Los días comenzaron a pasar, todo se sentía tan
diferente…
Kevin prácticamente se mudó a mi casa, fue lo
mejor para él. Pero empezó a frecuentar amistades que no eran muy convenientes,
unas personas que conoció en las carreras de autos, con ellos aprendió que
bebiendo podría olvidar los problemas, un muy mal camino. Lograba sacar de
quicio a Julián seguidamente, y las peleas entre ambos crecían con el día tras
día.
Yo, por otra parte, extrañaba a Nick demasiado,
y todo me recordaba a él, por más que mis hermanos trataran de subirme el
ánimo, no lo lograban. Tampoco se puede decir que yo me esforzaba en poner de
mí parte. Una que otra vez me sacaban de mi habitación para salir a algún lado,
pero ya no tenía ganas de nada, ni siquiera iba al Instituto.
Los demás habían asimilado más rápido la pérdida
de Nick, el único que demostraba tristeza era Math, pero Chris se encargaba de
subirle el ánimo. Según dijo le daría clases de defensa personal, ya que él es
un experto en la materia.
—No encontrarán en el mundo alguien mejor.
—Puso sus manos en las caderas y se carcajeó con fuerza cuando mencionó la
idea.
Aunque todo eso en sus sueños, claro estaba.
Mas, nadie le decía lo contrario, le seguían el juego mientras mantuviera a mi
hermano entretenido y olvidando. Qué fea me suena esa palabra.
* * *
* *
Un día, la novia de Franco —una persona muy
desagradable, y no lo digo porque sea la novia de mi hermanito, en verdad, no
soy la única que piensa así— dejó en la casa su bolso y lo encontré. Lo abrí y
me metí a ver que tenía, sólo de curiosidad y para ver si le podía hacer algo,
pero no había nada interesante. Hasta que encontré un pequeño frasco de
medicamentos, lo tomé «pastillas para dormir» salía después de todo el nombre
científico.
Recordé algo que hace un tiempo vi en una
película, agarré tres pastillas y volví a meter el frasco donde mismo lo
encontré. Fue raro que no le pusiera algún regalito, ni que le hiciera algo, mi
mente solo podía pensar en otra cosa.
Fui a la cocina y encontré una botella de
vodka, a pesar que ninguno es un gran bebedor —con excepción de Kevin—, siempre
hay en la casa algún tipo de alcohol para celebrar grandes acontecimientos. La
agarré y la observé, estaba casi llena. Me fui a mi habitación.
Math no se encontraba, no escuché a donde dijo
que debía ir, así que estaba sola en casa. Me senté en mi cama y recordé a Nick,
tomé las pastillas y las metí en mi boca. Las lágrimas comenzaron a rodar por
mis mejillas instantáneamente. Agarré la botella, la puse en mis labios y
tragué un sorbo junto a las pastillas.
—¡Qué
asco! —exclamé al sentir aquel amargo sabor.
Pero no me importó, seguí tomando y tomando,
quemándome la garganta y la boca, hasta que la botella rodó por el suelo vacía.
* * *
* *
Me dolía la cabeza y todo era confuso, estaba
sentada en un lugar donde todo era oscuridad. Me encontraba sola, no sabía qué
hacer, no había nada, sólo yo y mi dolor de cabeza. El miedo me cubrió hasta
que divisé una luz, caminé y caminé…
Desperté en el mismo hospital que había muerto,
hace unos meses, Nick. Olvidando mí promesa de no volver nunca más, bien dicen
que cuando uno dice nunca, no se
cumple.
Apenas podía abrir los ojos, el encandilamiento
era demasiado debido a luz. Tenía suero en mi brazo izquierdo, sentía que me
dolían las venas.
A mi izquierda estaba Kevin, con la cabeza
apoyada en la cama, y su mano sobre la mía. A mi derecha, dos chicos de rasgos
conocidos, dormían como si no lo hicieran en días, eran Math y Franco. En la
otra cama que había en la habitación dormía Chris, y más lejos de todos,
sentado en el suelo, con la cabeza apoyada en las rodillas y las manos en la
nuca, estaba Julián.
Los miré a todos, «soy una tonta» pensé, y las
lágrimas rodaron por mis mejillas. Una alarma de reloj sonó, Julián despertó,
Math reclamó y los demás no la escucharon.
—¡Despertaste! —exclamó Julián cuando se
levantó y me vio llorar.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué?! —preguntó confuso y adormilado
Math.
El mayor
se acercó a mí y me abrazó, igual que el menor. Franco se despertó con
tanto movimiento y se lanzó encima de los demás. Chris, por otro lado, se
levantó; mientras que Kevin se hizo a un lado, alejándose de todos.
—Salgan de encima —dijo el payaso—. Déjenla
respirar.
—Es verdad —confirmó Julián saliendo un poco—.
Está débil, aléjense un poco.
—Así está mejor —sonrió Chris al ver que todos
salían de encima de mí—. Ahora yo me puedo lanzar tranquilo —dijo acercándose,
pero Kevin lo detuvo.
—¿Por qué? —preguntó Franco mientras me
abrazaba.
—No sé —respondí llorando—. No sé —volví a
repetir mientras lo abrazaba y sentía sus lágrimas caer en mi cuello.
—No lo vuelvas a hacer —susurró Julián, que
también lloraba.
—Eres una tonta —Math me regañó con mirada
seria.
—No le digas eso —reclamó Chris mientras le
arrojaba una almohada.
—Es verdad, Chris. —Miré al mencionado—. Soy
una tonta.
Kevin seguía lejos, callado, no hacía nada, sólo
observaba. De pronto salió de la habitación y Math fue tras él. Al rato
llegaron con el doctor, me revisó y me dio un calmante. Lo cual encontré raro y
algo estúpido, estaba recién despertando después de tomar varios
tranquilizantes y él me da más, pero ellos sabrán.
Me dormí a los pocos minutos luego que me lo
inyectaran.
Dos días después de eso me dieron el alta
médica. Recuerdo que comenzaba a despedirse el invierno con unas gotas de
lluvia. El cielo completamente cubierto de nubes grises anunciando tormenta,
pero que al final todo queda en una que otra lágrima desde lo alto.
Chris coqueteaba con una de las enfermeras, eso
no era raro. Math, Franco y Julián siempre a mi lado, pero Kevin todo el tiempo
lejos. Me sentí mal, no sabía qué tenía, aunque podía imaginarlo. El silencio
era parte de él, daba la impresión que sólo fue de chofer, no había más
razones.
No me hablaba y no parecía querer hacerlo, así
pasaron los días, sin rastros de querer cambiar su conducta. No lo había visto
tan molesto conmigo, él rara vez se enojaba conmigo. Y yo seguía en cama,
restableciéndome.
—Aquí está la comida —dijo con molestia Kevin
cuando llegó a mi habitación, con la bandeja de comida que tenía que seguir
según la dieta.
—No tengo hambre —respondí mirando esos ojos
que parecían de fuego. A través de ellos reflejaba su ira. Los había visto
antes, todos en mi casa tenían el agrado de conocerlos, mas nunca fue por mi
culpa.
—Haz lo que quieras. —Arrojó la bandeja al suelo,
se dio vuelta y empezó a caminar hacia la puerta, pero se detuvo—. ¿Hasta
cuándo con lo mismo? —preguntó mientras volvía a mirarme—. Me tienes harto, por
si no lo sabes, perder a un hermano es lo peor que se puede sentir. —Mientras hablaba
se acercaba a mí—. Pero como que tú no entiendes nada, dices sufrir mucho al
perder a Nick, y no lo parece, no sabes lo que es sufrir.
—Yo… —balbuceé empezando a llorar—. Yo…
—Lo único que sabes es llorar —me interrumpió—.
¡Eres una niña consentida y mimada, tus hermanos y nosotros te hemos dado todo
lo posible! —Alzó la voz con molestia—. ¡Nunca te ha faltado nada, siempre nos
hemos preocupado por eso, porque a ninguno de ustedes, los más pequeños, les
faltara algo! ¿Así es cómo nos pagas? ¿Intentando matarte? ¿Eso es lo que
quieres? Bien, hazlo, pero lejos de tus hermanos. Tú no sabes todo lo que ellos
han sufrido por ti.
—Nick también se fue —musité al quedarme sin
saber qué responder, en el fondo todas las palabras de Kevin me dolían y me
llegaban hasta lo más profundo, era verdad todo lo que decía.
—Sí, Nick se fue —susurró mirando al suelo—,
pero eso fue por ti —agregó con tono frío clavando sus ojos llenos de ira en
mí. Esas palabras me dejaron sin habla, era verdad, Nick me salvó—. «En mis hermanos
fue en lo único que pensé», eso no es verdad, tú no piensas en tus hermanos.
—Terminó de decir dándose la vuelta y saliendo de la habitación.
Me quedé llorando un rato, pensando en todo lo
que dijo Kevin, cada palabra pronunciada era verdad, era ilógico que lo negara.
Me levanté y recogí la bandeja con la comida,
la llevé a la cocina. Mis hermanos estaban en la sala viendo televisión —o era
lo que intentaban—, Kevin también se encontraba en el lugar. Se quedaron
callados al verme salir.
Agarré un paño y me fui a limpiar mi
habitación. Al terminar entré al baño a darme una ducha.
Cuando estuve lista y salí, suspiré y me
apresuré en ponerme ropa, ya era suficiente de los pijamas. Mis ideas estaban
más claras, como que al fin volví a hacer sinapsis. Me puse mis blue jeans más
viejos, mis favoritos; una camisa de Avalanch que me había regalado Math, y un
chaleco o corta viento color gris.
Suspiré, tenía unas cosas que hacer y no sería
nada fácil. Salí de mi habitación.
—¿Dónde está Kevin? —pregunté al llegar a la
sala.
—Se fue a su casa —respondió con tono molesto
Math.
—Gracias —contesté y salí por la puerta de
atrás.
Caminé por el patio mojado de mi casa, en
dirección al pequeño muro de ladrillos que dividía mi hogar del de Kevin.
Salté, para cruzarlo, y entré por la puerta trasera. Eso no era nada de raro,
todos hacíamos lo mismo. La casa de los Sheldon y de los Leighton ha estado
unida desde que tengo memoria.
Avancé lentamente por el pasillo, observando el
decorado de aquellos tabiques conocidos a la perfección por mí. Colgaban
retratos de cada uno de nosotros, también de los padres de Nick y los míos. Demasiados
sentimientos nos invadían cada vez que pasábamos por aquel sector.
Al fondo estaba la sala; y allí, sentado en el
sillón favorito de Nick —nunca supe el porqué era su favorito—, se encontraba
quien buscaba, tenía una botella de cerveza en su mano.
—¿Qué quieres? —preguntó tosco al verme.
—Hablar contigo —respondí calmada mientras me
sentaba a su lado.
—Mejor ándate. —Tomó un sorbo de la cerveza.
—No lo haré —lo miré a los ojos, esos que aún
ardían—. Yo… lo siento, todo lo que me dijiste es verdad, no lo quería ver así,
soy una tonta…
—De nada sirve que lo sientas, el daño ya está
hecho —interrumpió con tono agrio.
—El daño se puede reparar —susurré,
prácticamente en súplica—. Dame una oportunidad, sólo una. Sé que te defraudé,
tanto como a mis hermanos, pero no lo volveré a hacer. —Otra vez empecé a
llorar.
—Ya no llores más —musitó al secar mis lágrimas
con su pulgar—. Fui duro contigo, pero era la única manera que entendieras
—dijo mientras me abrazaba.
—Lo siento, lo siento —repetí respondiendo su
abrazo con todas las fuerzas que tenía.
—Eso es para tus hermanos —añadió tan bajo que
apenas pude oírlo.
Nos quedamos tranquilos, por bastante rato, no
supe cuánto con exactitud. Abrazaba a mi amigo, había disminuido mi fuerza,
pero dejé escondido mi rostro en su pecho. Kevin me instó a alejarme un poco,
besó mi frente y terminó de secar las últimas lágrimas que corrían por mi
rostro.
—Vamos —dijo al ponerse de pie—. Tienes que
hablar con ellos.
Caminamos hacia mi casa, pasando por el muro de
ladrillos. La lluvia empezaba a caer nuevamente. No había visto el sol desde
que salí del hospital. Adoro el invierno.
Entramos por la cocina, tal y como yo al salir.
Julián, al verme en compañía de Kev, se levantó rápidamente y se acercó a mí.
Mi amigo le hizo una seña con la cabeza y mi hermano me abrazó, bastante
fuerte, por unos momentos creí que me quedaría sin aire, pero no fue así.
—Lo siento —le dije llorando—. No volverá a
pasar, lo prometo.
Esas palabras fueron las detonantes para que
los demás, que observaban todo desde los sillones, se acercaran y nos
abrazaran, sin importar nada. Sentí algunos manotazos entre Chris y Franco,
siempre peleando por quién agarra un mejor lugar, pero Math y Julián ya tenían
ese puesto. Kevin también se unió para formar un abrazo de grupo, sus labios se
posaron con suavidad en mí nunca por unos instantes y luego todo se disolvió.
—Al fin te das cuenta —me regañó el menor de
mis hermanos, antes de tomarme en sus brazos, nuevamente.
* * *
* *
Todo fue diferente desde ese momento, había
decidido salir adelante, pasara lo que pasara. Pero aún no tenía ganas de ir al
Instituto.
Los días comenzaron a pasar con lentitud, junto
con los meses. Mis amigos iban a visitarme de vez en cuando, y de paso me
llevaban las tan preciadas tareas. Julián había ordenado que no fuera a
establecimiento si no tenía ganas, pero las tareas y trabajos debía
entregarlas. Ése era el trato que hizo con la orientadora.
Ale llegó un día domingo, junto a Dom y Kian,
mis mejores amigos del Instituto. Habían decido hacerme reír a como diera
lugar, sin importar las consecuencias, ni los medios de hacerlo.
Increíblemente, lo hicieron.
—Antes te reías por todo —reclamó Dom al ver
que sus caras no hacían efecto en mí.
—Antes no había pasado por todo lo sucedido
—contesté sin ánimos de pelear.
—Eso es el pasado y no se puede arreglar. —La
fría voz de Kian me distrajo, él era más risueño junto conmigo, pero estaba
serio, y eso era raro, muy raro.
—¿Cuándo volverás, Tee? —preguntó Ale al colgar
el teléfono, le daba reporte a Tony.
—Algún día —respondí—. ¿Cómo está Tony?
—consulté para cambiar el tema.
—Mi hermano está bien —respondió Dom. A pesar
de ser hermanos no se parecían mucho, Dom tenía el cabello negro y corto, al
estilo militar, bastante distinto a Tony. Su tono de piel es más morena y en
estatura le llega a los hombros—. Queremos que vuelvas —ordenó seriamente.
—Algún día —repetí.
—Queremos que vuelvas ya —añadió, aún con frialdad,
Kian—. Si no lo haces, te cambiaremos.
—Es verdad —corroboró Ale.
—Está bien —contesté frunciendo mi ceño a las
amenazas—, volveré mañana.
—¡¿En serio?! —preguntaron los tres, alzando lo
suficiente su voz.
—Sí, sí —bufé con desgana—. Creo que me hará
bien.
—Muy bien —se escuchó la voz de Franco por
atrás de mí—. Muy bien.
Tal y como lo dije, al siguiente día volví a
estudiar, cosa que puso feliz a Julián. Él deseaba que lo hiciera, aunque no me
lo decía, tenía miedo que cayera otra vez en lo mismo, prohibió las pastillas y
estimulantes en la casa, y puso más vigilancia en mí, no me quejé, nunca lo
hice, me lo merecía.
Al llegar al Instituto junto a Math, que no
había dejado de asistir, me esperaban en la entrada Ale junto a dos chicos, uno
alto y moreno; el otro bajo y aún más moreno que Dom, cabello corto y ojos
resplandecientes de tanto jugar en su computador, profundos color negro.
—¡Ale! —grité a mi amiga como siempre solía
hacerlo.
—¡Tee! —respondió ella agitando su mano.
—Al fin la sueltas —dijo el moreno más bajo,
una vez que llegamos a su lado—. Con razón no venías —añadió riendo Kian—, éste
no te deja hacer nada.
—Cuidado con lo que dices, enano —gruñó mi
hermano mirándolo con odio fingido, haciendo ademán de golpearlo.
—Mejor dame un abrazo. —Me lancé a los brazos
del chico, antes que recibiera un golpe.
—¿Aún no llega Tony? —preguntó Math a su
hermano.
—Ya viene —le contestó de mala gana.
—Dominic Fenton —dije mirando al moreno más
grande a los ojos—. ¿No me vas a saludar?
—No alcanzo, eres muy enana. —Su típica mirada
seria se reflejó en mis ojos, él daba la apariencia de personas que muy pocas
veces se ríen.
—Ya verás —fruncí mi ceño y lo amenacé.
Una bocina de auto se escuchó, apreté la mano
de Math, aquel sonido me recordó lo que pasó, mi hermano me sonrió y me miró
con cara de tranquilidad, me calmé.
—Ya llegó —sopesó Dom mirando el objeto móvil
con cara de enojo—. Siempre haciendo escándalos.
—¿Quién llegó? —pregunté al no entender.
—Ya verás —respondió con su tono molesto y cara
de frustración.
El carro estacionó y Tony bajó de él, Ale
corrió hacia sus brazos para besarlo, como siempre lo hacía, el amor brotaba de
ambos en toda época del año.
—¿Desde cuándo…? —Alcancé a preguntar antes de
ser interrumpida.
—Esta mañana —dijo Dom aún con la misma cara.
—¡Ford Focus! —exclamó Math.
—Por terminar el Instituto —añadió Dom—. Mi
padre se lo regaló.
—Ahora saldremos en auto —cantaba Kian a mi
lado—. Saldremos en auto.
—¿Acaso antes no lo hacías? —El tono agrio de
nuestro amigo quebró la canción del otro por unos momentos.
—Sí —respondió temeroso—. Pero es distinto.
—Es lo mismo —seguía con tono serio—, tú
hermano siempre te lleva a todas partes en su auto, ahora será el mío el que lo
haga. Mejor cómprate el tuyo. —La molestia se notaba en cada poro de su ser,
pocas veces lo había visto de esa manera, casi siempre por culpa de Tony, pero
estaba exagerando.
—No seas envidioso, Dom —susurré al ver que no
cambiaba su cara—, este otro año te toca a ti —le guiñé un ojo.
—Yo no quiero un auto —su mirada de enojo se
clavó en mí—, quiero estudiar arte.
—Y lo harás —le di un golpe en la espalda, en
señal de mi apoyo y para darle ánimos a mi amigo.
—Mi padre no quiere. —Dejó salir con ira y
apretando sus dientes.
—Si tan sólo hablaras con él —añadió Tony cuando
llegó junto a Ale, que al parecer había escuchado todo.
—Sí, sí. —Dom se dio la vuelta y caminó al
interior del Instituto, con la mirada en el suelo y pateando cualquier cosa que
se le cruzara, sin importarle lo que era.
—¡Qué carro! —exclamó Math al recién llegado,
mientras se saludaban estrechando sus manos con el típico movimiento de manos
de aquellos amigos de toda la vida.
—Regalo de graduación, hermano —dijo Tony con
su sonrisa de oreja a oreja—. ¡Graduación!
—Quién como ustedes —los miré con odio—. Este
año ya salen de aquí.
—Para ir a otro lado —se burló Math—, así que
cambia la carita.
—Entremos —ordenó Ale al escuchar el sonido del
timbre.
—Primer día después de la pesadilla —susurré a
mi hermano apretando su mano.
—Tú quédate tranquila —musitó una vez que
llegamos a la puerta de mi salón, tomó de mis hombros y me miró fijamente a los
ojos—. Espérame a la salida —besó mi frente.
—Lo sé —respondí dándome la vuelta y entrando a
donde me correspondía.
Sentí la mirada de mis compañeros sobre mí,
busqué a Dom y me fui junto a él, mientras pasaba saludando a uno que otro del
salón. La curiosidad que tenían la podía percibir sobre mi espalda, así que
caminé rápido, no sabía qué responder en caso que me hicieran alguna pregunta.
Al llegar donde Dom, me senté a su lado y me
quedé pensando. De pronto una pregunta se me vino a la mente «¿qué hago aquí?».
Miré a la gente que me rodeaba, Ale se había sentado frente a mí y Kian junto a
ella, todos en el último lugar del salón, reían y hablaban. Me volví a hacer el
mismo cuestionamiento; todos ellos pertenecen a la misma categoría de gente de
la «alta», de la misma clase de aquel tipo que hirió a Nick. Miré a Dom, me
sacó la lengua, me reí y obtuve la respuesta que tanto buscaba. «No», me dije, «ellos
no son como aquel, ellos si son personas, ellos viven al lado izquierdo de la
calle», dejé de pensar y me puse a conversar con mis amigos.
* * *
* *
Cuando llegó el receso los cuatro salimos al
patio en busca de mi hermano y, prácticamente, mi cuñado por parte de Ale.
Caminamos hasta la plazoleta con asientos de hormigón y nos sentamos. A los
pocos minutos llegaron algunos compañeros de Nick, y por ende, de Math y Tony
también.
Sus caras reflejaban curiosidad, y yo era quien
debía satisfacerlos. Sin tapujos dijeron que querían conocer hasta el más
mínimo detalles, mi hermano comenzó a impacientarse luego que el quinto grupito
de personas se apareció.
—No les hemos dicho ya lo que pasó —respondían
de mala gana, tanto Math como Tony.
—Pero lo queremos escuchar de la testigo
principal. —Solían decir sin importar los sentimientos.
—Eso no se puede —contestaban—, y ya, váyanse.
Y como siempre he dicho, cuando Math se enfada
suele provocar miedo con su voz, eso era suficiente para alejar a cualquiera.
El tiempo comenzó a pasar lento y el recuerdo
de Nick seguía siempre presente, y no quería que se fuera, mi decisión estaba
tomada, él sería el único para siempre y por siempre. Una promesa que no
rompería, mi corazón le pertenecía y eso nada ni nadie lo cambiaría. Ni
siquiera la muerte.
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