos grises se enfureció, tomó al otro ser del cuello y lo elevó varios pies, con todas sus fuerzas lo arrojó contra el suelo, rompiéndole varios huesos. Aun así se levantó.
—Eso es lo mejor que puedes dar —se burló mirándolo con sus negros ojos.
—¡Claro que no! —exclamó con una sonrisa—. Eso apenas era el calentamiento.
Con un rápido movimiento, el vampiro se lanzó al ataque del demonio. Lo tomó del cuello de la chaqueta y corrió hasta golpear la espalda del ser con una de las columnas. Le mostró sus colmillos y golpeó con su rodilla el pecho de su contrincante. Éste cayó de rodillas al suelo, aprovechándose de eso, Ethan lo agarró del cabello, le dio una vuelta en el aire y lo arrojó contra otra de las columnas, provocando que esta se trisara.
De un salto llegó junto a su oponente, que sangraba por varias partes de su cuerpo. Controlando su deseo por aquel líquido, azotó con fuerza la cabeza del ser contra el suelo de cemento, que lentamente comenzó a teñirse de rojo.
—¡Oye! —gritó Richard que se encontraba cerca del vampiro—. ¡Usa esto! —Le hizo llegar por el suelo una pequeña daga.
Ethan la recogió y se la enterró en el corazón al demonio, éste dejó de respirar instantáneamente.
—Gracias —dijo volviendo sus ojos a la normalidad, al igual que sus colmillos—. Aquí tienes. —Le entregó la daga en la mano—. ¿Necesitas ayuda?
—¿No beberás mi sangre? —preguntó al recibir el cuchillo.
—No bebo católicos —sonrió de medio lado dándole su mano como apoyo.
—Seguramente antes de beberlos les preguntas de qué religión son —se burló al recibir la ayuda y ponerse de pie con esfuerzo.
—No lo hago —suspiró—. Me alimento de vacas.

* * * * *

El chico miró como los dos vampiros desaparecían en las direcciones que habían dicho. Suspiró y observó a su alrededor, la iglesia estaba casi en ruinas, ya no quedaba altar, los asientos por todos lados, las columnas cayéndose en pequeños pedazo y algo se movía en una de ellas.
—¡Richard! —gritó al recordar al sacerdote. Corrió hasta llegar junto a él.
—¡Qué gusto verte, muchacho! —exclamó al ver la cara de Noah.
—Hemos venido por el diario de Evans —susurró encuclillándose frente al cazador apoyado en la columna.
—No son los únicos —suspiró intentando sonreír—. Está en mi despacho, dentro de un cajón, envuelto en una caja de hierro. Los demonios no pueden tocarla.
—En tu despacho —repitió al ponerse de pie—. Voy por él.
Se apresuró en dirección a lo señalado por el sacerdote, olvidándose por completo de él. Abrió la puerta con una patada, ya que se encontraba con llave, y entró. Por suerte para él los demonios estaban ocupados con los vampiros así que con total tranquilidad fue al cajón y sacó el envase de hierro que cubría lo que buscaban.
—Con llave, genial —suspiró buscando por todos lados el objeto que lograra abrirla.
Husmeó por varios minutos hasta que encontró lo que necesitaba, abrió la caja y sacó el diario. Salió del recinto.
—¡Lo encontré! —gritó una vez que llegó a la habitación principal.
—¡Serás idiota! —La voz de Ethan sonó a enfado—. ¡No podías decirlo más fuerte!
Un demonio se apareció por atrás, lanzando a Noah unos metros lejos. Aun así no soltó el diario.
—¡Disculpa! —Se escuchó un grito de parte de Bastian—. ¡No pude detenerlo!
—¡Y tú, ¿no puedes acabar con un simple demonio?! —El mayor cada vez estaba más enojado—. ¡¿Acaso todo tengo que hacerlo yo?!
—Calma —sonrió Bastian mirando a su tutor—. Ahora lo mato.
El vampiro se lanzó contra el demonio que se encontraba encima de Noah intentando quitarle el diario que el chico aferraba con fuerza contra su pecho. Lo agarró y lo lanzó lejos del humano, cerca de la puerta principal.
—¡Usa el agua bendita! —sugirió Ethan al ver que el vampiro estaba al lado del recipiente.
Bastian volteó la mirada y a su izquierda logró ver la pequeña pileta con agua, la tomó de la columna y le arrojó el agua al demonio que se aproximaba, esperando que lo quemara, pero nada pasó. El mayor miró al sacerdote con furia.
—No tuve tiempo de bendecirla —susurró con algo de burla y pidiendo perdón.
—Estoy rodeado de inútiles —musitó mirando por la puerta, esperando que la chica que peleaba afuera no le diera los problemas que le daban los de adentro.
El de mirada miel al ver que el agua no funcionó, le lanzó la pileta por la cabeza al demonio, este no alcanzó a esquivarla y le provocó un corte en la frente. Con su poder mental elevó al vampiro y lo remeció un poco. Éste intento hacer lo mismo, pero un disparo resonó con fuerza. El cuerpo del demonio cayó sin vida, al mismo momento que Bastian tocaba con sus pies el suelo del recinto.
—Yo podía con él. —Su mirada furiosa se clavó en Noah, quien guardó el arma en su bolsillo.
—No lo parecía —sonrió de medio lado para molestar al vampiro.
—Maldito humano —musitó al momento que corría hacia él.
—¡Detente! —La voz de autoridad proveniente de su tutor lo hizo obedecer en el instante—. El chico encontró el diario, ya podemos volver a la posada e investigar con calma la situación.
—¿Hayley aún no acaba con el demonio? —preguntó el sacerdote con preocupación haciendo que todas las miradas de odio y furia se disiparan.
—¡Maldición! —exclamó Bastian saliendo del recinto a toda prisa.


* * * * *
El sonido del arma fue la señal que esperaba la medio ángel para empezar el ataque, en un abrir y cerrar de ojos ya tenía al demonio volando por el golpe lanzado a su estómago. Antes que este cayera, lo recibió con una patada en la espalda, provocando que el ser de azules ojos diera un grito y se estrellara contra el suelo con fuerza.
Dio un salto y llegó junto a él, lo tomó de los cabellos y lo obligó a mirarla.
—¿Fue Belial quien te mandó? —preguntó con enfado, que se demostraba en sus ojos dorados.
—No tengo por qué responderte —se burló el demonio intentando soltarse.
—Con eso sólo lo confirmas. —Soltó el cabello del ser y le propinó una patada en la cara, rompiéndole la nariz y gran parte de la boca, algunos dientes cayeron al suelo.
—Sí, fue aquel demonio —sonrió levantándose con dificultad—. Pero yo vine porque tengo un asunto pendiente con mi hermano.
—Tus problemas familiares no me interesan —respondió frunciendo su ceño.
—Tal vez te interese saber que tanto Richard, mi hermano, y Evans, tu padre. Sabían todo acerca de ti y el vampire. —Clavó su mirada seria en la chica.
—Si mi padre hubiera sabido algo, yo ya lo sabría. —Frunció más su ceño, intentando ocultar la curiosidad que sentía.
—No lo hizo —suspiró con confianza—. Tu padre te ocultó todo, ¿no me recuerdas? —El asombro se reflejó en la cara de la medio ángel—. No, claro que no. Eras apenas una niña cuando me viste —sonrió sin dejar de mirarla—. Yo al igual que mi hermano y tu padre, era un cazador. Juntos acabamos con varios demonios, ¿qué ironía, no crees? —Su sonrisa se hizo más grandes—. Ayudamos a tu padre a recolectar gran cantidad de los datos que guarda en el tan preciado diario que tanto los demonios como ustedes quieren…
—Si sabes tanto sobre eso —lo interrumpió en forma de burla—. ¿Por qué no te preguntan a ti?
—A veces eres tan ingenua como tu padre, que cayó en las redes de la ángel —se carcajeó—. No queremos el diario por la información, sino para destruirlo y que seres como ustedes no obtengan nada de él.
Varios ruidos se escuchaban al interior de la iglesia mientras ellos hablaban afuera, parecía que el recinto se caería de un momento a otro.
—Lamentablemente por ustedes —sonrió la chica—. No dejaré que se lleven el diario.
—Eso ya lo veremos —se carcajeó quitando sus azules ojos para dejar unos castaños a la vista—. ¿Qué se siente ser engañada por tu padre? Yo lo sentí, pero por parte de mi hermano. Duele, ¿verdad?
—Él no me ha engañado —defendió la chica volviendo a fruncir su ceño—. Él no sabía nada de esto… —detuvo su hablar, el diario indicaba lo contrario, el demonio se carcajeó—. No sabía que esto tuviera que ver conmigo —corrigió.
—Claro que sí sabía —sonrió con burla—. Pero siempre confió demasiado en los ángeles, ellos le indicaron que no debía decirte nada y, que por sobre todo, los demonios y humanos debían creer que él no sabía nada —suspiró recordando el pasado—. A veces pienso que hizo bien su trabajo, sólo mi hermano y yo sabemos de eso.
—¡Mientes! —gritó con furia—. Mi padre me lo hubiera dicho.          
—Prometió ayudarte con el chico, ¿verdad? —preguntó con burla.
—Sí lo hizo —respondió con seguridad, sabía que se conocían, pero que su padre no tenía idea que él era quien ella buscaba.
—¿Y por qué no te comentó que fue en su ayuda cuando lo convirtieron en vampiro? —Su burlesca voz logró hacer que la chica dejara sus dorados ojos para mostrar los verdes que la acompañaban siempre.
—Él no sabía que era quien buscaba —susurró algo desconcertada.
—Si lo sabía y muy bien —se carcajeó, estaba logrando que la chica lo escuchara—. Los ángeles le dijeron que debía ir a verlo, y también mencionaron su nombre.
—¡No es verdad! —gritó volviendo sus ojos dorados nuevamente—. ¡Todo lo que dices es mentira, para que yo forme parte de la estúpida guerra que pretenden hacer!
—Si no me crees busca en el diario —sonrió de medio lado—. Tu padre cometió el error de anotar todo. Él estaba enterado de toda la profecía, sabía muy bien que tú liderarías a los demonios y que el chico a quien buscabas con tanto afán, es el vampiro destinado a detenernos.
—Dile a Belial… —Apretó sus puños a los costados de su cuerpo—, cuando vuelvas al Infierno… —Clavó su mirada de odio en el demonio que volvía sus ojos completamente azules—, que lo mataré. —Sus alas salieron al mismo momento en que el segundo disparo sonaba en el interior de la iglesia.
Caminó con lentitud hacia el demonio que le sonreía, sus alas brillaban con toda la intensidad. Llegó frente al ser y lo elevó con su poder mental, éste se limitaba a reír a carcajadas.
—¡No te fíes de los ángeles! —gritó al momento en que Bastian aparecía por la puerta destrozada de la iglesia—. ¡A ellos lo único que le interesa son los humanos, ni tú ni el vampiro son de su prioridad!
—No me interesa. —Una voz seca y sin vida salió de la boca de la chica—. ¡Vuelve al Infierno! —exclamó con furia, clavando sus ojos en el demonio que la miró con miedo.
Una luz cubrió aún más el lugar, provocando que todo resplandeciera. La noche se hizo día. Los que se encontraban en la iglesia se cubrieron los ojos con sus brazos, aun así el resplandor era tal que les molestaba en las pupilas. Luego de unos minutos la oscuridad volvió.
Lentamente abrieron sus ojos con dificultad, estaban demasiado encandilados para poder mirar bien. El menor de los vampiros dio un paso al frente, a pesar que su vista seguía nublada, pero logró divisar a la chica arrodillada unos metros adelante.
—Hayley —la llamó con suavidad, aunque no obtuvo respuesta.
Continuó caminando, a los pocos segundos sus ojos percibían de lo mejor y notó que las alas de la chica no estaban, y que el demonio por completo había desaparecido. La medio ángel lentamente se levantó con su cabeza mirando al suelo.
—Hayley —susurró mirándole la espalda.
—¿Encontraron el diario? —preguntó con su voz normal, sin voltearse a mirarlo.
—Sí, el humano lo tiene —contestó con algo de burla.
—Necesito ver algo. —Fijó su vista al frente, sus ojos ya no eran dorados, sino naranjas. Sintió al vampiro acercase más, cerró los parpados con fuerza y sus iris verdes volvieron a aparecer.
—No creo que te impida mirarlo —respondió arqueando una ceja.
La chica dio la media vuelta y saltó hasta llegar frente a los que se encontraban en la iglesia.
—El diario por favor —dijo mirando al chico que reflejaba miedo y asombro.
—Aquí tienes —logró decir sin poder quitarle la vista de encima.
—Gracias —intentó sonreírle, pero no pudo.
—Hayley… —susurró Richard, aunque la mirada de enfado de la chica lo hizo guardarse las palabras.
Se dio la media vuelta y se alejó unos pasos de aquellos tres seres. Excepto por Bastian, quien llegó a su lado sin importarle la reacción de la chica.
—¡Vaya qué mirada te regaló! —se burló Ethan dándole un golpe en la espalda al sacerdote—. Algo muy feo has hecho.
Richard lo miró pidiéndole perdón y se sentó en uno de los escalones de la entrada. Los otros dos hicieron lo mismo mientras esperaban que la chica volviera junto a ellos. Sólo el mayor de los vampiros lograba escuchar los pocos murmullos que eran pronunciados por los dos seres que se habían alejado.
—Mi padre sabía… —musitó con dolor al momento que el chico llegó junto a ella—. Según el demonio, sabía todo.
—Esos seres no son de confianza —intentó calmarla, mientras la miraba ojear con desesperación el cuaderno. Se detuvo en una página.
—Me mandaron a ver al vampiro, al fin lo conocí —leyó con calma lo que salía en el cuaderno de su padre—. Lamentablemente no le podré decir a mi hija que ya encontré a su amigo, ya que él es quien deberá pelear contra ella… —Cerró el diario con fuerza, no necesitaba leer más.
—Yo… —musitó intentando abrazarla, cuidando de tocar sólo su ropa—. Esto… —La medio ángel le entregó lo que tenía en sus manos, a la vez que se alejaba unos pasos de él y evitaba mirarlo—. No me lo esperaba. —Terminó de decir aferrando el cuaderno.
—Necesito estar sola —susurró sin mirarlo—. Vuelvan a la posada, los alcanzó en unas horas. —Dio un salto adelante y sacó sus alas, desapareció rápidamente.
—Déjala. —La voz de Ethan tomándolo del hombro detuvo a Bastian de salir tras ella—. Tiene que aclarar muchas cosas en su mente, además de ir por su auto. —Hizo un gesto con la cabeza para indicarle al chico la dirección que había tomado la medio ángel—. Hagamos lo que nos dijo y volvamos a la posada, o tendremos que enterrar al sacerdote —sonrió con algo de malicia—. Está débil.
—Bien. —Fue lo único que salió de su boca. Caminaron en silencio hasta llegar junto a los demás.
—¿Qué pasó con Hayley? —preguntó con preocupación Noah que se encontraba de pie.
—Descubrió lo que ocultaba su padre —respondió Richard, mirando al suelo, la culpabilidad lo golpeó de pronto.
—Ella irá a la posada. —Bastian miró al chico con indiferencia—. Fue por su auto. Pidió que nos juntáramos allá.
—Entonces vámonos. —Ayudó al sacerdote a ponerse de pie—. Tendremos mucho por hacer.
—Bastian. —La voz de Ethan volvió a sonar autoritaria—. Iré a ver si Janice fue con el cuento al demonio, me interesa saber qué piensan de tu estado.
—Voy contigo —contestó clavando su mirada seria en el mayor.
—No —dijo cortante—. No estás recuperado por completo, además debes llevar el diario a la posada. Ya sabemos que los demonios lo buscan y el chico junto al sacerdote moribundo —sonrió al mirarlo—. No podrán hacerle frente.
—Está bien —susurró de mala gana—. Pero ¿por qué me tengo que ir con ese humano?
—Hay cosas más importantes de qué preocuparse —sonrió de medio lado—. Vayan lo más rápido que puedan.
Ethan les dio la espalda y, dando saltos se alejó del lugar para luego empezar a correr a toda velocidad rumbo a donde había dejado a la vampiro inconsciente.
Los dos humanos y el vampiro montaron la camioneta. Esta vez el chico de mirada miel iba de copiloto, de mala gana y con molestia miraba por la ventana, con el cuaderno aferrado a sus manos. El sacerdote se acostó en el asiento trasero y cerró los ojos.

* * * * *

Guardó sus alas cuando una presencia se le apareció en la mente, estaba junto a su auto. Avanzó con lentitud y precaución, la luna brillaba en todo su esplendor cuando las nubes se lo permitían. Un fuerte dolor en la espalda la hizo caer de rodillas con sus manos apoyadas en el suelo y su cabeza agachada, su cabello caía tocando con las puntas la tierra. Ahogó un grito de dolor y las maldiciones que su cabeza generaba al ser mitad ángel y mitad humana. A los pocos minutos todo desapareció. Se puso de pie y continuó caminando hacia su vehículo.

Se levantó con rapidez, la chica dueña del auto se acercaba. Sonrió, ya le quedaban pocos minutos para completar el quinto día de plazo que le dio Belial y no debía seguir buscando, ya que tenía a su presa a punto de llegar. Clavó su negra vista en la penumbra y, a lo lejos la divisó, caminando rápidamente.
Quitó las ramas que cubrían la parte trasera del carro y se sentó allí a esperar.
—¿Así que tú eres la chica con quien estuvo Bastian? —preguntó burlona mostrando sus colmillos y negros ojos.
—Quítate de ahí —ordenó con el ceño fruncido, no tenía ganas de entablar conversación con una vampiro.
—Déjame decirte que yo soy la única que tiene derechos sobre él —sonrió mirando a la medio ángel caminar hasta ella, al parecer no era más que una chica común y corriente.
—Dije que te quitaras de ahí. —Elevó un poco su voz al llegar frente a la mayor.
—¿Qué harás si no quiero? —indagó soltando una sonora carcajada.
La chica la tomó del cabello y la lanzó lejos de su ángel, si había algo que le molestara, era que tocaran su preciado tesoro.
—¡Maldita! —gritó con furia la vampiro—. ¡Te atreves a golpearme!
—Y no sólo eso —respondió con burla—. Para que sepas, Bastian es mío.
—No eres más que una humana —sonrió con burla—. ¿Qué puede ver él en ti?
—No lo sé —se carcajeó, si la vampiro quería jugar, ella también—. ¿Te falla tu olfato de vampiro? —consultó con burla—. ¿No lo detectas en todo mi cuerpo? —Sonrió.
Janice se lanzó con furia y la tomó del cuello de la chaqueta, la chica la agarró de los brazos.
—Te mataré —susurró con ira la mayor.
—Inténtalo —contestó frunciendo su ceño la medio ángel.
La vampiro hizo el intento de lanzarla contra unas ramas, pero la chica fue más hábil y se aferró con fuerza a los brazos de la mayor. La observó a los ojos con detenimiento y le propinó un fuerte cabezazo, si algo siempre le había dicho Noah, era que su cabeza parecía de piedra por lo dura.
La de ojos negros se tambaleó por unos instantes, hasta que Hayley le dio un fuerte golpe con el puño en el estómago, lanzándola contra unas ramas y provocando algunos cortes en la cara de la vampiro. Ésta tocó los rasguños con la punta de sus dedos, se enfureció poniéndose de pie.
La medio ángel  fue más rápida y antes que lograra levantarse por completo, le dio una patada en el pecho, tomó sus cabellos y tanteó su cinturón en busca de su daga. Tenía el cuello de la vampiro listo para ser cortado, cuando recordó que le había entregado el cuchillo junto con la pistola a Noah, para que pudiera defenderse de los demonios. Maldijo por lo bajo, antes de ser golpeada por la mayor en la espalda.
La chica quedó de boca en el suelo, la vampiro aprovechó el momento y la tomó del cabello, provocando un gesto de dolor en la medio ángel. Lentamente la levantó y con todas sus fuerzas la lanzó contra un tronco cercano. La chica alcanzó a poner sus manos en la cara para no golpearla de frente, eso sería una quebradura de nariz segura. Su cuerpo cayó con lentitud, rasgando su ropa con la rugosa superficie del árbol.
Cuando logró incorporarse, ya tenía a Janice a su derecha, esta le propinó un fuerte golpe en un costado con ambos puños, enviándola unos metros lejos. Al caer lo primero en golpear fue su espalda, pero esta vez no le provocó dolor esa parte de su cuerpo.
—Ya veremos quién se queda con Bastian —sonrió al llegar junto a la chica que aún no se ponía de pie.
Lo tomó de la chaqueta, la levantó y la arrojó con fuerza hacia el campo. Hayley flotó en el aire, dándose unas vueltas hasta comenzar a caer lentamente. Intentó girar para apoyar sus pies, pero lo que recibió fue una fuerte patada en el estómago de parte de la vampiro que la esperaba con una sonrisa en su rostro.
Azotó su cuerpo con fuerza contra el suelo, golpeando en primer lugar su costado derecho. Apretó el lugar golpeado con sus brazos, a la vez que tosía con dificultad y un hilo de sangre se dejaba ver en su boca. Intentó ponerse de pie, pero la vampiro ya estaba sobre ella, con la rodilla golpeó el pecho de la chica que aguantó un grito de dolor y se tambaleó de un lado a otro aferrando su estómago en sus brazos. Una de sus rodillas cayó al suelo, y una mancha de sangre proveniente de su boca tiñó el suelo.
—Necesito saber tu nombre —dijo la vampiro tomando del cabello a la medio ángel, obligándola a mirarla.
La chica sólo sonrió con dificultad. Janice, enfurecida porque el olor de ella se filtró por su nariz, demostrándole que él la había mordido. Dio un grito soltando gran parte de su ira y golpeó con el puño a Hayley en la cara, provocando un corte en el labio inferior.
—Cuídate —musitó en un hilo de voz—. Porque en unos días morirás —sonrió antes que la vampiro la tomara con sus brazos y la lanzará contra otro de los árboles.
Su malherido cuerpo chocó por completo contra el grueso tronco, para caer con lentitud hasta tocar el suelo, la vampiro ya estaba sobre ella. Si bien su cuerpo resistía muchos golpes y era buena para las batallas, en ese momento se encontraba débil, siempre pasaba el primer día.
Varias patadas comenzó a recibir de parte de la mayor, y cada vez le preguntaba su nombre. A lo que la chica respondía con una simple sonrisa, que a duras penas lograba dibujar en su rostro.

* * * * *

Olfateó el aire buscando el rastro de la vampiro, presentía que ya había despertado y no se encontraba en donde la había dejado. Y, en efecto, logró detectarla varios kilómetros lejos del lugar donde la hizo dormir. Abrió sus ojos con asombro, el olor de Janice se mezclaba con el de la medio ángel. Apresuró su paso al máximo, la sangre de la chica estaba siendo esparcida.

—¡Detente! —gritó con histeria.
—¿Qué? —preguntó asustado por el grito deteniendo la camioneta con fuerza, haciendo que el sacerdote cayera del asiento.
—Hayley está en problemas. —Frunció su ceño mirando al humano—. Lleva el cuaderno con tu tía. —Abrió la puerta y bajó con rapidez.
—Pero… —La mirada del chico reflejada una gran preocupación.
—Encárgate de llevar sano y salvo el diario —dijo al cerrar la puerta—. Y de paso al sacerdote.
El vampiro se perdió en el bosque, a la vez que el chico apretaba a fondo el acelerador.

En pocos minutos llegó frente a la morena que golpeaba a patadas a la medio ángel, y al parecer no lo había detectado.
—¡Janice! —gritó con furia al momento que llegaba junto a ella y con un fuerte golpe en el estómago la separaba de Hayley.
La vampiro salió volando por unos metros, hasta caer rodando por la tierra, golpeándose un poco la cara.
—¡Ethan! —exclamó con asombro poniéndose de pie—. ¿Qué haces aquí?
—Vine por ella —contestó acercándose a la medio ángel—. ¿No sabes quién es?
—Por más que intenté, no me quiso decir su nombre. —Sonrió triunfante, como si pensara que todo lo que había hecho, merecía un premio.
—¿Belial te mandó por ella? —preguntó clavando su mirada en la vampiro.
—Sí —contestó con seriedad—. Me prohibió golpearla, pero no pude aguantar que tuviera el olor de Bastian en todo su cuerpo.
—¿Por qué te prohibió golpearla? —indagó tomándola del cuello y apretándoselo con fuerza.
—Porque quería usarla para atraer a Bastian —contestó en un hilo de voz, temiendo que el vampiro la matara.
—Yo te diré su nombre. —La soltó con fuerza, la vampiro cayó sentada al suelo—. Ve y dile a Belial, que la chica que acompaña a Bastian es Hayley, Hayley Marshall —sonrió tomando a la chica media inconsciente—. Recuerda bien como se llama —se dispuso a marcharse—. Y algo muy importante, dile que la dejaste en este estado, eso hará que el demonio te premie, porque aunque no lo creas, ella es una gran amenaza para él.
Janice lo observó con una sonrisa mientras se alejaba, después de todo, él no era capaz de matarla y además le brindaba información necesaria. Se puso de pie y se marchó rápidamente del lugar.
—¿Por qué dejaste que te golpeara de esta manera? —preguntó Ethan a la chica que apenas respiraba.
—Lo siento —logró articular con esfuerzo.
—No hables —musitó—. Tu sangre es demasiado fuerte.
Luchando contra sus instintos de vampiro, transportó a la chica por varios kilómetros, pero el olor que emanaba de su cuerpo se estaba volviendo imposible resistir. Una presencia se acercaba, sonrió y fue en su busca.
—¡Bastian! —gritó al verlo.
El mencionado detuvo su paso y fijó su vista en su tutor, de un salto llegó junto a él.
—¿Qué pasó? —preguntó con preocupación al ver el estado de la chica.
—No preguntes y llévatela a la posada —ordenó sin mirarlo mientras le entregaba el cuerpo de Hayley.
—Pero… —Se acercó para recibirla.
—¡Hazlo! —ordenó con enfado mostrándole sus ojos negros y sus colmillos—. O no podré controlarme. Iré por su auto —dijo con calma una vez que la chica estuvo en los brazos de Bastian.
El de ojos grises retrocedió con rapidez en dirección al carro. Mientras que el menor salió a toda velocidad hasta llegar, unas horas después, a la posada. De una patada abrió la puerta, dejando desconcertado al único que se encontraba en el local.
—La llevaré a su habitación —susurró sin mirar al chico—. Supongo que en unas horas estará mejor.
—Mi tía está curando las heridas de Richard —musitó preocupado—. Apenas termine le diré que vaya a verla.
—Está bien —contestó perdiéndose en el pasillo hasta llegar al lugar donde él guardaba reposo.
La acostó en la cama con suavidad, todo el trayecto había estado batallando con sus instintos, pero la sangre de la chica lo atraía sin poder controlarse. No lo dudó, se acercó a ella y la mordió, comenzó a beber su sangre. La medio ángel desconcertada abrió sus ojos verdes.

—Detente —susurró en un hilo de voz apenas perceptible. Pero el chico la ignoró y continuó bebiendo—. Soy humana —terminó de decir al momento que sus ojos se cerraron y su mano cayó por un costado.

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