Llevé la taza a la cocina y la lavé junto al
resto de las cosas sucias, una vez que terminé salí hacia la sala y Chris me
agarró para despedirse.
—Sin pelear —dijo luego de darme un beso en la
frente.
—Yo no soy peleadora —reclamé mientras le daba
un abrazo.
—Sí, sí. —Su voz sonó a burla, me soltó y al
pasar por mi lado me dio una palmada poco más abajo de la espalda.
—¡Oye! —grité, pero el chico ya estaba
corriendo a la salida.
—¡Te quiero, pequeña! —exclamó desde fuera de
la puerta.
Sonreí frente al espectáculo, caminé al baño y
cepillé mis dientes, me puse un poco de colonia y me fui a donde Math, a su
habitación. Él estaba arreglándose como si alguien importante lo fuera a ver.
¿No sé para qué? Él sabe que no tiene mi permiso para que nadie lo mire.
—Estoy lista. —Me apoyé en el marco de la
puerta.
—Vamos —me dijo terminando de ponerse perfume.
Suspiré y salí.
Caminé a la sala, Franco seguía besándose con
Marla, los miré y moví mi cabeza con señal de desapruebo. Miré a Kevin que me
sonreía.
—Vamos —le sonreí de vuelta antes que dijera o
pasara algo que me hiciera pelear con Franco.
—Yo también voy —añadió Carol poniéndose de pie
al mismo tiempo que el chico.
—¿Tú qué dices, pequeña? —preguntó Kevin con
una sonrisa de complicidad.
—Tres es multitud —respondí riendo.
—¿Por qué no puede ir? —intervino Marla
soltando a mi hermano.
—Porque no es bienvenida —contesté cortante, lo
que faltaba.
—¿Desde cuándo tú decides? —Marla habló de
forma altanera, y después soy yo la culpable.
—Desde que Kevin me autorizó —contesté dejando
salir mi burla y que se notara.
—Kevin, quiero ir —le dijo Carol haciendo
pucheros.
—¿Para qué? —Me entrometí mirándola fijo a los
ojos—. Iremos a una universidad, si sabes lo que es.
—¿Quién te crees para tratarme así?
—¿Yo? —pregunté haciéndome la desentendida—. No
me creo nada —dije mostrando una pequeña sonrisa en mis labios, había logrado
hacerla molestar.
—¿Te crees mejor que yo? —continuó preguntando
molesta.
—No lo creo —contesté sin simpatía—. Lo soy.
—Miré a Kevin que sonreía.
—No lo eres —dijo Marla, aún en las piernas de
Franco, estaba pendiente de toda la discusión—. Nosotras somos mejor que tú.
—El problema es que no nos podemos comparar…
—Fruncí mi ceño y hablé de manera sabelotodo para hacerlas enojar aún más.
—¿De qué hablan? —inquirió Math interrumpiéndome
cuando llegó a la sala.
—Nada importante —le respondí—. Como te decía
—me giré para mirar a Marla—, no nos podemos comparar porque son inteligencias
distintas, ¿No sé si me entiendes?
—No lo hacen —habló Kevin tratando de disimular
la risa.
—Pasa que yo pienso con esto —dije poniendo mi
dedo en la cabeza—, mientras que ustedes piensan de aquí —señalé mi cintura—
para abajo. —Moví mis manos hacia abajo mostrando mis pies.
Kevin soltó unas carcajadas fuertes, lo miré y
sonreí junto a él, pero más discreta. Math rió tanto como el otro chico.
—¡Thais! —gritó Franco.
Mi risa se detuvo, había olvidado a mi hermano.
Me giré a verlo, Marla en sus piernas escondía su cara en el cuello de él
haciéndose la ofendida, mientras Franco la abrazaba. Tenía en sus ojos la
mirada de molesto, aquella que muy pocas veces se le ve, y muchas de esas veces
causadas por mis constantes «ataques a su novia», como solía decir Marla.
—¡Hermanito! —exclamé haciendo como que no
pasaba nada.
Franco me miraba molesto, no necesitaba que me
dijera algo, con sólo ver su cara ya sabía lo que pasaría.
—Otra vez lo mismo —me dijo seriamente, las
risas de Kevin y Math se habían apagado—. Siempre tú y yo discutimos por lo
mismo, ¿hasta cuándo? —preguntó sin mostrar nada de la felicidad típica que lo
caracteriza.
—Ella preguntó cuál es nuestra diferencia
—respondí con tono suave para que la discusión no pasara a mayores.
—Y terminó insultándome, como siempre. —La voz
de Marla sonaba a sollozos falsos, escondida sin salir del cuello de mi
hermano.
—No es mi culpa que te sintieras identificada
—refuté sin medir mis palabras, Kevin jaló de mi mano. «¿Qué no puedo controlar
mi boca?», pensé al ver a Franco.
—No saldrás —ordenó mi hermano con el tono
suave de siempre—. No iras con Math.
—Pero, ¿por qué? —pregunté aún sabiendo la
respuesta.
—¿Te atreves a preguntar por qué? —cuestionó
Carol tras de mí soltando una risita.
—Tú no te metas. —Kevin la regañó apretando los
dientes—. Es más, la puerta está abierta —señaló la salida.
—¿Quieres qué me vaya? —inquirió con tono de
ofendida.
—Desde que llegaste —respondió y todos
percibimos su burla.
—Me ofendes, Kevin —dijo la chica tratando de
llorar.
—Discutan afuera.
Math dio una orden que fue obedecida al
instante, ya que Kevin agarró a Carol del brazo y la llevó junto a él, hacia la
salida de mi casa, se quedaron hablando en la terraza. Mi hermano continuó con
autoridad.
—Ahora discutiremos nosotros.
—No hay nada que discutir —respondió Franco—,
Thais no irá contigo y fin del tema.
—Si sólo fue una broma, hermanito —aseguré
tratando de calmarlo.
—Sí, siempre son bromas —contestó burlón mi
hermano.
—¿Bromas? —preguntó con ironía Marla—. Eso no
es broma, es molestarme.
—Eso lo aprendí de Franco —dije sin ser tan
cortante—. Reclamos hacia él.
—¡No me culpes de tus actos! —Franco subió el
tono de voz.
—No te culpo —musité calmada—, sólo digo que
aprendí de ti.
Franco se quedó en silencio, Math sonrió, es
verdad lo que le dije, él adora molestar a la gente y yo sólo lo imito
molestando a su novia.
—Vamos, pequeña. —Math rompió el silencio que
se hizo presente.
—Vamos —respondí ignorando lo que había dicho
mi otro hermano.
—No vas a ningún lado —ordenó nuevamente
Franco, esta vez con autoridad.
—Franco… —susurró el menor.
—Matías —interrumpió el otro—, soy mayor, y
cuando no está Julián, la responsabilidad por ustedes queda a mi cargo, si digo
que no va, no lo hace y ya.
—Math, ve con Kev —suspiré mirando a mi
hermano, dejando todo por la paz.
—Pero… —Nuevamente mi hermano no alcanzó a
terminar de hablar.
—Otro día me invitas un helado. —Me empiné para
besarle la frente—. Aprovecha que Kev te llevará en auto.
Caminé hacia la salida de mi casa, abrí la
puerta y corrí a los brazos de Kevin, interrumpiendo su discusión con Carol. Lo
abracé fuerte y él me respondió de la misma manera.
—Cuida al bebé —musité soltándolo un poco.
Me empiné un poco para besar su mejilla, lo
solté y entré a la casa corriendo, ya nada más quedaba por hacer.
—Math —hablé a mi hermano que seguía con la
discusión—, ya vete o se te hará muy tarde —le sonreí para que se diera cuenta
que ya el asunto no tenía importancia y dejara de discutir.
Se dio por vencido encogiéndose de hombros,
caminó hacia la puerta, salió y yo lo seguí. Afuera Kevin continuaba
discutiendo con Carol, la chica lloraba. Al vernos salir, él se dio la vuelta y
caminó hacia nosotros, su acompañante salió rápidamente por el jardín hasta
perderse en la calle.
—¿Qué paso? —preguntó mirándonos.
—Que van solos —le respondí—. Cuida mucho al
bebé.
—Yo no soy bebé —reclamó Math—. Ya vamos, que quiero
volver luego.
—Aún ni te vas y ya quieres volver —dijo el
otro riendo.
—No quiero dejar a Franco solo con esa y la
pequeña. —Math miró al interior de la casa.
—No te preocupes, hermanito —le sonreí—. No
haré nada, lo prometo. —Hice la seña de los scouts con tres dedos en la frente.
—Está bien —reclamó mi hermano dando pequeñas
patadas al suelo.
—¡Se puso odiosa la mami! —gritó Kevin hacia el
interior de la casa, para molestar a Franco—. Cuídate, pequeña —dijo antes de
besar mi frente—. Nos vemos a la noche, después de acompañar al bebé me voy al
trabajo.
—¿Le digo a Julián que te guarde comida?
—pregunté abrazándolo en señal de despedida.
—Si Julián es el que cocina, sí —respondió
sonriente.
—Está bien, está bien —susurré con una sonrisa
torcida.
—Nos vemos al rato. —El menor besó mi mejilla—.
Le diré a Tony que me venga a dejar.
—Si ves a Ale. —Detuve a mi hermano que se daba
la media vuelta—, dile que necesito hablar con ella sobre una tarea.
—Lo haré —me respondió caminando hacia el auto
de Kevin.
—Tú ten cuidado —dijo Kevin guiñándome un ojo y
caminando tras Math—. ¡Eh, chaval! ¿Por qué no me esperás? —gritó a mi hermano
imitando diferentes acentos del español.
Me quedé en la terraza, apoyada en la baranda
de madera color blanco, observando como Kevin y Math se subían al auto, me
despedí de ellos agitando mi mano hasta que desaparecieron en el camino.
Entré a mi casa, Franco aún en el sillón, con
Marla en sus piernas, veían televisión, caminé derecho a mi habitación sin
tomarlos en cuenta. Al llegar me lancé sobre mi cama.
—Castigada —me dije—. ¿Qué se hace cuando uno
está castigada? —seguí hablando conmigo misma, dejé mi cara escondida entre mis
almohadas.
«Primera vez que estoy castigada», pensé.
«¿Quién lo diría?, yo castigada y por Franco, el más alegre de mis hermanos, el
que nunca se enfada». Me levanté y me dirigí a la ventana, la abrí y dejé
entrar el frío viento invernal, así se purificaba un poco el aire de mi
habitación y todo lo malo se iba, inhalé profundo y miré la hora.
—Son las 10:30 a.m. —dije en voz alta—. Hora de
hacer cosas. —Levanté los brazos hacia el cielo y me di ánimos para lo que me
esperaba.
Fui a la habitación de Math y agarré la pequeña
radio con reproductor de CD que tiene, la llevé a mi recamara, la dejé sobre el
mueble cerca del enchufe y busqué la discografía de Supernatural, en algún lado
debían estar.
—¡Lo encontré! —grité emocionada al encontrar
el CD.
Lo puse en la radio y comenzó a sonar AC-DC, en
toda gloria y majestad, me acompañaban mientras yo ordenaba y limpiaba mi
habitación.
Al terminar me fui a la de Julián, que era un
completo desorden, la cama parecía un montón de trapos, sobre algo con aspecto
de colchón. Suspiré y dejé la radio en el suelo.
Lo primero que hice fue abrir la cortina y la
ventana, las habitaciones de mis hermanos necesitan mucha ventilación. Aunque
era normal que la cama quedara así cuando Franco dormía en ella, esta vez fue
demasiado la venganza.
Ordené, limpié y luego saqué la ropa sucia que
tenía acumulada en una canasta. Una vez que todo estuvo listo, era el turno de
la habitación de Math, donde habían dormido Kevin y Chris, en esta debía abrir
la cortina y la ventana rápidamente, el olor del alcohol era demasiado fuerte.
Hice lo mismo que en la anterior habitación,
pero aquí la ropa sucia estaba tirada por todos lados.
Ahora me tocaba el baño, miré y suspiré «esta
vez le tocará pesado a la máquina», pensé mientras observaba la ropa interior
en el suelo. Agarré el canasto y lo llevé a la cocina, allí lo separé en tres
montones de ropa, junto con lo que se había acumulado durante la semana, tomé
el primer montón que correspondía a la ropa blanca y se fue al lavado, ojalá
Franco hiciera eso, así no mancharía mis faldas.
Al terminar con toda la limpieza de las
habitaciones y el baño, sólo me quedaban el comedor, la sala de estar y la
cocina, según las sabias palabras de mi mamá, la cocina es lo último en
limpiar, después de preparar el almuerzo, así que me dirigí a la sala de estar,
donde estaban Franco y Marla.
—Voy a limpiar —dije a mi hermano cuando llegué
a su lado.
—Está bien —respondió sin tomarme en cuenta.
—Levántate —ordené con algo de enfado.
—¿Y qué quieres que haga? —preguntó con burla y
una sonrisa en su boca.
—Ve y limpia el jardín —lo miré—. Como es tú
deber hacerlo cuando te quedas en casa —dije sin mostrar sentimiento alguno en
mi voz y en mis ojos.
—Vamos, nena. —Le ofreció su mano a Marla,
luego que se pusiera de pie.
Ambos salieron de la sala, me pareció extraño
que ella no reclamara, es bien sabido por todos que esas dos chicas no se
llevan con las labores hogareñas, pero no es algo que me importara en esos
momentos. Seguí limpiando y ordenando la sala y el comedor hasta que acabé, era
el turno de ir a la cocina, miré la hora, las 12:45 p.m.
—¡Qué rápido pasa el tiempo! —exclamé en voz
alta—. Haré el almuerzo —dije poniendo cara de mala.
Comencé a caminar hacia la cocina, cuando sentí
que abrieron la puerta principal.
—¿Terminaste? —preguntó Franco poniendo un pie
dentro de la casa.
—Sí —respondí sin mirarlo.
—¿Qué harás ahora? —indagó apoyándose en la
puerta.
—Almuerzo —contesté aún sin dirigirle la
mirada.
—Marla y yo comeremos afuera —anunció
sonriente.
—Está bien —susurré y entré en la cocina.
Una vez que estuve en el lugar, busqué los
recetarios de mamá, de seguro si seguía al pie de la letra lo que salía allí
podría quedarme una rica comida.
—Ésta es la favorita de Kev —dije en voz alta
al ver una receta de arroz árabe con pollo frito—. Pero no me gusta cortar el
pollo —suspiré.
Seguí mirando las revistas, ya tenía claro que
haría arroz árabe, pero no sabía con qué acompañarlo.
—¡Qué difícil es cocinar! —grité con
frustración al no encontrar nada que me gustara en aquellas hojas de revistas—.
Mejor veo que hay en la despensa.
Dejé las revistas donde estaban guardadas y fui
a ver los alimentos que había, tenía que estar casi llena, hace sólo unos días
que fuimos con Julián de compras, pero en esta casa son unos tragones, con
suerte algo dura más de unas horas.
—No hay nada aquí —musité mientras cerraba la
puerta de la despensa—. Veré el refrigerador.
Miré y busqué hasta que encontré algo rico, que
a todos les gusta, hamburguesas de pescado, pollo y carne, las cajas estaban
nuevas e intactas, sonreí para mí, el arroz queda muy bien acompañado con
aquellas sabrosas y redondas comidas aplastadas.
Agarré la revista donde había encontrado la
receta del arroz árabe, busqué los materiales necesarios y seguí paso a paso,
con mucha dedicación, lo que salía allí, todo debía quedar perfecto, como si lo
hubiera hecho Julián, sino Kevin no creería que lo hizo mi hermano y mi broma
no funcionaría.
—Me voy —dijo Franco entrando a la cocina—.
¿Qué haces? —preguntó incrédulo al verme cocinar.
—Arroz —respondí sin mirarlo.
—¿Con qué? —inquirió al caminar en dirección al
refrigerador y lo inspeccionaba.
—Con hamburguesa —contesté sin dejar de lado lo
que hacía.
—¿Me guardarás un poco? —consultó al salir del
refrigerador.
—No —respondí con indiferencia.
—¿Por qué no? —Puso su cara de ojos brillosos—.
Quiero hamburguesa —susurró al llegar a mi lado.
—No hay —continué ignorándolo.
—Guárdame una, si es que no se queman —añadió
con burla, aunque aun así no logró robarme una sonrisa.
—¡Qué chistoso! —exclamé golpeando con fuerza
la tabla de cocinar con el cuchillo—. No molestes si no quieres terminar como
esta zanahoria. —Le mostré los cubitos del vegetal picados sobre la tabla que
irían al arroz.
—No te atreverías. —Rió incrédulo.
—¿Quieres probar? —pregunté acercándole el
cuchillo al cuello mirándolo seriamente a sus ojos claros.
—No quiero —respondió con rapidez luego de
tragar saliva.
Lo había asustado, lo noté en sus ojos, sonreí
por dentro, era lo que quería, jamás podría hacer algo que dañara a mis
hermanos, pero Franco siempre ha sido un poco cobarde cuando yo le hago algo
así, creo que es porque sabe que no podrá defenderse, la única manera de que él
me haga algo es con palabras, nunca se atrevería siquiera a levantarme la mano.
Franco besó mi mejilla y comenzó a caminar
hacia la puerta.
—Don’t
fear the Ripper —canté junto a la canción que sonaba de la
discografía de Supernatural.
Mi hermano se dio la vuelta y me sonrió, me
hizo notar con sus ojos que con esa estrofa se había sentido identificado.
—Cuidado con el cuchillo —me dijo riendo—. Nos
vemos en un rato.
—Está bien. —Fue lo único que pronuncié.
Franco salió de la cocina y a los pocos minutos
se escuchó el sonido de la puerta de entrada abrir y cerrarse, ya se había ido
con Marla.
* * *
* *
Mientras esperaba que la comida estuviera
lista, continué escuchando la música de Supernatural, pero en la sala de estar.
Subí el volumen, estaba sola y podía hacer lo que quisiera. La canción Poison de Alice Cooper comenzó a sonar,
agarré la escoba y la usé de micrófono, empecé a cantar mientras bailaba, I want to love you, but I better not touch,
I want to hold you, but my senses tell me to stop, I want to kiss you, but I
want it too much, I want to taste you, but your lips are venomous poison, you
are poison running through my veins. Un olor a comida ya lista,
hizo que dejará de cantar, corrí a la cocina y las hamburguesas estaban cocidas,
sólo faltaban unos cuantos minutos para que el arroz estuviera comestible. El
teléfono sonó y fui a responder.
—¿Quién habla? —pregunté al descolgar el
auricular y juntarlo a mi oreja.
—¡Tee! —escuché la voz de Ale al otro lado.
—¡Hola! —grité—. ¿Cómo estás en nuestro día
libre?
—Abandonada —me respondió con un suspiro—. Tony
se fue a la cosa de la universidad y no me llevó.
—¿Y eso? —consulté con extrañeza—. Él nunca te
abandona.
—Ahora sí —contestó con un sollozo—. Math y
Kevin pasaron por él y se fue.
—¿En serio? —No lograba creerlo, era muy raro
que ellos se separaran un día libre.
—Sí —añadió con algo de fastidio—. Lo
abandonaré también.
—Bueno —le dije riendo de la situación—. Ven a
mi casa, te invito a almorzar.
—¿Tú cocinaste?
—Sí —contesté molesta—. ¿También tienes
problemas con eso?
—No, claro que no. —Pude sentirla reír mientras
hablaba—. Ya sabes, si mueres tú, muero yo, y qué mejor que morir juntar
intoxicadas.
—¿Verdad que sí? —dije fingiendo estar
enojada—. ¿Vienes?
—Sí voy —respondió y colgó el teléfono.
—Por lo menos di «nos vemos» —alegué al dejar el auricular en su
lugar.
Fui a la cocina a ver el arroz, aún le faltaba,
volví a la sala y continué escuchando música mientras los minutos pasaban,
seguí cantando hasta que golpearon la puerta, fui a abrir.
—¡Hola! —Ale se lanzó a mis brazos.
—¡Qué rápido! —exclamé respondiendo como pude
aquella muestra de cariño.
—No puedo vivir sin ti —me dijo entrando a mi
casa.
—Eso ya lo sé. —Cerré la puerta antes de
voltearme—. ¿Eso que no usaste tu llave?
—Salí muy rápido de mi casa —contestó mirándome
a los ojos—. Tenía prisa por ver a Tony y olvidé todas las llaves en el bolso
que usé ayer.
—Ya veo —suspiré recordando la cantidad de
mochilas y carteras que poseía aquella chica.
—¿Comemos ya? —preguntó Ale.
—No —respondí mientras volvía a tomar la
escoba—. Esperaremos a Math.
—Está bien —sonrió sentándose en el sillón.
—¿Le avisaste a Tony que venías? —indagué
mientras movía mi boca y bailaba imitando la canción que sonaba.
—No. —Levantó los brazos y los movió
frenéticamente en señal de negación—. Lo abandoné.
—¿Crees que venga a comer junto con Math?
—pregunté dejando la escoba de lado.
—No lo sé. Si se fue y ni me aviso.
—Eso es porque lo atosigas —le dije riendo.
—Eso no es verdad. —Frunció su ceño y me lanzó
un cojín.
—Claro que es verdad. —Agarré lo que me lanzó y
se lo devolví—. No lo dejas ni respirar.
Ale comenzó a reír fuerte, me encantaba que lo
hiciera de esa manera, cuando la conocí apenas sonreía, había perdido a su
abuela hace unos pocos días y a mí nunca me ha gustado ver a la gente triste,
hice todo lo posible hasta que su risa comenzó a ser sonora, Tony ayudó
bastante, se conocieron gracias a mí, ya que él era compañero de Math y de
Nick, se lo presenté un día que vinieron a mi casa y desde ese momento que se
hicieron inseparables.
Reí junto a ella de la misma manera, me senté
en el sillón y apoyé mi cabeza en el hombro de Ale.
—Hoy vinieron por mí del servicio social —dije
dejando la risa.
—¿Y eso? —preguntó confundida.
—Para llevarme a un orfanato —respondí sin
ánimos.
—¡¿Qué?! —gritó exagerando la situación—. ¡No
te pueden llevar, están locos! ¿Cuál es el motivo?
—La muerte de Brian Cox —contesté haciendo una
mueca de desagrado con mi boca.
—¿Se murió? —consultó sorprendida y más
confundida.
—No lo sé —le respondí—. Pero es el causante de
esto, es decir, por ese ataque le quitaron la custodia a Julián y ahora soy del
Estado.
Nos quedamos en silencio, asimilando lo que
había dicho. Hasta ahora, que se lo comentaba a Ale, vine a darme cuenta de
cuán difícil era mi situación. Julián por mucho tiempo, y luego de bastante
trabajo, logró que nos quedáramos juntos y que no nos mandaran a diferentes
hogares, y ahora, por culpa de aquel estúpido, vienen y dicen que nos
separarán.
—No lo harán —dijo Ale con positivismo, sus
palabras llegaron como si leyera mi mente—. Ya verás que no.
—Voy a ver el arroz. —Me puse de pie y caminé
hacia mi destino.
Fui a la cocina y apagué la olla, el arroz ya
estaba listo, dejé todo intacto en el lugar para esperar a Math, y volví a la
sala donde estaba Ale.
—Ya está listo —anuncié y vi que Ale tenía la
mirada perdida y seguía sentada en el sillón—. Te invito a sentarnos a la
terraza —le guiñé un ojo.
—Vamos. —Se levantó y se encaminó a la salida.
Salimos a la terraza, en donde hace unos
momentos Kevin había estado peleando con Carol, nos sentamos en el suelo,
apoyadas en la pared de mi casa, con la vista en dirección al poste del elfo.
—¿Por qué no fuiste con Math? —preguntó con
curiosidad.
—Larga historia —dije frunciendo mi ceño—. En
palabras…
—¡Thais! —escuché la voz de un chico gritar—.
¡Thais!
—Éste tiene un radar —le sonreí a mi amiga, a
lo que ella respondió de la misma manera—. El cigarro se queda afuera —le
ordené al chico que estaba por entrar a mi jardín.
—Si estás afuera —reclamó—. ¿En qué te molesta?
—Si vienes, el cigarro se queda afuera —repetí
con énfasis.
—Está bien —contestó de mala gana dándose la
vuelta para botar el cigarro a la basura, no sin antes apagarlo.
Luego de hacerlo volvió a su destino: la reja
de mi casa. De un salto ignoró la puerta y, cayendo desde el cielo, entró en mi
jardín.
—¿Me viste? —preguntó con felicidad el chico
mientras subía los peldaños de la escalera en la terraza corriendo.
—Claro que sí te vimos —respondí mirándolo
mientras se acercaba—. Si haces escándalo.
—¿Qué cuentan de nuevo? —consultó mientras se
instalaba en el centro entre Ale y yo.
—Nada nuevo —suspiró Ale.
—¿Y tú novio? —Clavó su vista en la chica.
—No está —contestó con molestia en su tono de
voz.
—Entonces —le dijo el chico mientras pasaba su
brazo por atrás del cuello de Ale y la abrazaba—, podemos hacer cosas malas —le
susurró cerca del oído—. Sólo tú y yo, Ale y Alex, qué bonito suena.
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