El sábado llegó en un abrir y cerrar de ojos.
Las tardes limpiando el gimnasio resultaron lo más tedioso de la semana, no por
el hecho de tener que dejarlo reluciente, sino por la compañía. El silencio era
lo más agradable de todo. Además, ¿qué iba a estar hablando con aquel?
Absolutamente nada, creer que Kevin y Brian tenían alguna especie de relación
de amistad, completamente ilógico. Aunque él no sabía lo que pasó, ni tampoco
que el maldito fuera el asesino de Derek. Suspiré, ni Chris ni yo logramos
averiguar algo nuevo en estos días.
Kevin seguía ignorándome, ya me había dado por
vencida, es decir, algún día se le pasaría, o por lo menos eso esperaba. Por
ahora la casa estaba prácticamente desierta, los chicos fueron al entierro de
Derek. A mí no me gustan esas cosas así que me quedé con Math, a él tampoco le agradaba
Aprovechamos nuestra soledad para hacer una
limpieza general de todo el hogar. Como no me era suficiente con lo que hacía
en la semana en el Instituto, tenía que realizar lo mismo en donde vivimos.
Movimos todos los muebles, no quedó ninguno en su lugar, y quitamos todo el
polvo que pudo reunirse. Terminamos agotados y con ganas de tirarnos a los
sillones o las camas para descansar, pero no podíamos, aún nos quedaba por
hacer.
—¿Qué hacemos? —pregunté cuando Math salía del
baño, desde la puerta de la cocina—. No hay nada de comer y muero de hambre.
—¿Nada de nada? —interrogó frunciendo un poco
su ceño.
—Hay cosas, pero ¡son dulces! —exclamé con
frustración—. ¡Quiero almorzar! —Hice un puchero, mi hermano me miró divertido.
—Ya, deja el drama —sonrió con burla—. Vamos a
comprar algo.
—Eres mi héroe, querido hermanito —dije
apretujándolo con fuerza.
—Sí, sí, claro —respondió dándome pequeños
golpecitos en mi cabeza.
Lo solté y comenzamos a caminar fuera de la
casa, con rumbo a algún surtidor de víveres económicos.
Math sacó el dinero que Julián suele dejar
escondido en su habitación para casos como estos, tenía bastante, mucho más de
lo que pensábamos. Así que compramos algo de carne, arroz, pastas, verduras y
varias otras cosas.
Llegamos a casa sin mayores problemas que
cargar las bolsas y, al notar que la puerta continuaba con llave, dedujimos que
los demás seguían en el cementerio. Ordenamos lo comprado y nos fuimos a mirar
televisión, de seguro mi hermano no cocinaría y tampoco me dejaría hacerlo.
—Sigo con hambre —musité en su oído para
molestarlo.
—Te compré unas papitas, ¿qué más querías?
—preguntó quitándome de encima.
—Almorzar, te dije hace rato.
—Yo no cocinaré —se apresuró en decir, me crucé
de brazos en el sillón junto a él—. ¿Qué?
—Quiero comer, yo hago algo, la última vez no
me quedó tan mal —insistí, no podía ser tan exagerado.
—No quiero morir envenenado —dijo con burla,
clavando sus ojos en mí.
—Morirás, pero ahorcado —agregué mientras me
lanzaba sobre él para apretar su cuello.
—Enana fastidiosa —susurró tomando con fuerza
mis muñecas—. También tengo hambre.
—Vamos a cocinar entre los dos —propuse al
soltarlo.
—Está bien —contestó de mala gana poniéndose de
pie—. Veamos qué sale.
Después de algunas peleas por lo que
comeríamos, la suerte del piedra, papel o tijera dijo que pastas, así que manos
a la obra.
Ya ni recordaba hace cuanto tiempo que no nos
dejaban solos, a decir verdad, creo que nunca estuvimos así. Siempre fuimos
tres, Nick faltaba dando sus toques de humor y molestando a Math. Suspiré y mi
hermano clavó la vista en mí, hice lo mismo y me sonrió. A veces he llegado a
pensar que somos gemelos. Continué picando la zanahoria, el estómago rugía con
fuerza.
El teléfono sonó, dejé todo tirado y me fui a
responder. No es que me gustara mucho hacerlo, pero quería noticias de mis
hermanos, y quizás había pasado algo por eso se tardaban tanto. Sí, soy
exagerada.
—¿Diga? —pregunté al tomar el auricular.
—¡¡Thais!! —Tuve que alejar un poco el aparato
de mi oído, ya que el grito de mi amiga por poco me deja sorda—. ¿Vas a estar
en casa todo el día?
—Yo creo —contesté confusa—. ¿Por qué? ¿Vienes
a mi casa? ¿Traen el PlayStation?
—Interesada —rezongó al otro lado—. Sí, iremos.
En un rato. Math tiene que entregarle unas cosas a Tony y quería saber si
estarías para quedarme contigo…
—Como si te aburrieras viendo lo que ellos
hacen —la interrumpí, enredando mis dedos en el cordón telefónico.
—Bueno, no —respondió con una risita—. Pero
siempre es mejor pasarlo a tu lado.
—Esto me suena raro —susurré frunciendo mi
ceño—. ¿Qué es lo que quieres?
—Nada, nada —se apresuró en decir—. Simplemente
hablarte, ¿acaso no puedo?
—Bien, bien —suspiré con cansancio—. Por aquí
andaremos, vengan cuando quieran.
—¡En un rato más estoy por allá! —gritó para
dar paso al tono ocupado.
Después de tantos años, ya ni vale la pena
reclamar porque ni se despide. Dejé el aparato en su sitio y caminé a la
cocina, donde Math ya tenía la pasta con la salsa. Quedaba por hacer el
acompañamiento, de seguro sería otra mini pelea. Suerte de que no estuviera
Julián, sino ya nos hubiera castigado.
Pero me llevé una gran sorpresa al ver que mi
hermano se había adelantado y preparaba carne.
—¿Quién era? —interrogó sin voltear a mirarme.
Me senté en el mueble.
—Ale —dije meciendo mis piernas.
—¿Qué quería? —consultó secando sus ojos a
causa de la cebolla, reí por eso.
—Avisar que en un rato viene.
—¿A qué? —Sus lágrimas eran cada vez peores,
tapé mi boca con mis manos para no reír tan fuerte.
—No estoy muy segura —respondí ocultando mi risa—.
Dijo algo de Tony y tú.
—¡Ah!, los papeles.
—¿Cuáles? —pregunté confundida. Eso logró que
olvidara mis burlas a mi hermano.
—Unos de la universidad. —Volvió a secar sus
ojitos, sonreí nuevamente—. El otro día cuando fuimos a hacer investigaciones,
el idiota no llevó nada donde guardarlos, con la excusa que andaba en auto.
—Sonrió con burla y con lágrimas—. Olvidando que no puede ingresar a los
salones con él. Es un idiota.
—Sí, eso ya lo sé —suspiré pensando en esas
palabras que tanto usaba Nick para su amigo.
—¿Por qué crees que se tarden tanto? Es decir,
es un entierro y todo, pero llevan allá mucho rato —dijo cambiando por completo
el tema.
—No lo sé —musité deteniendo el movimiento de
mis pies, al recordar el lugar donde se encontraban—. Quizás se atrasaron, tal
vez la carroza no llegó a tiempo. ¡Vaya a saber, Math!
Mi hermano volteó por completo a mirarme, con
el ceño fruncido para evitar las lágrimas. Lo observé directo a los ojos y me
crucé de brazos.
—No te alteres —agregó con dureza—. Bien sabes
que a mí tampoco me gustan esas cosas, pero no es necesario que te pongas a la
defensiva con el simple hecho de nombrarlo.
—Es que…
—Nada —interrumpió casi con un grito, lo miré
sorprendida—. Ya han pasado años, es hora que empieces a mirar hacia adelante.
Él siempre estará contigo, como con todos los demás y en cada rincón de la
casa. —Se detuvo por unos minutos, sentí sus palabras en lo profundo de mi
ser—. Tienes un futuro por delante y muchas cosas aún por vivir. No es justo
que sigas con eso dentro de ti.
No contesté, me limité a bajar la mirada. Math
se giró y escuché el cuchillo, siguió preparando el almuerzo. Todo lo que había
dicho era verdad, yo lo sabía y lo aceptaba, pero me costaba demasiado llevarlo
a la práctica. No podía, los sentimientos y recuerdos de lo sucedido me
sobrepasaban.
Me deslicé del mueble hasta quedar de pie.
Avancé hasta mi hermano y lo abracé, dejando mi frente apoyada en su espalda.
Él dejó de picar la cebolla y lo sentí suspirar.
—Aún no sé… —susurré suavemente—. Aún no sé
cómo superarlo.
—No te estanques en el hecho que no lo tienes.
—Su voz sonó más tranquila que antes—. Porque no es así, y tú lo sabes bien.
—Pero…
—Sigue adelante —sentenció sin dejarme
terminar—. Es lo que a Nick le hubiera gustado. Él odiaba verte triste, y de
seguro se enojaría bastante si ve que no haces nada por continuar tu camino.
Tienes un mundo que conocer, otros chicos aparecerán…
—¡No quiero otros, lo quiero a él! —grité a la
vez que varias lágrimas escaparon de mis ojos.
—Pequeña… —musitó con suavidad—, deja que pasen
las cosas y no te encierres en la burbuja.
—Math… —pronuncié débilmente, tanto que por
unos instantes creí que sólo yo me había escuchado.
Mas mi hermano continuó con lo que hacía, eso
significaba que me dejaría pensar y que después me contestaría cualquier cosa.
Lo abracé con fuerza, lo escuché sollozar, no supe si a causa de la cebolla o
porque tenía pena por el tema que hablábamos. Esas palabras eran sólo de los
dos, yo se las dije cuando el cayó en depresión luego de la muerte de mis
padres, causándole un gran asombro que lo ayudó a levantarse. Nunca pensé que
las usaría conmigo.
—Sabes que te adoro —agregué esbozando una
pequeña sonrisa entre las lágrimas. Y pude imaginar su rostro creando una línea
con sus labios, hacia arriba y algo torcida, mostrando que eso también lograba
sacarle una sonrisa.
—Yo también, aunque seas una mensa —contestó al
momento de dejar el cuchillo de lado. Había terminado con su trabajo.
—Idiota —susurré abrazándolo con fuerza y
dejando todo rastro de mi llanto en su espalda.
—¿Ahora qué? No quiero esperar, tengo hambre
—reclamó al caminar al lavaplatos, conmigo pegada.
—Tendrás que aguantarte —contesté con algo de
risa—. No queda de otra.
—Julián es un tonto. —Se giró y me abrazó—.
Debió dejar todo esto listo anoche.
—Abusivo… —alcancé a decir antes que el sonido
de la puerta al abrirse nos interrumpiera.
—No escuché el auto…
Solté a mi hermano con rapidez y corrí a la
entrada, pero Math me detuvo y pasó primero. Fruncí mi ceño, odiaba cuando
hacía eso. Me apuré hasta alcanzarlo y jalarlo del brazo para así golpearlo,
aunque no lo hice al ver que la puerta principal era azotada con fuerza, dando
paso a mis hermanos.
Nos quedamos tranquilos al ver lo que ocurría,
estáticos, completamente inmóviles. Kevin venía apoyado de Julián, con la
cabeza mirando al suelo, dejando ver un poco de su rostro enojado. Mi hermano
mostraba su ceño fruncido. Franco, más atrás, llegaba con el labio roto,
mientras que Chris dejaba ver unas extrañas marcas en su cuello.
—Trae hielo. —La voz dura y ronca de Julián me
hicieron salir del trance, e hice lo que pidió.
Si bien aquello no era nuevo, algo en mi
interior provocaba que me preocupara. No creo que sea normal llegar golpeado
después de un entierro, a pesar que los chicos fueran problemáticos, eso lo
sabía de sobra y no lo negaba. Aunque conozco a mis hermanos, sé que por
respeto a la madre de Derek no hubieran peleado, quizás pasó algo en el camino
a casa. Meneé mi cabeza y me apuré con los hielos, los metí en un paño y volví
con rapidez a la sala.
Math estaba sentado en una de las sillas del
comedor, sobre la mesa descansaba el pequeño botiquín médico de Julián y,
frente a mi hermano, Franco reclamaba por la brusquedad del menor limpiando la
herida de su labio. Junto a ellos Chris hacía lo mismo, pero en su cuello.
Kevin, en cambio, se encontraba medio recostado
en el sillón de tres cuerpos, el mayor de mis hermanos me señaló que fuera
hacia ellos, obedecí inmediatamente.
—Kev es quien necesita del hielo —dijo con
molestia en su voz, parado frente al malherido—, los otros dos idiotas están
bien.
—Como ordenes —añadí mirándolo en busca de
alguna herida.
—Yo estoy bien. —Sonrió al ver lo que
pretendía—. Preocúpate de este menso.
Dio la media vuelta y caminó al baño.
Me agaché frente a mi amigo y dejé con suavidad
el paño con hielo sobre su ojo derecho. También tenía un corte en el labio, más
grande que el de Franco, pero la diferencia era que ya no sangraba, todo rastro
del líquido rojo estaba seco. Y algunos pequeños rasguños se asomaban en sus
mejillas.
—Si sigues así quedarás ciego —musité buscando
sus ojos, a pesar que la probabilidad que me contestara era nula. Pero me
sorprendí al ver que esbozó una pequeña sonrisa—. No entiendo la loca manía de
lanzarse siempre a los ojos.
—Es para hacer diferencia de las mujeres
—contestó con algo de burla—. Ustedes siempre se lanzan a jalar el cabello y
los rasguños con las uñas…
—Y no olvides las cachetadas —interrumpió Chris
desde la mesa.
—Y las patadas en las bolas —añadió Franco con algo de risa.
—Cuida tu vocabulario —regañó Julián al hacerse
presente—. Si es que sabes lo que es eso. —Las risas de todos se hicieron
audibles, incluso de quien era molestado—. Iré a preparar algo de comer.
—Nosotros ya lo hicimos —dijo Math apresurado—.
Con la pequeña estuvimos trabajando todo este rato en la casa, y de paso
cocinamos.
—Después preguntan por qué llueve tanto
—continuó con sus burlas el mayor, al parecer, había disfrutado bastante el
viaje.
—Oye, el payaso soy yo —se quejó Chris mirándolo
con odio—. Será mejor que cambies tu postura, porque no me quiero quedar sin
trabajo.
—Aprende a compartir. —Julián le guiñó un ojo y
sonrió—. Entonces iré a preparar todo para que almorcemos, muero de hambre.
—Yo también —agregó Franco que se levantaba de
la silla, ya había acabado con su curación.
—Igual yo —añadió el bufón tomando el lugar de
mi hermano, en lo que ya parecía un centro médico.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté en susurro a
Kevin, éste hizo un gesto de dolor al presionarle los hielos.
—El idiota del amigo de Derek —contestó con
antipatía y enojo—, ése que paga castigo contigo…
—Danko —interrumpí con asombro, sin notar que
le hacía daño a mi amigo—. Lo siento —me disculpé al escuchar su gruñido.
—Ten más cuidado —reclamó frunciendo se ceño—,
y sí, ese tipo. Creo que ya estuvo bien de hielo. —Lo miré incrédula por unos
momentos, suspiré y le quité la cosa al ponerme de pie.
—Está bien —musité con algo de enojo al no
dejarme hacer mi trabajo—. Voy por las cosas para curarte tus heridas.
Hizo un gesto con la mano, cerró los ojos y me
dirigí a la cocina para botar los hielos. Allí Julián preparaba los platos y
servía mientras silbaba alguna canción de Metallica, con su típico paño
colgando de su hombro. Ninguno dijo algo en el poco tiempo que estuve en el
lugar y volví a la sala.
—Sacaré algunos de estos —dije a Math al tomar
unos trozos de algodón—. Y también un poco…
—¡No quiero alcohol! —gritó Kevin desde el
sillón.
—Cobarde —susurró Chris que ya estaba listo.
—Deja de ponerte crema —ordené al ver la enorme
capa que cubría sus rasguños en el cuello.
—Mientras más me ponga, más rápido se cura.
—Sonrió triunfal.
—¿Quién te dijo esa estupidez? —Math sonó con
burla.
—Mi adorado Franco —guiñó un ojo y se dejó caer
junto al mencionado, en el sillón de tres cuerpos.
—Iré a ayudarle a Julián —suspiró el menor—, no
vaya a ser que se me pegue lo idiota —recalcó lo último mirando a Chris y
Franco.
—Es imposible que no te contagies —contestó mi
otro hermano mirando la televisión—. Si yo soy así, la pequeña también y qué
decir de Julián. —Volteó para observarnos con una sonrisa—, lo llevas en la
sangre, no podrás arrancar de ello.
—A veces creo que eres adoptado. —Math
desapareció por la puerta de la cocina, después de decir aquello.
—Yo también lo pienso —sentencié al sentarme en
el suelo, frente a Kevin.
—No quiero alcohol —ordenó mirando mis manos y
lo que había traído.
—Es sólo agua oxigenada, así limpio la herida.
—Rodé mis ojos y él se acomodó para que empezara con las curaciones—. Mientras
yo trabajo aquí, podrías terminar de contarme lo que sucedió.
—Ya no lo recuerdo —dijo con una sonrisa
torcida—. Me golpearon duro en la…
Apreté mi puño izquierdo libre y, antes que
terminara de hablar, golpeé con fuerza su pecho, por todo lo antipático de sus
palabras. Sin duda el enojo de la semana ya había acabado.
—¡Auch! —gritó mirándome con molestia—. Eso
duele… ¡Auch! —Volvió a gritar cuando comencé a pasar el algodón un poco brusco
sobre su labio roto, quitando la sangre seca—. ¡Dijiste que era agua oxigenada!
—¡Ah, perdón, me equivoqué! —Sonreí satisfecha
al llevar a cabo mi venganza por todos los días que duró su ley del hielo.
—Qué escandaloso eres, Kevin —añadió Franco con
burla—. Pareces niña.
—Kevin es una nena, Kevin es una nena —comenzó
a cantar Chris mirando la televisión.
El mencionado intentó levantarse, pero lo
detuve de los hombros con fuerza, haciendo presión contra el sillón. Sí que fue
un gran esfuerzo que no se pusiera de pie. Los chicos rieron con bastante
burla. Kevin se retorcía en mis manos por querer zafarse.
—Sabes que no es verdad —aseguré para que se
calmara—. Además las niñas somos más lindas e inteligentes, deberías sentirte
orgulloso…
—Están poniendo a prueba mi hombría —dijo
haciendo ademán de levantarse, con el entrecejo junto.
—Si me tengo que sentar sobre ti para que te
quedes tranquilo, lo haré —sentencié tomándolo firme de los hombros, mientras
me acomodaba a su lado en el sillón—. No seas idiota.
—A lo mejor quiere que te sientes sobre él
—susurró Chris clavando su burlona mirada en nosotros.
—Ahora sí, de esta no te salvas. —A pesar de
haber estado evitando una pelea, la de la amenaza fui yo, al dar unas zancadas
hacia quien habló.
—Franco, sálvame. La pequeña quiere hacerme
daño. —Se burló entre risas, mi hermano le siguió con las carcajadas.
En un abrir y cerrar de ojos, ya tenía entre
mis manos su cuello. Aun así no había gesto de dolor en su rostro, sino que una
gran sonrisa. Yo, en cambio, dibujé mi ceño fruncido para fastidiarlo más.
Franco, prácticamente, rodaba de la risa, ya comenzaba a llorar de tantas
carcajadas. Sentí los brazos de Kevin cruzar mi cintura para jalarme hacia él.
—Si alguno sigue con vida —interrumpió Julián
al dejar unos platos sobre la mesa—, les informo que la comida está servida.
Y como si nunca hubiera pasado algo, detuvimos
nuestro escándalo y caminamos a la mesa, donde Math ya había comenzado a comer
sin siquiera esperarnos.
Si hay algo que Franco detesta, a pesar de amar
las peleas, es hablar sobre ellas mientras come. Así que por respeto a él muy
pocas veces se tratan estos temas cuando llenamos nuestro estómago, y esta
ocasión no fue la excepción.
El almuerzo pasó entre risas, pequeñas
discusiones y comentarios molestos, como siempre era y es en nuestro hogar.
Espero que eso nunca se pierda. Una vez que terminamos, ayudé a Julián a
recoger lo utilizado, él se encargaría del lavado y posterior secado a pesar
que no le correspondía por calendario, sino que a Kevin, pero mi hermano, con
su corazón de oro al verlo tan magullado, tomó su lugar.
—Y bien —dije al dejarme caer junto a Kevin en
el sillón de dos cuerpos, mientras observaba sus heridas—. ¿Me contarás cómo
terminaron así?
—Si no es mucha molestia —contestó guiñándome
un ojo—. ¿Podrías limpiarme otra vez con alcohol el labio? Después que terminé
de comer comenzó a dolerme bastante, no quiero que se hinche.
—Como digas —suspiré con cansancio a las
evasivas de mi pregunta—. Voy por las cosas.
—De paso podrías ponerte un sexy traje de
enfermera. —Sonrió Chris antes de que pasara por detrás del sillón donde se
encontraba. Apreté mis puños—. Así nos deleitas a todos.
Si bien le tenía bastante paciencia a los
comentarios del bufón, ya no estaba. Al pasar junto a su cabeza, apoyada en el
respaldo del sillón, golpeé su frente con mi mano, tratando de que fuera
fuerte, olvidando el cariño que le tengo. Volteó con el ceño fruncido sobándose
el lugar, lo miré con una sonrisa y desaparecí por el pasillo.
Al llegar al baño comencé a buscar lo necesario
para curar el labio de Kevin, quizás si se hubiera quedado quieto y sin gritos
no tendría que pasar de nuevo por lo mismo, pero es un idiota que no entiende.
Lo bueno era que lo haría sufrir nuevamente. Una sonrisa maliciosa se dibujó en
mi rostro.
—Mejor vine —dijo Kevin al entrar, provocando
que me asustara—. ¡Vaya!, cualquiera diría que estás pensando en cosas malas.
—Sonrió.
—Soy demasiado buena para esas cosas —mentí al
girarme con el algodón listo.
—Entonces, ¿por qué te sonrojas? —preguntó con
burla.
—Porque me asustaste —contesté mirando el labio
de mi amigo—. ¿Dónde te pondrás?
—Donde te salga más fácil.
—Quédate de pie, es más cómodo para mí.
—Como ordenes —musitó, imaginé que preparándose
mentalmente.
—Mientras me cuentas qué sucedió. Y es una
orden —sentencié aprovechándome de las palabras antes dichas por él.
Apoyé con suavidad el trozo de algodón sobre su
labio y Kevin arrugó la nariz a causa del dolor. Sonreí, para eso sí que era
cobarde. Apreté un poco más, para hacer una limpieza profunda, y sentí una de
sus manos posarse en mi cintura, enterrando sus dedos en mí, aunque no tan
fuerte. Moví un poco el algodón, iba a protestar pero no se lo permití, con
rapidez dejé caer el algodón con que lo limpiaba, tomé su rostro con mis manos
y comencé a soplar su herida.
—Estaba pensando en tu regalo de cumpleaños
—susurró bastante bajo, y me di cuenta de la cercanía que había entre ambos al
sentir su respiración sobre la mía.
Levanté mi mirada, que se encontraba posada
sobre su labio, y lo miré a los ojos. Estos me observaban de una manera
extraña, no podría decir qué era lo que expresaban, porque nunca antes lo había
visto. Sentí mis mejillas comenzar a arder y me di cuenta de que ya no estaba
soplando, además que ambas manos de Kevin estaban en mi cintura.
—Queda poco y… —habló en el mismo tono suave de
voz, la comisura de mis labios tembló a causa de ello—. Me gustaría darte… —Sin
darme cuenta tenía la punta de mi nariz junto a la de Kevin—. Algo que no
olvides. —Cerré mis ojos y entreabrí mi boca, esperando tener esos labios sobre
los míos.
La puerta se abrió de golpe, ambos nos soltamos
instantáneamente. Kevin se alejó unos pasos atrás.
—¡Oh! Lamento interrumpir. —Math aguantó una
risita—. Pero pueden seguir, tienen mi permiso. —Nos guiñó un ojo y comenzó a
cerrar la puerta.
—Espera. —Kevin lo detuvo, mi hermano volvió a
entrar—. Iremos a la sala para que la pequeña termine si tienes que usar el
baño.
—Está bien —suspiró el menor—. Me arrepentiré
de lo que hice por toda mi vida.
Tanto Kevin como yo, lo miramos con el ceño
fruncido.
El trigueño salió, rumbo al sillón, llevando
consigo un poco de algodón mientras yo sacaba la crema y tomaba el alcohol.
Math me miraba y sonreía con burla.
—Ya pareces jaiba de lo colorada que estás.
—Fue lo último que dijo antes de cerrar la puerta tras de sí. Fruncí mi ceño y,
por unos segundos, lo odié.
Eso había sido extraño y no lo comprendía, es
decir, Kevin es mi cuñado, mi hermano, no podría sentir de esa manera por él.
Quizás con cualquiera, menos con Kevin. En realidad, ni siquiera con
cualquiera, únicamente Nick, se lo prometí y lo cumpliría costara lo que
costase. Pero su respiración, sus ojos, sus labios… Meneé mi cabeza con
brusquedad y me di cuenta que ya me encontraba en la sala y Chris me miraba
extrañado.
—¿Te molesta una mosca, pequeña? —preguntó al
volver sus ojos a la televisión.
—No, ¿por qué?
—Por como mueves la cabeza —contestó sonriendo
por lo que veía—. Por poco y te la arrancas.
—¡Qué exagerado eres! —Franco golpeó el brazo
de Chris, ya que se encontraba junto a él.
Sonreí por lo que pasó y me instalé en donde me
encontraba hace unos instantes: en el suelo junto a Kevin para acabar con lo
que hacía. No lo miré y sentí mis mejillas arder. Él había dejado el algodón
junto al sillón, saqué un poco y comencé a limpiar para luego ponerle crema,
sin decir nada, en completo silencio.
Al parecer sólo Kevin se percató de ello, ya
que ni Franco ni Chris hicieron comentario alguno sobre mi estado de mudez, y
es raro que no me molesten cuando pueden hacerlo. Mejor para mí.
—El chico empezó la pelea —dijo quien estaba
acostado en el sillón, rompiendo el silencio entre ambos—, porque me acusó de
ser amigo de quien mató a Derek.
Después de mucho rato, al fin hablaba de lo que
me interesaba —y que había olvidado por lo ocurrido en el baño—. Levanté mis
ojos y los clavé en los de él, ardían como fuego, otra vez. Aunque su mirada
estaba perdida al frente.
—Amigos son los que se preocupan de uno, los
que te ayudan, los que sufren contigo, los que siempre están ahí para darte una
mano o para decirte que vas mal —continuó hablando con decisión—. Como Mark,
como Derek, como Sam. Algunos chicos de las carreras, otros de por aquí, pero
no esos —suspiró y prosiguió—. Quizás pueda hablar con algunos de ellos cuando
voy a las carreras, para pedir información sobre algo que necesite mi auto,
pero ¿amigos? Por supuesto que no, no lo deseo y no lo necesito. Realmente ese
niñito es un idiota.
—No nos nombraste a nosotros —reclamó Chris
sonando ofendido—. ¿Acaso no contamos? ¿Me estás dejando fuera? ¿Después de
todos los años que te dediqué? ¿Así me pagas?
—Ya cállate —ordenó Kevin lanzándole un cojín.
Ésa fue una buena idea, así el bufón se quedaría tranquilo por un rato. Terminé
lo que hacía y me senté junto al herido que me dejaba un espacio para que me
instalara.
—Serás menso, Chris. —Sonreí al ver que
empezaba con sus pucheros—. Nosotros contamos como hermanos, ¿verdad? —Miré a
Kevin, éste me observó, por unos segundos, con una expresión que no comprendí,
luego bajó la mirada al suelo.
—Así es —asintió con voz suave—, todos son mis
hermanos. —No supe por qué, pero aquellas palabras provocaron un dolor en mi
pecho, a pesar que yo las había provocado—. Mientras nos dábamos golpes —siguió
con el relato—, otros se metieron a separarnos, como es debido. —Sonrió de
medio lado—. Entre ellos esos idiotas que tienes al frente. —Señaló con la
cabeza a los dos chicos en el sillón—, y al final terminamos todos así como nos
ves.
—Es realmente un imbécil —solté con molestia,
Kevin fijó su vista en la mía con algo de sorpresa—. Se supone que Derek era
como su hermano, e ir a armar semejante alboroto por algo que ni sabe, todo por
unas especulaciones. ¿Acaso no pensó en la madre de Derek? ¿O sus hermanos?
Simplemente es un imbécil de lo peor.
—Tranquila, pequeña —susurró con una pequeña
sonrisa—. No guardes tanto odio, eso déjalo para nosotros, a ti no se te ve
bien. —Me guiñó un ojo y comencé a sentir que la sangre se dirigía a mis
mejillas.
No supe qué decir, pero por suerte el sonido
del auto de Tony nos distrajo. Me levanté rápidamente para luego gritarle a
Math que su amigo había llegado. Corrí a la puerta para recibir a Ale, aunque
en el fondo sabía muy bien que era para arrancarme de Kevin.
* * *
* *
Si había una cosa en la que Ale nunca se daría
por vencida, era encontrarme novio. Por más que le dijera que me dejara en paz,
que eso ya no sería posible en mi caso, seguía empecinada en que saliera con
uno u otro chico. Y ése, precisamente, era el motivo principal que la llevaba a
mi casa: invitarme a salir con ella, Tony y alguien como mi acompañante.
Por suerte para mí, Math y Tony se distrajeron
bastante viendo y discutiendo las cosas de la universidad. Sentados en el
comedor y siendo guiados por Julián. Chris y Franco continuaban mirando
televisión, y de a ratos peleaban y se daban pequeños golpes, algo típico entre
ellos. Kevin, en cambio, se fue a acostar a mi habitación, porque le dolía la
cabeza.
—Así que el chico está completamente
ensimismado en que Kev tiene algo que ver con la muerte de su amigo —dijo Ale,
casi en susurro, cuando terminé de contarle por qué mis amigos estaban
golpeados.
—Así es —contesté con un suspiro. Estábamos
sentadas en el tejado de mi casa, al que se sube fácilmente por el árbol de
atrás junto a la ventana de la cocina.
—Antes ya te había hecho una pequeña amenaza.
—Sí, pero nunca pensé que la cumpliría —musité
mirando al frente y bajando la mirada—. Es decir, casi ni lo conozco…
—Y pensaste que sólo sería palabras al viento
—interrumpió para terminar la frase.
—Exactamente —corroboré con una sonrisa por su
adivinanza—. Ahora tengo que averiguar de dónde conoce Kevin a Brian y, más que
cualquier cosa, qué se propone.
—Según lo que me contaste —añadió dándose
golpes con su índice en labio inferior— ha de ser en las carreras…
—¡Las carreras! —exclamé casi en grito—. ¡Ale,
eres un genio!
—A veces suelen decírmelo.
—Y tienes el ego muy alto también —bufé con
molestia fingida, ella sonrió.
—¿Qué pasa con las carreras?
—Que allí están las respuestas que busco
—contesté con felicidad.
—Pero hay un problema. —Me miró seriamente—, no
tienes permiso para ir. Y aunque vaya con Tony, no sabré qué buscar.
—Por eso ni te preocupes, ya verás que a las
carreras voy o voy —le guiñé un ojo.
—¡Ale! —gritó Tony, y logramos ver su silueta
en el patio—. Ya terminé, ¿nos vamos?
—Está bien —respondió mi amiga y comenzamos a
descender por el árbol.
Los despedí en la puerta de mi casa, cansados y
fastidiados de intentar convencerme de salir con aquel chico. Pidieron ayuda a
mis hermanos, pero lamentablemente ellos no se meten, esas decisiones son sólo
mías.
Cuando el auto desapareció en la calle, entré
rápidamente con Math, que seguía sentando a la mesa revisando los papeles.
Julián se encontraba viendo televisión junto con Chris y Franco.
—¿Qué pasa? —preguntó cuando me vio agacharme
frente a él.
—¿Kevin sigue dormido en mi habitación?
—No lo sé. —Sonrió de medio lado, eso me hizo
sonrojar, él había visto lo que pasó en el baño—. Está en tu habitación, pero
dormido, ni idea.
—¿Por qué no vas a ver? —consulté poniendo cara
de inocencia, para tratar de convencerlo.
—¿Qué gano con eso?
—Mi eterno agradecimiento —respondí frunciendo
mi ceño, todo tenía un precio.
—¿Por qué no vas tú? Eres la interesada.
—Contigo no se enoja —contesté haciendo un
puchero—. No sé qué tienes, pero no se enoja.
—Contigo tampoco. —Me dirigió una mirada
traviesa y pícara.
—Bien sabes que eso no es verdad —reclamé
elevando un poco mi voz, sin darme cuenta—. Apenas me está hablando.
—Bien, bien. —Se puso de pie—. Si así me dejas
de molestar, vamos a ver si sigue durmiendo.
Me levanté y salté a sus brazos para besarle la
mejilla. Él simplemente suspiró cansado y comenzó a caminar conmigo, casi
colgando de su cuello.
Abrió con suavidad la puerta de mi habitación y
miró al interior. Hizo un movimiento con su mano y cara, indicando que el chico
se encontraba despierto. Entré con cuidado, cerrando tras de mí y avancé hasta
mi cama. Kevin había cerrado las cortinas, todo estaba apenas iluminado, me
senté en el suelo y lo vi dormir, Math me mintió.
—¿Qué pasa, pequeña? —preguntó con los ojos
cerrados.
—Pensé que dormías… No importa, ya sé que
quiero para mi cumpleaños —susurré algo emocionada.
—Los regalos no se piden. —Sonrió de medio
lado—, se espera a ver qué te darán.
—Bien, pero yo quiero pedirte uno —fruncí mi
ceño.
—Está bien, ¿qué quieres?
—Ir a las carreras. —El chico se sentó de golpe
y me miró confundido.
—¿Estás loca? —Casi gritó—. Julián me mataría
si te llevo…
—¿Por qué tanto? Son sólo autos corriendo.
—No es eso —contestó pasando su mano por su
cabello—, es la gente que está allí. Bien sabes que Julián te protege demasiado
y…
—¿Y qué? —reproché sin dejarlo terminar,
cruzándome de brazos—. Es un día, me llevas, damos una ojeada y listo.
—¿Qué es lo que intentas averiguar? —En
ocasiones odiaba que me conocería tanto, pero no se lo demostraría, no hice
gesto alguno.
—Como son las carreras —respondí con toda la
tranquilidad del mundo, para que así me creyera.
—Prométeme una cosa y te llevo. —Sonrió de
medio lado y con malicia.
—Me cuidaré y estaré siempre a tu lado —me
apresuré en decir haciendo el símbolo de promesa de boy scout.
—Es otra promesa, aparte de lo que dijiste, lo
que necesito. —Por unos momentos su mirada de chico malo me asustó.
—¿Qué cosa?
—Que me dirás todo lo que tienes en mente.
—Está bien —murmuré de mala gana—. Pero primero
necesito tener todo claro.
Se dejó caer de espaldas en mi cama con una
sonrisa de satisfacción. Me levanté para dejarlo descansar.
—Entonces el sábado te llevaré a la feria
—habló con los ojos cerrados al poner sus manos en la nuca—. Y no me hagas
mentirle a Julián, que sea la primera y última vez.
—Como digas. —Lo miré acostado en mi cama—. De
todas maneras no me gusta mentirle, pero hay cosas que no entiende.
—Igual que todos —dijo con un suspiro de
cansancio.
—Me voy para que sigas descansando.
Comencé a caminar hasta la puerta para
dirigirme a la sala, tenía muchas cosas que pensar, y sólo una semana para que
llegara el esperado día en que al fin asistiría a las carreras. Si bien me
emocionaba aquello, debía disimularlo por mis hermanos, si ellos se daban
cuenta de mis planes, todo se iría lejos y sin ninguna posibilidad de
retomarlo. Suspiré, a veces la vida de detective es bastante molesta.
* * *
* *
Los días comenzaron a pasar con monotonía y
lentitud. La limpieza del gimnasio siguió, pude ver a Danko con la cara
magullada, si Kevin había quedado así de roto, era lógico que este chico
quedara peor. Kevin es así, Julián siempre lo había dicho, era un animal en las
peleas y no se detenía por nada. Y como tenía planeado, ignoré por completo a
mi compañero de castigo, y él tampoco hizo el esfuerzo por dirigirme palabras.
Por otro lado lo sucedido en el baño con Kevin
seguía latente y presente, y cada vez que lo recordaba mis mejillas ardían. De
aquello sólo sabía Math, porque nos vio, aun así le hubiera contado, él es mi
diario de vida personal y que además da concejos. No se puede pedir algo mejor.
Aún no entendía muy bien qué fue lo que me pasó
en aquel instante, la cercanía, su respiración, sus ojos, sus labios… todo se
volvió adictivo de un momento a otro, y sin saber cómo, deseaba que me besara.
Pero, ¿él también lo quería? No lo sé, Kevin comenzó a acercarse y a hablarme
de esa manera, no fui la culpable, aunque estuve a punto de romper mi promesa.
¿Qué hubiera pasado si nuestros labios se rosaran? No me lo perdonaría, es mi
cuñado, Nick su hermano y es como engañarlo de la peor de las formas. No puedo
sentir algo más allá por Kevin, es imposible…
—Así que irás el sábado con Kev a la feria.
—Julián dejó ver su rostro por el tejado. Me encontraba sentada allí y él
estaba encaramado en el árbol.
—¿Ah? Sí —respondí al salir de mi ensoñación.
—¿Qué es lo que te pasa estos días? —Me miró
con confusión.
—Nada que yo sepa —contesté sonriéndole.
—Tiene que ver el motivo con que el sábado
estarás un año más vieja. —Sonrió con notoria burla.
—Bien sabes que eso poco y nada me importa
—dije mostrándole una enorme sonrisa.
—Entonces, ¿me dirás qué es lo que le pasa a mi
pequeña hermanita? —preguntó terminando de subir y sentándose al lado mío, para
abrazarme—. Ojalá este viejo tejado aguante mi peso.
—¿Crees que Nick me perdone si me enamoro de
otro? —Esas palabras salieron sin mi consentimiento, Julián me observó con
sorpresa.
—Creo que él estará más que feliz si llegas a
enamorarte de otro.
—Pero…
—Sea quien sea. —La seriedad de mi hermano se
hizo presente tanto en su voz, como en su mirada—, mientras no te haga daño,
Nick estará contento. Si tú estás feliz, él también lo será. Al igual que para
cualquiera de nosotros. Y por cierto, no creas que te dejaré salir con
cualquier idiota, y si es uno de los tantos que dice Ale, deberá pasar por
exámenes rigurosos.
—Que va, si lo conoces bastante bien —dije al
pensar en Kevin. Tapé mi boca del asombro, Julián me miró divertido.
—Él sí tiene mi permiso. —Besó mi frente y
comenzó a bajar por el árbol—. En un rato cenaremos.
Asentí con mi cabeza, no logré que saliera mi
voz, me quedé en otro mundo por esos pensamientos que cruzaban mi mente. Meneé
mi cabeza con fuerza, eso estaba mal, bastante mal. No me podía permitir seguir
pensando de esa manera, y ya lo había decidido. Todo aquello que hiciera
referencia a algo con Kevin, que no fuera amistad, quedaba prohibido desde ese
preciso instante. Otra promesa que tenía que cumplir.
* * *
* *
El tan esperado día al fin llegó. Mi ansiedad
era tanta, que comencé a dar saltos de felicidad. Mis sentimientos eran dos,
uno me hacía sentir feliz porque podría ir a las carreras, y el otro me
angustiaba por lo que encontraría en ese lugar. Pero, de lo que estaba
completamente segura, era de mi plan: debía averiguar la conexión que tenía Kevin
con Brian, en el caso que la hubiera, no confiaba en las palabras de Danko, no
después de lo sucedido.
Poco después de las ocho de la mañana, el auto
arrancó con rumbo conocido y esperado. Math estuvo haciendo berrinches por
acompañarnos durante toda la semana, desde que se enteró del regalo de
cumpleaños que me daría Kevin, y mucho más cuando le conté a donde realmente
iríamos. No sé cómo, en realidad, Julián lo convenció de no venir, aun así, se
molestó bastante. Pero no siempre se tiene lo que se desea.
—Recuerda tu promesa —dijo el conductor al
doblar en una calle. No recordaba con exactitud cuántas veces ya lo había
dicho, pero yo seguía asintiendo con la cabeza.
El camino por donde avanzábamos estaba bastante
deteriorado, en ocasiones era sólo tierra. Bien al fondo se lograban ver
objetos brillar, supuse que eran los vidrios de los autos, ya que también vi
muchas personas y espacios vacíos como para correr. Sonreí, no pude evitar
sentirme feliz por estar allí.
Kevin se estacionó cerca del centro de todo
eso, donde pude apreciar varios autos realmente hermosos, todos relucientes,
algunos con sus motores encendidos y rugiendo bellísimo, y entendí por qué Kevin
adoraba ir allí, es su mundo, su pasión.
—No te alejes de mi lado en ningún momento
—sentenció tomando mi mentón para que lo mirara fijo, antes de descender del
auto.
—Entendido —contesté haciendo la seña militar.
—Debo ir a dejar un dinero a un chico. No te
muevas del auto —ordenó abriendo la puerta—. Puedes bajar, pero no te muevas de
aquí.
—Ya, si entendí. No moverme si tú no estar. —Le
sonreí con sarcasmo. Me miró con el ceño fruncido, sacó las llaves y salió.
Lo imité y cerré la puerta, apoyándome en ella
para mirar con más detención, debía buscar mi objetivo y averiguar antes que
Kevin decidiera que el paseo terminara. Conociéndolo, de seguro sería en unos
pocos minutos.
—Ojalá no venga la tropa de conocidos de Julián
—suspiró al pararse frente a mí—, sino estaremos en graves problemas. —Besó mi
frente, se dio la media vuelta y caminó hasta que lo perdí de vista entre la
muchedumbre.
Y después dicen que yo soy la exagerada.
Suspiré y fijé mi vista en todo lo que tenía al frente, una especie de galería
para que las personas se sentaran a mirar, una pista de línea recta que se
perdía en el horizonte desértico, imaginé que al final se encontraba la marca
que indicaba el lugar a donde debían llegar. Y los autos continuaban llamando
mi atención más que cualquier cosa, a pesar de que tenía que buscar algo o
alguien en específico. Los había de todos tamaños, marcas y colores, unos
estaban tuneados, y otros tan simples como los hicieron de fábrica. Algunos
nuevos, del año, y los clásicos, los más bellos de todos. Me quedé embobada
mirando uno en particular, se parecía bastante al Chevrolet Impala que conduce Dean,
pero de seguro aquel que veía era de otro año, tenía una que otra diferencia.
—¿Qué haces aquí? —Di un salto al sentir esa
voz tras de mí, volteé rápidamente—. Dijiste que no te dejaban venir aquí.
—Danko —susurré bastante suave luego de salir
del susto. Si había algo en que Kevin tenía razón, era en los conocidos de
Julián, y por unos momentos pensé que alguno de ellos se encontraba en el lugar
del chico—. Es primera vez que vengo y es por una ocasión especial. —Ni
siquiera supe por qué le contesté.
Volví a clavar mi vista al frente, él se quedó
en silencio junto a mí, apoyándose al igual que yo en el auto de Kevin, y no
creo que a éste le agradara aquello. Continué buscando con la mirada, ignorando
al recién llegado, hasta que lo vi. Sentí que el color se me fue del rostro,
pero allí estaba, con una chica a la que tenía agarrada de la cintura, y quien
era copiloto aquel día. Apreté mis puños con fuerza y fruncí mi ceño, debía
darme valor para mi plan.
—Y allí, la prueba. —Miré a Danko por lo que
había dicho, ya que no le entendí—. Tu hermano. —Hizo un gesto con los labios
para que mirara hacia adelante—, junto al que mató a Derek. Irónico, ¿verdad?
Pocos me creyeron cuando lo dije ese día en el cementerio, pero la prueba está
frente a ti.
Abrí mi boca del asombro, aquello no podía ser
cierto, Danko tenía razón, Kevin estaba junto a Brian y lo saludó con un
apretón de manos. Pateé el suelo con fuerza, volteé y golpeé con mis puños el
capot del auto. Decidida di la media vuelta y dejé a un atónico chico mirándome
sin comprender absolutamente nada.
Las cosas se estaban volviendo cada vez más
complicadas, Kevin apretando la mano de ése, no lo creería si no lo hubiera visto.
¡Es el asesino de Nick! ¡Maldición! No podía controlarme, quería volver a
golpear algo y no sabía muy bien lo que hacía, pero esperé a que Kevin dejara
solo al innombrable y avancé con decisión. Prometí a Math que me mantendría
alejada si la cosa se volvía problemática, pero aquello no lo podría cumplir.
Pasé por atrás de un camión de remolque, y al
salir lo perdí de vista. Apreté mis puños nuevamente y volví a patear el suelo.
Pero mis ojos se abrieron de par en par cuando una mano tapó mi boca y un brazo
me agarró por la cintura, jalándome en retroceso. El metal del camión me golpeó
con fuerza al ser empujada de espalda a él, cerré mis ojos y emití un sonido de
dolor. La mano en mi boca bajó hasta mi hombro derecho y la otra subió hasta el
izquierdo. Lentamente abrí mis párpados, quise gritar, pero la fuerza que me
presionaba era tanta, que no lo logré.
—¿Me buscabas? —preguntó y pude sentir su
respiración sobre la mía.
—Brian Cox —susurré apretando mis puños y
mirándolo con todo el odio que pude acumular.
—Ése soy yo. —Sonrió de medio lado—. Me alegra
saber que no me has olvidado.
—Y cómo hacerlo, si formas parte de todas mis
pesadillas. —Presionó con más fuerza, aguanté lo más que pude el dolor.
Al fin lo tenía al frente, era mi única
oportunidad para acabar con todo de una buena vez. Lo siento Math, pero ya es
seguro que no cumpliré con lo prometido.
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